Plegarnos a los avances de EE UU y China será desastroso de aquí a unos años
SHI GANGZE/VCG VIA GETTY IMAGES |
Este no está siendo un Mobile World Congress (MWC) al uso, eso está claro. Después de un año de parón y otro a medio gas debido a la mayor crisis sanitaria del último siglo, el congreso más importante sobre tecnología a nivel global ha comenzado en medio de una crisis bélica sin precedentes. La injustificable agresión de Rusia a Ucrania ha trascendido el ámbito político y ya se presenta como una amenaza al frágil equilibrio internacional. Tenemos una guerra a las puertas de Europa y es crucial pensar tanto a corto como a largo plazo.
Vivimos en tiempos convulsos y cada día nos encontramos con más motivos para ambicionar una autonomía europea. No me malinterpreten, no estoy hablando de volver a la autarquía o de abandonar el comercio internacional. Lo que digo es que cada vez se hace más difícil seguir como hasta ahora, dándole la espalda a nuestras carencias, en lugar de tomar cartas en los asuntos importantes para no ceder ante los chantajes de nadie.
La pandemia nos enseñó que el material sanitario y los fármacos no venían de Alemania o Italia sino de China, y en un momento crítico de nuestra historia nos sentimos vulnerables. La semana pasada nos encontramos con que el gas y la dependencia energética pueden servir para chantajearnos. En apenas dos años nos hemos dado cuenta a las bravas de que invertir en estos asuntos es una cuestión de supervivencia.
“¿Qué ocurrirá cuando los satélites que ofrecerán internet en toda la superficie terrestre sean propiedad de empresas norteamericanas?”
Si no hacemos nada por evitarlo, la dependencia tecnológica será el próximo quebradero de cabeza de Europa, no tengan ninguna duda. Aunque ahora parezca un problema soterrado, plegarnos a los últimos avances que desarrollen en Estados Unidos y China nos puede traer beneficios a corto plazo, pero será desastroso de aquí a unos años.
¿Qué ocurrirá cuando los satélites que ofrecerán internet en toda la superficie terrestre sean propiedad de empresas norteamericanas? ¿O cuándo miles de millones de datos que generan los ciudadanos europeos sean gestionados y analizados en servidores chinos? ¿Podemos permitirnos el lujo de no producir semiconductores, esenciales para el funcionamiento de cualquier equipo informático?
En los estands de las empresas presentes en el MWC, como es habitual en este tipo de congresos, hemos visto buenas intenciones, tecnología punta y mucha innovación. Hemos hablado de la necesidad de desarrollar la conectividad para que pymes y zonas rurales no se queden atrás, del potencial de la tecnología para reducir emisiones y de la aplicación del 5G (y el futuro 6G) para tareas relacionadas con la industria o la telemedicina.
Todo ello es importante e ilusionante. La revolución digital va a seguir su marcha imparable y esto se traducirá en una producción industrial más eficiente y verde, en nuevas soluciones para la seguridad de las infraestructuras críticas y en la consolidación de tecnologías inmersivas y de aplicación variada como la realidad virtual.
“Este es el siglo de la tecnología. Ahora que estamos a tiempo, actuemos. No nos lamentemos cuando ya sea demasiado tarde”
Congresos como el MWC de Barcelona nos abren la puerta a mundos posibles y atractivos. Por eso su vuelta tras dos años de parón es una gran noticia. Abrir los ojos y entender los caminos que pretenden recorrer los principales actores del sector nos puede ofrecer algunas buenas ideas a los legisladores. En qué debemos incidir para que lo frenético de los tiempos no desborde la legislación y que ésta, al mismo tiempo, fomente la innovación y la tecnología de vanguardia europea.
No podemos dejar que las luces de la modernidad nos cieguen. En Europa tenemos talento, formación de primer nivel e instalaciones abiertas a los cambios que están por llegar. Contamos con todas las cartas para invertir y hacer que la UE mire de tú a tú a los gigantes del sector. Este es el siglo de la tecnología. Ahora que estamos a tiempo, actuemos. No nos lamentemos cuando ya sea demasiado tarde.
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