HAN PASADO CASI QUINCE AÑOS DEL DESASTRE DE AZNALCÓLLAR
El lagarto ocelado es una de las especies de reptiles generalistas que han colonizado rápidamente el Corredor Verde del Guadiamar (foto: Rocío Márquez). |
Tras casi quince años de Aznalcóllar, una de las mayores catástrofes ecológicas de la historia de España, las comunidades de reptiles y aves se han recuperado
en buena medida del impacto ambiental del
vertido de lodos tóxicos. Entre 2000 y 2009,
la Universidad de Granada ha documentado
como, poco a poco, el Corredor Verde
del Guadiamar vuelve a la vida.
Texto: Diego Ontiveros, Rocío Márquez, Juan M. Pleguezuelos, Xavier Santos,
Juan R. Fernández-Cardenete y Jesús Caro
en buena medida del impacto ambiental del
vertido de lodos tóxicos. Entre 2000 y 2009,
la Universidad de Granada ha documentado
como, poco a poco, el Corredor Verde
del Guadiamar vuelve a la vida.
Texto: Diego Ontiveros, Rocío Márquez, Juan M. Pleguezuelos, Xavier Santos,
Juan R. Fernández-Cardenete y Jesús Caro
Al norte del Parque Nacional de Doñana, el vertido de los lodos tóxicos de la mina de Aznalcóllar fue el accidente de contaminación terrestre del medio ambiente más grande ocurrido en España (1). El 25 de abril de 1998 el muro de contención de los lodos colapsó. Más de seis millones de metros cúbicos de sólidos tóxicos y agua ácidas, con elevada concentración de arsénico y metales pesados, se liberaron al valle del río Guadiamar. Llegaron a ocupar un frente próximo a los mil metros en algunos puntos, a lo largo de más de sesenta kilómetros de longitud, hasta que fueron detenidos al llegar al norte del Parque Nacional, tras haber inundado casi 4.300 hectáreas (2).
La Junta de Andalucía expropió los terrenos afectados, donde comenzó un programa de restauración ecológica. Sus principales pasos fueron remover los lodos tóxicos y el suelo original hasta una profundidad de veinte centímetros, añadir tierra caliza –como enmienda, para corregir la acidez del sustrato– y una nueva capa de suelo fértil y regenerar la vegetación (3). El lugar fue vallado, el acceso restringido y toda el área (2.700 hectáreas) se constituyó como Paisaje Protegido del Corredor Verde del Guadiamar, con la intención añadida de conectar ecológicamente dos grandes espacios naturales, Sierra Morena, al norte, y el Parque Nacional de Doñana, al sur.
Poco después de la restauración del hábitat dentro del Corredor Verde del Guadiamar, comenzó el seguimiento de diversas comunidades de seres vivos –vegetación, hormigas, escarabajos, mariposas, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos– con objeto de evaluar la recuperación del sistema y la validez de las medidas emprendidas, implicando a un total de doce grupos de investigación. La mayoría de las comunidades evaluadas mostró un incremento tanto en número de especies como de individuos (4), aunque el proceso de recuperación en cada una de ellas distó mucho de ser parejo.
Un equipo de investigadores del Departamento de Zoología de la Universidad de Granada emprendimos el seguimiento de dos comunidades de vertebrados, reptiles y aves, la primera durante el período 2000-2006 y la segunda entre los años 2001 y 2009. Para los reptiles se analizó la evolución del número de especies y de individuos tras el accidente y el efecto que produjo la instalación de refugios artificiales (los naturales habían sido destruidos en las tareas de limpieza del suelo). Para las aves, determinamos la evolución de las poblaciones en el tiempo y la comparamos con una zona próxima de características similares, pero no afectada por el vertido.
El trabajo de los nueve años de seguimiento lo hemos plasmado en tres artículos científicos publicados en revistas internacionales y en una tesis doctoral (5, 6 y 7). Tras este dilatado período, un número elevado de visitas y la participación de distintos colaboradores la experiencia no ha estado exenta de anécdotas. En nuestro caso, llegamos a ser denunciados por no respetar la señalización de acceso prohibido al corredor –a pesar de estar desarrollando un proyecto pagado por la Administración– y alguna máquina arrasó decenas de refugios que habían sido habilitados para los reptiles. No obstante y pese a los problemas iniciales de coordinación de los macroproyectos Picover (investigación) y Secover (seguimiento) lanzados por la Junta de Andalucía, el trabajo de campo pudo realizarse con éxito.
La Junta de Andalucía expropió los terrenos afectados, donde comenzó un programa de restauración ecológica. Sus principales pasos fueron remover los lodos tóxicos y el suelo original hasta una profundidad de veinte centímetros, añadir tierra caliza –como enmienda, para corregir la acidez del sustrato– y una nueva capa de suelo fértil y regenerar la vegetación (3). El lugar fue vallado, el acceso restringido y toda el área (2.700 hectáreas) se constituyó como Paisaje Protegido del Corredor Verde del Guadiamar, con la intención añadida de conectar ecológicamente dos grandes espacios naturales, Sierra Morena, al norte, y el Parque Nacional de Doñana, al sur.
Poco después de la restauración del hábitat dentro del Corredor Verde del Guadiamar, comenzó el seguimiento de diversas comunidades de seres vivos –vegetación, hormigas, escarabajos, mariposas, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos– con objeto de evaluar la recuperación del sistema y la validez de las medidas emprendidas, implicando a un total de doce grupos de investigación. La mayoría de las comunidades evaluadas mostró un incremento tanto en número de especies como de individuos (4), aunque el proceso de recuperación en cada una de ellas distó mucho de ser parejo.
Un equipo de investigadores del Departamento de Zoología de la Universidad de Granada emprendimos el seguimiento de dos comunidades de vertebrados, reptiles y aves, la primera durante el período 2000-2006 y la segunda entre los años 2001 y 2009. Para los reptiles se analizó la evolución del número de especies y de individuos tras el accidente y el efecto que produjo la instalación de refugios artificiales (los naturales habían sido destruidos en las tareas de limpieza del suelo). Para las aves, determinamos la evolución de las poblaciones en el tiempo y la comparamos con una zona próxima de características similares, pero no afectada por el vertido.
El trabajo de los nueve años de seguimiento lo hemos plasmado en tres artículos científicos publicados en revistas internacionales y en una tesis doctoral (5, 6 y 7). Tras este dilatado período, un número elevado de visitas y la participación de distintos colaboradores la experiencia no ha estado exenta de anécdotas. En nuestro caso, llegamos a ser denunciados por no respetar la señalización de acceso prohibido al corredor –a pesar de estar desarrollando un proyecto pagado por la Administración– y alguna máquina arrasó decenas de refugios que habían sido habilitados para los reptiles. No obstante y pese a los problemas iniciales de coordinación de los macroproyectos Picover (investigación) y Secover (seguimiento) lanzados por la Junta de Andalucía, el trabajo de campo pudo realizarse con éxito.
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