lunes, 6 de mayo de 2013

La transgresión de lo que se representa granadahoy.com

No es este artista excesivamente conocido en los ambientes expositivos usuales; sin embargo, ahora llega a esa especie de meca artística soñada que es el Palacio de los Condes de Gabia y lo hace con absoluta solvencia, sin que su poca habitual presencia en los mentideros sea una rémora ni, mucho menos, algo así como una lotería que le haya tocado para llegar al centro artístico que tiene su sede en el viejo caserón de la Plaza de los Girones. 

Su pintura recrea un universo animal que, lejos de manifestar una mera ilustración naturalista, se sirve de ella para positivar un mundo mediato en el que el galgo es un elemento iconográfico que le permite hacer presente una realidad que abarca dimensiones más amplias que lo que la representación manifiesta. 

José Antonio García Amezcua, Guadix, 1964, es un pintor que plantea una pintura figurativa de muy buena factura y cuyos desenlaces significativos no tienen absolutamente nada que ver con las concreciones que ilustra. 

La realidad, muy bien acondicionada en su conjunto, muy acertadamente dispuesta en su conformación pictórica y manifestando una representación figurativa estricta y sin dispendios compositivos, sirve de base sustentante para desarrollar un ejercicio conceptual que abarca significativamente mucho más que lo que mirada atrapa. ¿Se acuerdan ustedes de René Magritte y su conocida obra La traición de las imágenes? La imagen de una simple pipa de fumar posibilitaba una nueva dimensión significativa -el propio autor lo manifiesta con la famosa frase "Ceci n'est pas une pipe" (esto no es una pipa)-, transgrediendo el hilo conductor del mensaje visual y abriendo la puerta para desarrollar todo un manifiesto sobre el valor ficticio de las imágenes representadas. 

El artista accitano se vale, en su comparecencia granadina, de una serie de imágenes de galgos -pulcramente pintados-, que abren nuevas perspectivas iconográficas a las figuras de estos determinantes galgos que dejan su situación preclara de esa raza de animal para convertirse en todo un tratado de nuevo desenlace significante. 

El bello animal se convierte, en la pintura de Amezcua, en un elemento icónico totalmente distinto del que la vista rescata. La imagen adopta una nueva realidad. El artista juega con el objeto plástico en forma de galgo, le da sentidos inesperados, los convierte en registros que encierran testimonios visuales mediatos, contrastando con la propia inmediatez de la representación que el artista tan contundentemente ejecuta para poner a prueba la perspectiva de un espectador desconcertado. 

Estamos, por tanto, ante un guiño de complicidades iconográficas, ante una ruptura de la línea representativa, ante un nuevo desenlace visual que transgrede la realidad y, como diría el gran pintor belga: "Estos no son galgos".

Feliz encuentro con este artista de Guadix al que, sin lugar a dudas, hay que tener, a partir de ahora, muy presente en esa muy buena dinámica artística granadina.

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