¿Acaso lo que nos interesa a los españoles es saber qué se va a hacer con los restos de José Antonio? Un personaje al que ignoran la mayoría de las actuales generaciones
La no-acción |
Por más que el argumento sea ya conocido, al final nunca deja de sorprendernos. La tarea fundamental del Gobierno parece consistir en no hacer nada. Incluso algo más: no hacer y no dejar hacer, como está sucediendo ahora.
Se supone que el Gobierno debería ser el principal actor en la última y más aguda de las oleadas de la pandemia que nos golpea con la última variante del virus. Como también debería esforzarse en rebajarnos la factura de la luz que nos asfixia en plena emergencia. Por no hablar del desastre económico. Pero hace tiempo que Pedro Sánchez parece desconectado de estas molestas cuestiones y se encuentra más cómodo en su brillante atalaya, la de señalarnos el magnífico horizonte futuro que nos espera. Seguramente es que hoy a los españoles nos interesan más otras cuestiones más alejadas de la realidad presente, como la memoria democrática, así que mejor olvidarnos de la gran crisis en la que estamos sumergidos.
El Gobierno probó la estrategia de la acción centralizada a comienzos de la pandemia, en 2020, y tiró prontamente la toalla para dejar las decisiones en manos de las Comunidades Autónomas. Prometió presentar proyectos para renovar nuestros soportes legales y se la han olvidado. Afirmó que estaría al servicio de las comunidades en la lucha contra la pandemia y ahora se pone a mirar para otro lado, dejándolas bregar solas con una legislación inadecuada y un poder judicial que ofrece respuestas heterogéneas. ¿Acaso lo que nos interesa a los españoles a estas alturas es saber qué se va a hacer con los restos de José Antonio? Un personaje al que ignoran la mayoría de las actuales generaciones.
Pero es que la no-acción no consiste solamente en cruzarse de brazos: se trata de desarrollar paralelamente una estrategia de imagen, un relato, una presencia virtual en pantalla, un nicho atractivo donde visualizar a nuestros dirigentes en sus comparecencias mediáticas sin preguntas de los periodistas. La no-acción se transmuta así en pura acción virtual, y se supone que todos nos sentimos felices de ver a Pedro Sánchez viajando por Estados Unidos: bonitos enfoques, atractivas sonrisas, oportunos discursos. Es el gran momento de éxito de los asesores de imagen, esos brillantes periodistas que ignoran toda estrategia consistente de gobierno, para preocuparse de otras cuestiones más decisivas como el share o el tuiteo.
La no acción se ha convertido ya en el paradigma que explica la lógica de la acción gubernamental, y no sólo porque exista una evidente incapacidad estratégica o instrumental en el seno de nuestro ejecutivo sino por una segunda y ventajosa razón: quien no actúa ni se equivoca ni se hace responsable. ¿Cómo acusar ahora al ex vicepresidente de Asuntos Sociales de ser políticamente responsable del desastre que sufrieron nuestras residencias de ancianos en las primeras semanas de la pandemia? Si él no hizo nada, no puede ser responsable de nada, además de que se trataba de un ámbito de competencias autonómicas. Del mismo modo que la ministra de sanidad tampoco hace ni puede hacer nada, porque la sanidad está también en manos de las autonomías, y en consecuencia ella no es responsable de nada, aparte de dar bonitos discursos.
Este objetivo final de no hacerse responsable de nada es la consecuencia inmediata de un postulado previo: que la auténtica misión del gobierno es la de no hacer nada. El poder del Gobierno ha dejado de ser un instrumento destinado a transformar la realidad y a resolver problemas sociales, para pasar a convertirse en un simple trofeo, un premio del que disfruta la mayoría: o sea, para hacerse fotos y salir en la tele. El Gobierno hoy es pura gobermedia, desarrollando una mera acción virtual sin ninguna implicación de responsabilidades.
Y, por supuesto, queda la última vuelta de tuerca: ¿entonces quién es el responsable de que las cosas vayan tan mal en nuestro país, de que vaya mal el empleo, la vivienda, la economía y la sanidad? La respuesta parece sencilla: obviamente la culpa es de la oposición. Lo está vendiendo ya Sánchez en Estados Unidos: el único problema de nuestro país reside en la oposición. De esta forma, el gobierno sólo tiene que desarrollar una estrategia simple, oponerse a la oposición y punto. Nada de objetivos programáticos, medidas instrumentales, previsiones financieras, movilización burocrática, apoyo de la ciudadanía, orquestación de las esferas públicas. Nada de nada.
La no-acción se ha convertido en la estrategia de gobierno perfecta y por eso según el CIS el PSOE está subiendo en las encuestas.
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