TRIBUNA
Se piensa como se habla, de aquí que los estados totalitarios siempre hayan pretendido controlar el habla de los ciudadanos como forma de manipular el pensamiento
Totalitarismo a la vista |
Hemos conocido por los periódicos -las televisiones no dijeron una sola palabra sobre ello- las presiones que desde el Gobierno se han ejercido sobre la Real Academia Española a fin de cambiar el estilo literario de nuestra Constitución para adaptarla al constructo llamado "ideología de género". La RAE, por unanimidad y con olímpica elegancia, ignorando las presiones, respondió con un rotundo "no". Está bien, pues esas presiones son mucho más que una simple anécdota.
Se piensa como se habla, de aquí que los estados totalitarios siempre hayan pretendido controlar el habla de los ciudadanos como forma de manipular el pensamiento común. "Ingenieros de almas" llamaba Stalin a los literatos a su servicio; y sobre la lengua del Tercer Reich escribió el filólogo judío Víctor Klemperer durante sus años de ocultamiento en la Alemania nazi. También lo han pretendido y pretenden todas las democracias totalitarias. Porque la democracia totalitaria existe, y si bien no es posible la libertad sin democracia si es posible la democracia sin libertad.
En 1952, el historiador Jacob Leib Talmon publicaba Los orígenes de la democracia totalitaria, un estudio sobre el poder jacobino durante la Revolución Francesa. Dueños de la mayoría en la Asamblea, los jacobinos y sus aliados eliminaron democráticamente por mayoría a la oposición girondina mandándola en masa al cadalso. Discípulos de Rousseau, los jacobinos consideraban la mayoría como absoluta, depositaria de la verdad y, en consecuencia, legitimada para privar de derechos y libertades a la minoría. Es el sistema que encontramos hoy en lugares como la Nicaragua sandinista, la Venezuela bolivariana, la Argentina peronista, lo que fue el Perú de Fujimori o la Cataluña del siglo XXI, tan decidida a erradicar el castellano. Las presiones sobre la RAE revelan también así una inquietante tendencia en nuestra democracia española; tendencia que quizás se oculte bajo la tan publicitada consigna de una "Nueva Transición".
Los indicios son numerosos y van más allá de la manipulación del lenguaje. Las palabras recientes de la ministra de Educación y del siniestro Ábalos sientan la doctrina políticamente correcta: los padres carecen del derecho de educar a sus hijos en aquellos valores morales o religiosos que consideren más adecuados; desde ahora, ese derecho pasa a manos del Estado. A mediados de los años 50, el Frente de Juventudes hizo circular una encuesta sobre quién debería educar a los hijos: si los padres o el propio Frente. De modo que no está claro si el gobierno español de hoy progresa o retrocede. Cohortes de jóvenes educados desde niño en valores "progresistas".
Y qué decir del control y manipulación de la Justicia. No se trata sólo de nombramientos dudosos y maniobras bien conocidas sobre los órganos del Poder Judicial; estamos también asistiendo a una exhibición de desprecio por parte del Ejecutivo hacia las sentencias de los jueces. Asunto grave, pues si un jefe de Gobierno se reúne con un presunto delincuente que acaba de ser inhabilitado pero al que sigue considerando representante legítimo de Cataluña, ese presidente socava no sólo las leyes del Estado de Derecho sino la misma legitimidad del Gobierno de la nación. Coyuntura grave, sí, pero de la que no acaban de apercibirse ni el Partido Popular ni Ciudadanos, siempre cohibidos ante la supuesta superioridad moral de la progresía. ¿A qué viene, si no, la resurrección de Rajoy predicando el centro centrado? ¿A qué viene esa patológica manía de los cordones sanitarios que un Cs sin Rivera, cuando ya no es nada, sigue manteniendo? Por puro miedo reverencial se mantiene en Andalucía la impostura historiográfica, ignorante y totalitaria de la Media Memoria Histórica. Frente a esta deriva de aciagos recuerdos la Resistencia (a partir de ahora siempre habrá de escribirse con mayúscula), sin salirse de la Constitución, sin violar ni una sola ley del Estado de Derecho, actuando en el Parlamento y la calle, cada ciudadano según sus fuerzas, se convierte en legítima y en un deber moral y cívico.
Gracias a Dios, a diferencia de Cataluña y Marinaleda (versión pitiminí del asunto) la democracia española no es todavía totalitaria. Mas el totalitarismo se acercará paso a paso cada día si Casado y los restos de Ciudadanos no comprenden de una vez que el peligro para nuestras libertades no es Abascal, sino Iglesias y Rufián que son quienes en definitiva deciden sobre este patético Gobierno de progreso.
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