TRIBUNA
El Día de la Mujer Trabajadora se ha pervertido y rentabilizado por un feminismo alejado de sus nobles principios de equiparar a mujeres y hombres en derechos y obligaciones
Ni un paso atrás en la igualdad real |
Todos estamos de acuerdo que en la lucha por la igualdad ni un paso atrás. No se puede estar en contra de ese mantra mil veces repetido, porque en la carrera por la igualdad real seguimos casi en la casilla de salida. Una carrera frustrada porque hay otra por la falsa igualdad, en la que se ha medrado mucho por impulso de una extrema izquierda que sólo genera división, odio y consignas vengativas. Fines a los que se han incorporado otros representantes de arco político, por ignorancia, complicidad y cobardía, convertidos ahora en comparsa de esa farsa en la que el Día de la Mujer Trabajadora se ha contaminado, pervertido y rentabilizado por un feminismo alejado de sus nobles principios de equiparar en derechos y obligaciones a mujeres y hombres. Se ha convertido en un lobby supremacista.
Evidentemente, nadie quiere dar un paso atrás en la consecución de los derechos que las mujeres han ido alcanzando, tanto por sí mismas como con el apoyo de muchos hombres que no estábamos dispuestos a consentir ningún tipo de discriminación por razón de sexo. Todo el siglo XX ha sido testigo de esa primera carrera legítima y encomiable, que tuvo un hito fundamental en la promulgación de la Constitución de 1978. Todos los avances conseguidos se han desvanecido desde el momento que ese feminismo supremacista se ha infiltrado en todas las esferas de poder, en especial el poder mediático. Bajo el espejismo, la fachada de la igualdad, la que todos buscamos pero que no quieren, hemos retrocedido y se ha generado una nueva desigualdad. Hemos vuelto casi a la casilla de salida, mientras que, de forma desaforada, en esa otra pista de hielo, se patina en una interminable huida hacia adelante que nos lleva al desastre y al caos. Y es ahí donde enfáticamente se proclama que ni un paso atrás; pues claro, se resbalan.
Desde Vox nos posicionamos en favor de la igualdad real y en contra de toda clase de maltrato sobre la mujer. Los maltratadores nos dan asco, nos repugnan, solicitando incluso un endurecimiento de las penas contra violadores y maltratadores, sin complejos a la hora de dirigir el reproche penal y mediático contra aquellos que proceden de otras latitudes y culturas. Queremos proteger a las mujeres que sufren desigualdad y discriminación y se encuentran en situación de relación de poder respecto de sus parejas varones. Diferimos de lo que ese feminismo supremacista ha impuesto como concepto de maltrato y violencia de género, pues criminaliza al hombre, haciéndole culpable de antemano, por el mero hecho de ser hombre, y victimiza a la mujer, considerándola el sexo débil por el mero hecho de ser mujer.
La hipocresía que sostiene ese entramado genera abuso en detrimento de muchos padres, hijos y maltratadas que se invisibilizan de nuevo en esa turbia red de millones de denuncias falsas, espurias, abusivas o instrumentales, tras muchas de las cuales no se encuentra una situación de desigualdad, salvo que se piense que todas las mujeres en España se encuentran sometidas y necesitan de protección por el mero hecho de serlo. Evidentemente hay muchas que sí lo requieren, las que sufren maltrato en una tóxica vinculación a un varón que las discrimina. Ahora bien, el problema es que si se reduce esa protección a la dimensión real se acaba el negocio que sostiene a la industria de género. Porque a las verdaderas maltratadas los recursos que se destinan para su protección se nos antojan escasos, pues se destinan a otros fines que sólo sirven a las aspiraciones supremacistas de ese nuevo feminismo.
El 8-M se ha convertido en el clímax de esa otra forma de igualdad, la de la carrera de los tramposos, en la que se medra por oportunismo, como el de una brecha salarial fraudulenta, y todo bajo el amparo de una falsa igualdad que enaltecen puño en alto los neoprogrecomunistas. Un día con el que no se identifican millones de mujeres, orgullosas de ser trabajadoras y conseguir sus logros por sí mismas, y orgullosas de ser madres, exigiendo corresponsabilidad a los padres. Un día con el que no se identifican millones de madres y abuelas que se indignan cuando comprueban que el fanatismo de género no sólo criminaliza al varón adulto, sino incluso a sus hijos y nietos, a los que se castiga por el hecho de ser varones, reduciendo su tiempo de recreo y dejándoles sin el estímulo de un obsequio, por insignificante que sea. Una medida ilegal que contraviene toda la normativa que proscribe toda discriminación de trato en el ámbito educativo. Una medida no pedagógica, pues divide y discrimina injustificadamente, generando incomprensión. Porque resulta injusto y cruel que a unos niños se les culpabilice por un pasado machista, que nunca llegó a tener cuotas similares de crueldad e inhumanidad con las mujeres y las niñas de antaño.
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