El jengibre ha tenido, a lo largo de la historia de la gastronomía, un papel esencial en la elaboración de todo tipo de platos, bebidas o repostería. Además, esta raíz ha sido considerada por muchas culturas milenarias como un medicamento todoterreno que estaba presente en el tratamiento de gran parte de las dolencias más comunes de nuestro tiempo. Por todo esto, y por su capacidad de aumentar la temperatura corporal y reforzar nuestras defensas ahora que llegan los meses de más frío, el jengibre se merece un pequeño homenaje.
El medicamento universalTanto la medicina ayurvédica como la india han utilizado jengibre durante siglos por su capacidad de mejorar las digestiones pesadas, descongestionar las vías respiratorias o depurarnos. También se ha usado con mucho éxito para mitigar mareos y náuseas, sobre todo los causados por los transportes marítimos. Quienes se mareen con el movimiento, deberían llevar un trocito de jengibre fresco para masticar antes de subirse a un coche, autobús o barco para realizar largas distancias. Del mismo modo, las embarazadas se pueden beneficiar de este ingrediente para vencer las náuseas de los primeros meses. Y, si seguimos repasando sus propiedades, no podemos dejar de mencionar que esta raíz es febrífuga, anticancerígena, antirreumática, cardiotónica y estimulante de los jugos gástricos. Además, según muchos estudios, tomando una infusión al día de jengibre reducimos nuestros niveles de colesterol malo y triglicéridos.
Cuatro sabores en uno
Con su personalidad rica en contrastes, el jengibre nos va a asegurar muchos logros en nuestra cocina diaria, aunque siempre hay que usarlo con mesura por su intenso aroma. El truco es introducirlo poco a poco en nuestros platos hasta dar con la cantidad deseada. Entre sus matices encontraremos notas dulces, agrias, amargas y picantes, aunque estas últimas se van suavizando cuanto más tiempo lleve cocinado. Gracias a estos aromas y a su capacidad bactericida y conservante, añadir jengibre a nuestros marinados será garantía de éxito. Y, además de dar vida a muchas creaciones saladas como salsas, sopas o arroces, también mejorará el sabor de muchos postres y tartas, especialmente las de zanahoria. Por ejemplo, ponerle un toque de jengibre a nuestras mermeladas les va a dar un punto delicioso y las va a transformar en dulces terapéuticos.
Con su personalidad rica en contrastes, el jengibre nos va a asegurar muchos logros en nuestra cocina diaria, aunque siempre hay que usarlo con mesura por su intenso aroma. El truco es introducirlo poco a poco en nuestros platos hasta dar con la cantidad deseada. Entre sus matices encontraremos notas dulces, agrias, amargas y picantes, aunque estas últimas se van suavizando cuanto más tiempo lleve cocinado. Gracias a estos aromas y a su capacidad bactericida y conservante, añadir jengibre a nuestros marinados será garantía de éxito. Y, además de dar vida a muchas creaciones saladas como salsas, sopas o arroces, también mejorará el sabor de muchos postres y tartas, especialmente las de zanahoria. Por ejemplo, ponerle un toque de jengibre a nuestras mermeladas les va a dar un punto delicioso y las va a transformar en dulces terapéuticos.
Un ingrediente versátilSi hay algo que despista a muchos con el jengibre es la variedad de formas con las que se presenta en el mercado. Cada una de ellas da como resultado un producto con una personalidad propia. Lo tenemos en su formato original de raíz (fresco), seco y pulverizado, cristalizado, confitado, en infusión o aceite esencial. En función de su formato, cambia mucho el modo de conservarlo. Por ejemplo, una de las mejores formas de conservar las raíces frescas es congelándolas. Después sólo tendremos que rallar lo que vayamos a necesitar sin necesidad de descongelarla. Al jengibre seco sólo hay que meterlo en un recipiente hermético y en una zona fresca y libre de humedad, teniendo en cuenta que, aunque nos puede durar varios años en este formato, con el paso de los meses va ir perdiendo fuerza y aromas.
Por Laura Kohan
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