Rosa Díaz Martínez-Falero, natural de Albacete, de donde partió en el año 85, y residente en Granada, es la directora de la joven compañía teatral La Rous Teatro que con solo tres años de vida ha sido recientemente reconocida con el Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2011. Tras toda una vida subida a los escenarios atiende agradecida las llamadas de periodistas entre función y función, pues se encuentra en plena gira de una de sus últimas obras, 'El refugio'.
-¿Cómo ha recibido el galardón?
-Con muchísima alegría, orgullo y muchísima felicidad porque ha sido una cosa inesperada. De hecho, yo formaba parte del jurado y al poner las compañías escogidas sobre la mesa el resto de compañeros, me tuve que salir.
-De sus obras se ha resaltado la capacidad de emocionar, ¿siente estar logrando objetivos?
-A una, personalmente, le gustaría que esto hubiera sucedido mucho antes. Yo ya llevo treinta años en la profesión y trabajo con la misma intensidad y fuerza que hace diez o veinte. Muchas veces creo que las cosas pasan por azar, la vida te trae esto y nunca sabes si es un reconocimiento a tu trayectoria, al esfuerzo o a qué. No sabría explicar muy bien si sucede por algo concreto o simplemente porque han coincidido una serie de cosas, pero yo creo que he trabajado exactamente igual desde que comencé hasta hoy, con las mismas ganas, ilusión y necesidad de contar y de crear.
-Es experta en asuntos complejos; ha tratado la muerte, la guerra... ¿por qué temas tan densos?
-Porque están muy a la orden del día en la prensa, en la radio..., porque es algo que casi estás masticando a la hora de comer en los noticiarios de las 15,00 horas, porque no paran de salir los conflictos bélicos que inundan el mundo y tú, estás con tu hijo al lado, y te preguntas, tratas de explicarle y no encuentras una respuesta. A mí me gustaría que en todos los países del mundo se dedicara un poco de tiempo a la educación hacia la no violencia y se prestara atención a educar a los niños en un mundo más pacífico porque se está mezclando la hora de la comida con la hora de las bombas en la televisión. Todo esto se está pasando por alto y entiendo que nuestra función, o al menos mi manera de enfocar mi trabajo, es tocando cosas que me parecen dignas de poner sobre la mesa, hablarlas, solucionarlas, criticarlas, si es necesario.
-Habla de la necesidad de educación, ¿por ello se dirige a los más pequeños?
-No me gustan las moralejas en mis espectáculos ni tratar de educar con ellos. Lo único que me gustaría lograr es que la gente disfrutara con mis trabajo y que quedara un poso sobre algo en lo que pensar, tanto para lo malo como para lo bueno; pero que no les deje indiferentes es vital. El teatro ha de servir de revulsivo para provocar en el espectador cosas. Hago teatro por el placer de hacerlo y cuento historias por el gusto de contarlas.
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