El director de la Compañía Nacional de Danza y primer bailarín de la Ópera de París ofrece una clase magistral dentro de los Cursos Manuel de Falla
G. CAPPA GRANADA
Un entusiasta allegro suena machaconamente mientras las bailarinas se desplazan bajo la atenta mirada de José Carlos Martínez, director del Ballet Nacional de Danza, estrella de la Ópera de París y, ayer, profesor de los Cursos Manuel de Falla que patrocina la Fundación Loewe. Romero es tranquilo pero demanda precisión, una forma de bailar muy orgánica pero clásica al mismo tiempo. Mario Maya decía que se retiró de los escenarios y se centró en la coreografía porque para ponerse delante del público hay que tener una presencia física. Y Martínez, aunque ha dado prioridad a la dirección, se desplaza por la sala acariciando el suelo pese a su más de 1,80 de estatura. En este momento es un ser etéreo que se vuelve a ser humano en cuanto sale de la sala de ensayos. "El nivel es muy bueno, sobretodo es gente muy motivada y con ganas de aprender, lo que es una gran motivación para mí", señala el bailarín sobre las 25 alumnas que fueron seleccionadas después de mandar un vídeo interpretando un allegro y un adagio. "Cuando yo empecé había mucho menos nivel, yo me tuve que ir de España por esta razón, incluso los conservatorios no estaban tan organizados como ahora, la escuela española de danza ha evolucionado mucho y los bailarines llegan con una preparación que antes no existía", continúa en un descanso de las clases.
José Carlos Martínez, que fue elegido por Rudolf Nureyev para formar parte del cuerpo de baile del Ballet de la Ópera de París, opina que el futuro de la danza está difícil por la falta de compañías. "Todos estos alumnos, cuando terminan de formarse, si quieren bailar clásico tienen que irse forzosamente al extranjero porque en España no hay compañías. Es algo muy raro, hay muy buenas escuelas que forman a muy buenos bailarines, pero hay muy pocos puestos de trabajo, lo que hace que en todas las compañías del mundo haya bailarines españoles".
En cuanto al público, en el Festival de Música y Danza de Granada se repite cada año que las entradas para ver el Lago de los Cisnes se agotan el primer día, pero cuesta más trabajo llevar al público al Generalife con propuestas más vanguardistas. "Hay mucha falta de eso, ha habido muchos años sin ballet clásico, solo con las compañías extranjeras que vienen de vez en cuando, y la gente está deseando ver este tipo de repertorio", sostiene.
El director de la Compañía Nacional de Danza no da la imagen de profesor estricto y tirano, da las instrucciones con la misma sutileza que usa para la danza, "Ya no es necesario", sostiene. "Los profesores de la escuela antigua con el bastón repartiendo palos cuando no se hacen bien las cosas forman parte de la historia, yo parto de la base de que los alumnos que están ahí es porque tienen ganas de trabajar, por lo que no es necesario machacarlos, al contrario, hay que sacar los mejor de ellos y motivarlos para seguir adelante. S alguien no puede hacer algo es porque no sabe, así que sólo hay que explicarle cómo hacerlo", defiende Martínez aunque, al tiempo, dice que se puede transmitir la técnica, la base de la interpretación, "pero hay una parte que viene de dentro, que está en la sangre".
En cuanto a la posibilidad de que alguna alumna lo haya deslumbrado tanto como para ficharla para la Compañía Nacional, Martínez explica que, al ser una entidad del Estado, es empleo público y no puede hacer como otros coreógrafos, fichando lo mejor que ven. Como mucho puede invitarlas a las audiciones de la Compañía Nacional que se celebran en julio.
El bailarín fue uno de los grandes protagonistas de la pasada edición del Festival de Música y Danza al recibir Medalla de Oro y presentar Romeo y Julieta. No tiene todavía ningún proyecto definido para futuras apariciones en Granada aunque, de momento, está ampliando el repertorio con obras como Giselle, "que no se hacía en la compañía en los últimos 25 años". "Estamos trabajando para ir cada año a los festivales con un repertorio diferente", sostiene después de dos años al frente de la formación, tiempo en el que ha conseguido que vuelvan las puntas y el ballet clásico. "Estamos en esta línea, pero sin perder esa faceta contemporánea de los últimos años, no me parecía bien abandonar lo que se había hecho antes, hacer lo opuesto a lo que había", señala en referencia al trabajo de su antecesor, Nacho Duato.
