"Un niño tiene que entender por qué hace lo que hace" |
Patricia Ramírez es doctora por la Universidad de Granada en Psicología y colabora con numerosos medios de comunicación. Es, además, psicóloga deportiva de alto rendimiento, lo que le ha llevado a trabajar con Pepe Mel en el Betis o con Gregorio Manzano en el Mallorca y a publicar varios libros especializados. También es experta en técnicas para comer con serenidad, lo que le ha valido para impartir varios talleres sobre la materia. En esta nueva obra, Educar para la serenidad, ofrece "soluciones creativas para padres desesperados".
-Acaba de publicar el libro Educar con serenidad. Esto me obliga a hacerle una pregunta. ¿Es usted madre?
-De cuatro, nada menos.
-Y supongo que habrá aplicado sus técnicas.
-Sí, mis conejillos de indias. Y funciona, puedo asegurarlo. En mi libro aporto creatividad y juegos para llevar a cabo el objetivo final a través de la diversión, pero detrás de todo ello hay rigor científico. Lo que hago es mostrar que lo que está demostrado por la ciencia se puede aplicar en casa.
-Trata habitualmente con padres. ¿En qué se diferencian los padres de ahora de, no sé, los de hace treinta años?
-Son muy distintos. Están mucho más involucrados en la educación de los hijos. No sólo las madres, también ellos. Esto a veces lleva a la sobreprotección o a querer abarcar demasiado, lo que puede llevar a la frustración. Para evitarlo es necesario la formación.
-Pero hay un exceso de información. Un sitio dice haz esto, otro dice haz lo contrario.
-Sí, pasa un poco como con la nutrición. El exceso de información lleva a la confusión. Hay que saber buscar. La disciplina positiva, el respeto absoluto al niño... Eso son reglas básicas.
-Que son difíciles de aplicar cuando el niño se pone imposible.
-Es que un niño puede perder los papeles, nadie le ha enseñado a no hacerlo. El que no puede perder los papeles es el padre. Los padres somos el modelo de conducta del niño. Si el padre pierde los nervios, le está ofreciendo al niño un modelo erróneo por el que conducirse.
-No perder los nervios ante una rabieta.
-No perder los nervios nunca. Una rabieta no la puedes parar al momento. Hay que darle al niño un espacio para que se calme. Un "venga que te calles" no va a ayudar mucho porque el cerebro de un niño no se recoge y se repliega cuando él quiere. Por eso es una educación continuada en el que él sepa conocerse, que identifique, por ejemplo, en qué nivel de rabia está del cero al cinco. Hay un juego en el que le dices al niño que es un robot y, como haces con un robot, le puedes dar al botón de accionar o de parar. Pero eso es algo que no puedes hacer en ese momento, es algo que hay que haber trabajado antes. A través del juego le enseñas a controlar las emociones. Si le das voces, él no te escucha, igual que cuando los adultos nos damos voces. Una lectora me decía el otro día en Instagram que muchas de las cosas que decía en el libro se las iba a aplicar ella pero a su relación entre adultos.
-Hacerle razonar con un "haz esto porque yo lo digo" no nos va a dar muchos resultados.
-Ese tipo de frases forman parte de hábitos aprendidos. La educación que en muchos casos recibimos de nuestros padres no tiene nada que ver con lo que ahora queremos trasladar. A un niño hay que darle un espacio para negociar. No hay que crear niños sumisos. Obedecer a la primera puede ser hasta peligroso porque el niño tiene que entender por qué hace lo que hace, porque eso le servirá más adelante. Si todo es imposición tendrá menos armas en el futuro para contar con un pensamiento crítico.
-También le dedica un espacio al miedo de los niños. Esos miedos pueden surgir, además, sin que nos demos cuenta.
-Es muy importante hablar de las emociones con los hijos. Después de una película hay que hablar con ellos de lo que hemos visto, o después de leer un libro. Si el niño te dice que tiene miedo no puedes contestar que qué tontería, que tal cosa no da miedo. Hay que respetar su estado emocional porque, de lo contrario, el niño tenderá a pensar que sus emociones no existen, a pesar de que ellos las sientan.
-Ahora en los colegios hay una epidemia. Son los diagnósticos de trastornos de hiperactividad o de falta de atención, los TDHA, que se combaten con medicamentos.
-Es verdad que antes no existía ese diagnóstico. Decíamos que eran niños nerviosos. No es mi área y no soy quién para decir si los niños deben medicarse o no. Para cualquier niño con déficit de atención existe un protocolo y no creo que se medique a un niño si no lo necesita. Sí puedo decir que las técnicas de meditación pueden ser una actividad complementaria que ayudaría.
-Los padres ahora tienen una niñera y un enemigo en los videojuegos.
-No hay que verlos como un enemigo. Consiste en poner límites y hacerles ver a los niños las ventajas y las desventajas. Darles toda la información. Es importante jugar con ellos y conocer sus juegos.
-Ha trabajado con equipos de fútbol de élite, como el Betis. ¿Los jugadores de fútbol son como niños?
-No lo son, son adultos y, de hecho, son muy receptivos. Se trabaja la tolerancia a la frustración, gestión del fracaso, toma de decisiones... Son dinámicas adaptadas que también se aplican en la infancia.
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