Quizás a la política en cuestión le falte solo actualizar algo sus conocimientos científicos
Hace unos años durante una estancia académica en Chile pude comprobar cómo se activan ciertos estereotipos sobre el aspecto y el habla de las personas. El protagonista de los dos sucesos fue el que les escribe. Por entonces, mi barba aún era pelirroja y parece que con mi aspecto aparentaba cualquier cosa menos ser un nacido en Chile, supongo. En la plaza mayor de Talca se me acercó una persona a pedirme una moneda y tras mirarme de arriba abajo, me hizo el ruego en inglés. Me sorprendió el conocimiento de la lengua de Shakespeare en alguien que por su aspecto, yo también activé estereotipos, lindaba la indigencia. Mi sorpresa aumentó cuando luego se dirigió a mí en otro idioma que me pareció alemán. Puesto que yo no le contestaba, terminó exclamando: ¿en qué hablas tú? Terminé por sonreír y decirle que hablaba como él, en español. Estaba claro que por mi aspecto, parece que ni era chileno ni nada parecido. Tenía que ser un yanqui.
Y en esos mismos días, en la Universidad hablaba con un grupo de estudiantes españoles y uno de ellos no terminaba de creer que yo fuera de Granada. "Si es que se te entiende muy bien", me decía uno de ellos, natural de Bilbao. El chaval decía que cuando veía algo de los carnavales de Cádiz no podía entender nada. "Ni pollas", pensé en "granaíno", ya tenemos a otro español que cree que de Despeñaperros para abajo todos hablamos con la "grasia de mi arma Sevilla". Pues no.
Estos dos sucesos me vienen a la memoria al escuchar las declaraciones de cierta política representante del partido multiplicador (JxCAT) cuando dice que hay que hablar en catalán a quien por su aspecto no parezca ser catalán. Entiendo que a mí me hablarán en catalán, porque además tengo mucha familia allá. A la pobre política la han acusado de racista y xenófoba. Yo creo que no debe sentirse ofendida por ello; es más, estará contenta. Sus afirmaciones se fundan en diferenciar razas y grupos extraños, o sea algo ligado a lo que se le acusa. Algunas ramas de las ciencias médicas y la propia antropología lo defendían aún en el siglo XX. Quizás a la política en cuestión le falte solo actualizar algo sus conocimientos científicos. Pudiera ser que lo que realmente le moleste a la honorable política catalana es que su partido político no pueda cambiar su nombre y llamarse por las siglas NSCAP. De esta manera estaría más hermanado con el NSDAP. Vale.
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