Y aunque en la clase magistral demuestra que la dirección no le ha entumecido los músculos, afirma que la Compañía Nacional ocupa el 95% de su tiempo y que su faceta de bailarín está ahora mismo en un segundo plano. "Había que hacer una transformación, la crisis está en todos lados, no sólo en España, y para hacer funciones hay que hacer un gran esfuerzo", cuenta Martínez en el descanso después de más de dos horas y media de ensayo, aunque en el programa figuraba que esta primera sesión era de dos horas. Vuelve con los alumnos y el pianista comienza de nuevo a tocar con un virtuosismo y un entusiasmo contagioso, adornándose. Todos quieren dar lo mejor ante una de las grande figuras de la danza contemporánea.
José Carlos Martínez, que fue elegido por Rudolf Nureyev para formar parte del cuerpo de baile del Ballet de la Ópera de París, opina que el futuro de la danza está difícil por la falta de compañías. "Todos estos alumnos, cuando terminan de formarse, si quieren bailar clásico tienen que irse forzosamente al extranjero porque en España no hay compañías. Es algo muy raro, hay muy buenas escuelas que forman a muy buenos bailarines, pero hay muy pocos puestos de trabajo, lo que hace que en todas las compañías del mundo haya bailarines españoles".
En cuanto al público, en el Festival de Música y Danza de Granada se repite cada año que las entradas para ver el Lago de los Cisnes se agotan el primer día, pero cuesta más trabajo llevar al público al Generalife con propuestas más vanguardistas. "Hay mucha falta de eso, ha habido muchos años sin ballet clásico, solo con las compañías extranjeras que vienen de vez en cuando, y la gente está deseando ver este tipo de repertorio", sostiene.
El director de la Compañía Nacional de Danza no da la imagen de profesor estricto y tirano, da las instrucciones con la misma sutileza que usa para la danza, "Ya no es necesario", sostiene. "Los profesores de la escuela antigua con el bastón repartiendo palos cuando no se hacen bien las cosas forman parte de la historia, yo parto de la base de que los alumnos que están ahí es porque tienen ganas de trabajar, por lo que no es necesario machacarlos, al contrario, hay que sacar los mejor de ellos y motivarlos para seguir adelante. S alguien no puede hacer algo es porque no sabe, así que sólo hay que explicarle cómo hacerlo", defiende Martínez aunque, al tiempo, dice que se puede transmitir la técnica, la base de la interpretación, "pero hay una parte que viene de dentro, que está en la sangre".
En cuanto a la posibilidad de que alguna alumna lo haya deslumbrado tanto como para ficharla para la Compañía Nacional, Martínez explica que, al ser una entidad del Estado, es empleo público y no puede hacer como otros coreógrafos, fichando lo mejor que ven. Como mucho puede invitarlas a las audiciones de la Compañía Nacional que se celebran en julio.
El bailarín fue uno de los grandes protagonistas de la pasada edición del Festival de Música y Danza al recibir Medalla de Oro y presentar Romeo y Julieta. No tiene todavía ningún proyecto definido para futuras apariciones en Granada aunque, de momento, está ampliando el repertorio con obras como Giselle, "que no se hacía en la compañía en los últimos 25 años". "Estamos trabajando para ir cada año a los festivales con un repertorio diferente", sostiene después de dos años al frente de la formación, tiempo en el que ha conseguido que vuelvan las puntas y el ballet clásico. "Estamos en esta línea, pero sin perder esa faceta contemporánea de los últimos años, no me parecía bien abandonar lo que se había hecho antes, hacer lo opuesto a lo que había", señala en referencia al trabajo de su antecesor, Nacho Duato.
Y aunque en la clase magistral demuestra que la dirección no le ha entumecido los músculos, afirma que la Compañía Nacional ocupa el 95% de su tiempo y que su faceta de bailarín está ahora mismo en un segundo plano. "Había que hacer una transformación, la crisis está en todos lados, no sólo en España, y para hacer funciones hay que hacer un gran esfuerzo", cuenta Martínez en el descanso después de más de dos horas y media de ensayo, aunque en el programa figuraba que esta primera sesión era de dos horas. Vuelve con los alumnos y el pianista comienza de nuevo a tocar con un virtuosismo y un entusiasmo contagioso, adornándose. Todos quieren dar lo mejor ante una de las grande figuras de la danza contemporánea.
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