Desde 1975, la galería Sperone Westwater de Nueva York, una de las más influyentes del mundo, ha ejercido una función crucial en la introducción de artistas europeos en EEUU. En su cartera figuran además referentes norteamericanos como Bruce Nauman, a quien el Museo Picasso de Málaga dedica hasta el 1 de septiembre su primera gran exposición en España desde la retrospectiva que acogió el Reina Sofía hace 25 años. Angela Westwater, responsable de la galería, es una de las principales artífices de la muestra.
-¿Es Bruce Nauman la prueba de que el arte debe negarse a sí mismo?
-Es importante comprender a Nauman en relación con la historia y con otros artistas. Nauman escribió mucho sobre otros artistas, investigó sobre ellos, tuvo en cuenta su obra. A menudo se le considera un iconoclasta, pero en realidad se trata de un radical. Y ser un radical no entraña una negatividad, así que no creo que sea tan evidente una negación del arte en Nauman. A partir de Picasso, por ejemplo, lo que hace es preguntarse por las posibilidades del arte a la hora de albergar ideas más abstractas, sin dejar de crear un arte político.
-¿Esa deuda con Picasso significa entonces una afirmación del arte?
-Es difícil responder a eso. Nauman asumió la muy difícil cuestión de qué hacer con el arte después de Picasso, pero en realidad decidió romper los límites en relación con el expresionismo abstracto que reinaba en EEUU. Descubrió a Picasso en Chicago, donde pudo ver su obra junto a la de otros artistas americanos como De Kooning, de modo que el malagueño encajó en su obsesión junto a los expresionistas a los que ya conocía bien. Nauman se interesó siempre por cómo los artistas que le precedieron fueron capaces de abrir ventanas para estudiar la condición humana. Y Picasso tuvo que ver, pero en conexión con el arte americano.
-Con referentes intelectuales como Wittgenstein y Samuel Beckett, ¿en qué medida es Nauman un artista europeo?
-Nauman leyó en su momento a los principales intelectuales europeos movido por la misma inquietud: el conocimiento de la condición humana. A Nauman le impresionó mucho leer en Wittgenstein la frase "La rosa tiene dientes en el hocico del animal". Tanto, que uno de sus primeros dibujos se tituló Rose has no teeth. Encontró ahí una forma de expresión muy libre, que no se plegaba a las apariencias y que además se refería a las cosas con cierto humor, sobre todo desde el absurdo. Beckett, con todos esos personajes dedicados a tareas arbitrarias, fue también una influencia enorme. Y en EEUU era más difícil encontrar un pensamiento que, desde la lógica del absurdo, le ayudara a romper límites y cuestionar lo establecido.
-Wittgenstein también dijo aquello de "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo".
-Sí, así es. Y hay una relación directa entre esa idea y el arte de Nauman.
-¿Percibe alguna influencia de Bruce Nauman en los artistas de las generaciones posteriores?
-Bueno, a veces vas a ver exposiciones de artistas jóvenes y encuentras cosas que Nauman hizo en 1967. Pero las influencias funcionan de otra manera, más amplia. Creo que Nauman abrió algunas puertas a la posibilidad de que el arte aborde cuestiones abstractas y algunos han seguido después ese camino, sí. Además, una característica clave en él es haber adoptado una postura ética ante el arte, ya que lo entiende como un trabajo, como una tarea a la que hay dedicar mucho tiempo. No es sólo un capricho conceptual, sino algo mayor en términos de responsabilidad ética. Así que Nauman cambió la percepción que muchos tenían de lo que hace o debe hacer un artista. En esto sí que ha ejercido, y ejerce, una gran influencia.
-¿Podríamos hablar de espiritualidad en su obra?
-¿Qué entiendes por espiritualidad?
-La proyección personal a la trascendencia.
-Eso es una cuestión muy personal. Dependerá de la impresión de cada uno ante sus obras. Es cierto que hay en ellas una preocupación existencialista, que puede llegar a convertirse en una cuestión autobiográfica. Como en Kandinsky.
-Cuando me ha preguntado por la espiritualidad, he pensado justamente en Kandinsky.
- Sí, pero me cuesta establecer una relación entre ambos. Recientemente tuvimos en Nueva York, en el Guggenheim, una exposición de Hilma af Klint que ha sido una verdadera revelación allí. Algunos críticos afirmaron que es mejor que Kandinsky, otros se mostraron contrarios a esta idea. Pero hablamos de artistas que trabajaron mucho a partir de su propia biografía, de su mundo particular, de una individualidad radical, y esto genera siempre reacciones encontradas. Entonces, habrá quien encuentre alguna cuestión espiritual en Nauman y quien no la encuentre en absoluto.
-¿Es usted optimista respecto a la posibilidad de un arte relevante hoy día?
-Sí, lo soy. Algo hay. Pero depende. En EEUU tenemos un contexto político muy concreto, y no me refiero a Trump, sino al peso determinante de la corrección política. En su momento se logró cierto equilibrio entre la libertad del artista y la corrección política, pero ahora el equilibrio se ha roto, con lo que ambos elementos están en conflicto. Espero que volvamos a reponer el equilibrio. Lo importante ahora no es el dinero, sino el trabajo de los artistas y su reconocimiento. Vivimos un periodo de transición.
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