Después de que un incendio acabara con el chiringuito en el que había depositado su esfuerzo y su dinero, Ángeles pide su última oportunidad
-
LAURA UBAGO | MOTRIL
Ángeles muestra el local en el que le gustaría montar un bar con ayuda de la gente. :: MANUEL BÉJAR
A sus 54 años, Ángeles Vargas busca su última oportunidad, o la penúltima. Su vida tiene, desafortunadamente, los mismos ingredientes que la de una inmensa mayoría: está en paro y nadie la contrata, lleva mucho tiempo sin pagar la hipoteca y teme el desahucio de sus padres. Pero Angie -como la conocen- tiene agallas, tantas como para coger una furgoneta antigua y recorrer pueblos vendiendo fruta o para remover armarios y poner a la venta toda su ropa.
La máxima felicidad y la ruina llegaron juntas a la vida de esta vecina de Calahonda cuando decidió -tras haberse criado detrás de la barra del chiringuito de sus padres en Motril- montar su propio negocio a pocos metros de la playa de Torrenueva. Tras vivir un verano glorioso -el de 2009- ofreciendo precios anticrisis y simpatía, a pocos días de inaugurar la temporada de 2010, alguien decidió meterle fuego a su chiringuito, 'El último', que era entero de madera. Cuando Angie llegó, aquella noche del 22 de mayo, todo su esfuerzo había quedado reducido a ceniza. Se quedó paralizada, lloró, pero no se rindió y en 14 días levantó de nuevo el chiringuito con dinero prestado de sus primos y de una clienta de un antiguo restaurante en el que trabajaba que le regaló un sobre con 4.000 euros.
«Ese verano fue bien aunque me desapareció dinero de la caja. El de 2011 fue un fracaso porque el Ayuntamiento de Torrenueva no me dejaba poner música, ni luces... y saqué lo justo para montarlo», explica Ángeles Vargas que decidió no levantar otro verano más el chiringuito que ya no le daba beneficios sino que le generaba deudas. De hecho, debe todavía 60.000 euros de las inversiones que tuvo que hacer para montar y reflotar el negocio.
«He tenido ganas de quitarme la vida y he estado enferma, pero no me rindo, quiero trabajar en lo que sea», asegura esta mujer que agradece a todos aquellos que le ayudaron a levantar el chiringuito de nuevo.
Angie lleva diez meses cobrando la ayuda de 426 euros. No tiene casi nada cotizado porque aunque toda su vida ha estado trabajando, pocas veces le han dado de alta. «Tengo que trabajar, para pagarle a la gente lo que le debo», expresa esta emprendedora a la que le suena el teléfono y ella, apurada, da explicaciones a quien, al otro lado, le pregunta por una deuda.
Ahora, como última opción, como un sueño renovado, Ángeles Vargas ha visto un bajo en Torrenueva en el que podría montar un bar para saldar las deudas y poder vivir. «He criado a mis dos hijos sola, estoy segura de que también voy a salir de esta», asegura. No quiere dinero, quiere ayuda. «Que sea un bar solidario. Yo prometo ir devolviéndolo cuando pueda. Que no me den dinero, que me presten ladrillos para la obra, maquinaria... que confíen en mí que no les voy a fallar», suplica desesperada.
«No me voy a rendir porque siento amor por la hostelería, porque me encanta que los clientes se vayan contentos y quiero volver a sentir eso», cuenta Ángeles, que pide préstamos solidarios para levantar su bar y volver a trabajar, que todavía tiene la vida por delante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario