El mundo no se acabó en el año 2012 como decía Patrick Geryl, pero estamos en ello
Hace doce años, o quizá más, un escritor llamado belga Patrick Geryl escribió un libro llamado La profecía de Orión en el que pronosticaba que el mundo se iba a acabar en 2012. El libro tuvo tantos seguidores que hubo muchas personas en el mundo que se creyeron el mensaje y comenzaron a construir refugios para meterse en ellos y sobrevivir en caso de que hubiera una catástrofe universal que acabara con la vida en el planeta. Uno de ellos se construyó en La Alpujarra, más concretamente en Bérchules, y más concretamente en el cortijo Los Pollos. Yo todavía era un intrépido reportero y allí me fui con mi compañero de fatigas en esa comarca como es Rafa Vílchez, para escribir sobre el tema. Por lo visto los vecinos de la localidad se mosquearon al ver pasar por allí todos los días grandes camiones con hormigón hacia el cortijo. ¿Qué estarán haciendo allí?, se preguntaron. Estuve casi todo el día en la zona intentando hablar con el dueño del cortijo, un ciudadano belga que había adquirido esas tierras en la montaña no hacía muchos años. No lo vi en persona, pero conseguí su teléfono y pude hablar con él. Efectivamente, me dijo, estaba construyendo una especie de habitáculo soterrado y de hormigón armado para meter alimentos y semillas en caso de que hubiera un cataclismo a nivel mundial. Era, me explicó, como una especie de sucursal de ese Banco Mundial de Semillas que hay en Noruega y con el que ha colaborado recientemente investigadores del CSIC de Granada enviando especies que se cultivan en Moclín, Puebla de don Fadrique y Alhama de Granada. A ese banco lo llaman la 'Cúpula del Fin del Mundo' o el 'Arca de Noé Vegetal'. Esto es, que si el mundo se va al carajo a causa de una catástrofe nuclear, pongamos por caso, los pocos que queden porque se hayan construido un refugio antiatómico tengan semillas que sembrar para poder comer. Recuerdo que cuando terminé de hablar con aquel tipo que se estaba construyendo el búnker en La Alpujarra, lo taché mentalmente de desquiciado y catastrofista. Un chalao, vaya. Ahora, desde que el Putin empezó la guerra con Ucrania y amenaza con utilizar el arsenal nuclear, ando como loco buscando el número de teléfono del dueño del cortijo Los Pollos para que me reserve un hueco en el búnker. Vayamos a pollas. Por cierto, el mundo no se acabó en 2012 como decía Patrick Geryl, pero estamos en ello.
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