El contacto físico es fundamental para disfrutar de equilibrio emocional, psicológico y físico. Pero hay otras alternativas.
Por
Mila Fernández
Una caricia en la mejilla, un abrazo, un buen achuchón o un beso se han convertido en gestos prohibidos desde que estalló la crisis del coronavirus. La distancia social como la principal medida para evitar el contagio del temido virus no permite disfrutar, o al menos no en gran cantidad, de los beneficios de todos esos gestos de afecto y cariño que son una manera de entender la vida y las relaciones sociales.
“El abrazo, en su forma más sencilla, puede verse reducido a un estímulo táctil”, explica Ignacio Obeso, neurocientífico cognitivo. “Pero estos estímulos son necesarios entre las personas debido a sus beneficios y consecuencias emocionales, asociados al circuito neuronal del sistema de recompensa por el que nuestro cerebro asocia situaciones a sensación de placer”. De hecho, el doctor Obeso, destaca algunos estudios que han demostrado que las personas tras una sesión de masaje describen un aumento del bienestar general, relajación y confianza interpersonal.
Entre los expertos no hay duda de que “el contacto físico forma parte del desarrollo humano y es necesario desde que nacemos. Los abrazos y las caricias estimulan la producción de hormonas relacionadas con los apegos, y los apegos son fundamentales para nuestro equilibrio psicológico, emocional y físico”, asegura Julia Vidal, psicóloga sanitaria y directora del centro Área Humana.
GETTY IMAGES
Sentir el abrazo cariñoso de alguien cercano dispara un torrente de sustancias en el organismo como son las hormonas oxitocina, serotonina o dopamina, que nos hacen sentir bien, relajados y calmados.
La oxitocina es conocida como la hormona del amor, es la responsable del placer y los afectos, la encargada de hacernos sentir cariño y despertar en nosotros ese sentimiento hacia los demás. “Ante la presencia de estímulos positivos o negativos, el cerebro produce neurotransmisores que modulan el estado fisiológico y como consecuencia el emocional. El intercambio interpersonal está asociado con la liberación de oxitocina, por ejemplo. Estudios en humanos muestran como la alta frecuencia de contacto físico predice niveles elevados de oxitocina”, aclara el neurocientífico.
“Si un abrazo o una caricia en el hombro genera un aumento de serotonina, ese abrazo desencadena bienestar. Algo parecido ocurre con la dopamina, que se relaciona con los sistemas de recompensa, de placer y de agrado”, explica María Ros San Juan, psicóloga sanitaria de la plataforma médica Omnidoctor. “La dopamina además está relacionada con las adicciones. Por eso, cuando se está acostumbrado a recibir abrazos y esos abrazos desaparecen, se generan sensaciones como las que pueden producirse al no consumir esas sustancias adictivas. Gustan tanto que se necesita un poco más para sentirse bien… y cada vez más. Si los quitan de golpe, puede provocar ansiedad, se necesita con más ansia”, continúa Ros.
Ese momento de contacto físico que activa la producción de estas hormonas, también regula el cortisol, la hormona del estrés, de ahí que un abrazo pueda convertirse en uno de los mejores relajantes cuando una persona está preocupada o agobiada.
Confianza, seguridad y autoestima
Esos procesos bioquímicos que ocurren en el cerebro tienen, obviamente, beneficios psicológicos. En esto, las dos especialistas coinciden en que el contacto físico genera seguridad y confianza, y supone también un chute para la autoestima.
Explica María Ros que es especialmente útil a la hora de establecer vínculos a nivel social porque ayuda a sentirse cómodo. “Está comprobado, por ejemplo, que nos mostramos más dispuestos a ayudar a los demás cuando la petición viene acompañada de un gesto corporal, un contacto cariñoso pero respetuoso”, cuenta.
“Hasta para hacer un negocio, sólo con dar la mano a alguien, ya se sabe si esa persona nos provoca rechazo o cercanía, malestar o bienestar. Abrazar, tocar o besar es información y transmisión de emociones, positivas o negativas y lo que nos mueve en esta vida son las emociones”, insiste Julia Vidal.
Querer con las palabras y los gestos
La falta de contacto es una de las cosas que más se está echando de menos durante el confinamiento y que más se extrañará durante el tiempo que se deba mantener la distancia social. “Es normal, estamos acostumbrados a sentir y expresar muchas cosas a través del contacto y ahora hemos tenido que renunciar a ello. Y hay quien no puede porque es muy instintivo. Son gestos tan básicos que se hacen sin pensar”, expone Vidal.
GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO
Ante esta situación, se pueden buscar sustitutos. “Ahora tenemos que aprender a desarrollar la expresión emocional a través de las palabras y acompañarlas con el lenguaje gestual, mucho más importante que el verbal a la hora de manifestar cariño”, explica la especialista.
En este sentido, Vidal reconoce que verbalizar los afectos, en general, se lleva mal. Muchas veces da vergüenza mirar a alguien a la cara y decirle ‘te quiero’, ‘te echo de menos’, ’eres muy importante para mí’. “Aunque la cantidad de matices que aporta un abrazo es difícil de igualar, la solución es una combinación de la expresión verbal de los sentimientos y los gestos de abrazar, lanzar besos o apretar la mano”, puntualiza.
En ese aspecto insustituible del abrazo coincide el doctor Obeso: “Si el contenido lingüístico es emocional, podrá activar algunas regiones límbicas similares a las que se activan durante el tacto interpersonal. Pero el reclutamiento cerebral tras una experiencia física es mucho mayor e intenso que el producido por palabras, positivas o negativas”.
Aún así, aunque ahora nos sintamos muy distantes a nivel emocional, hay que buscar alternativas “que permitan nutrir las relaciones y acercarnos a pesar de las limitaciones”, insiste María Ros. Aprender a tocarse con las palabras, los recuerdos, los regalos y los detalles son esas opciones que ayudan a acortar la lejanía emocional.
Destaca Ros el bienestar que también aportan los que se denominan ‘actos de servicio’. “Son gestos de entrega a los demás que se hacen de forma altruista. Por ejemplo, si me siento sola, puedo plantearme hacer la compra al abuelito que vive debajo. Eso me hace sentirme cerca de esa persona sin necesidad de tocarnos y me genera emociones muy positivas y muy cálidas”, explica.
Volverán los abrazos
“Ante situaciones de crisis como la actual, más vale contar con palabras con contenido positivo y afectivo mientras el contacto y abrazos no estén al alcance de todos”, advierte el neurocientífico.
Porque aunque queda lejos el día en el que el contacto físico vuelva a formar parte de nuestros días, volveremos a abrazar... ”¡Claro que volveremos a hacerlo, esto no va a ser para siempre! Mientras tanto buscaremos los recovecos y aprenderemos a abrazar de otra manera”, afirma rotunda Julia Vidal.
Ambas psicólogas reconocen que el camino, aunque difícil, es espectacular para aprender a valorar, a cuidar y a nutrir las relaciones sin ese componente. “Serán mucho más ricas porque eso que antes se expresaba tocando, ahora se ha aprendido a expresarlo de forma más creativa y más sentida”, concluye Ros.
Una caricia en la mejilla, un abrazo, un buen achuchón o un beso se han convertido en gestos prohibidos desde que estalló la crisis del coronavirus. La distancia social como la principal medida para evitar el contagio del temido virus no permite disfrutar, o al menos no en gran cantidad, de los beneficios de todos esos gestos de afecto y cariño que son una manera de entender la vida y las relaciones sociales.
“El abrazo, en su forma más sencilla, puede verse reducido a un estímulo táctil”, explica Ignacio Obeso, neurocientífico cognitivo. “Pero estos estímulos son necesarios entre las personas debido a sus beneficios y consecuencias emocionales, asociados al circuito neuronal del sistema de recompensa por el que nuestro cerebro asocia situaciones a sensación de placer”. De hecho, el doctor Obeso, destaca algunos estudios que han demostrado que las personas tras una sesión de masaje describen un aumento del bienestar general, relajación y confianza interpersonal.
Entre los expertos no hay duda de que “el contacto físico forma parte del desarrollo humano y es necesario desde que nacemos. Los abrazos y las caricias estimulan la producción de hormonas relacionadas con los apegos, y los apegos son fundamentales para nuestro equilibrio psicológico, emocional y físico”, asegura Julia Vidal, psicóloga sanitaria y directora del centro Área Humana.
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Sentir el abrazo cariñoso de alguien cercano dispara un torrente de sustancias en el organismo como son las hormonas oxitocina, serotonina o dopamina, que nos hacen sentir bien, relajados y calmados.
La oxitocina es conocida como la hormona del amor, es la responsable del placer y los afectos, la encargada de hacernos sentir cariño y despertar en nosotros ese sentimiento hacia los demás. “Ante la presencia de estímulos positivos o negativos, el cerebro produce neurotransmisores que modulan el estado fisiológico y como consecuencia el emocional. El intercambio interpersonal está asociado con la liberación de oxitocina, por ejemplo. Estudios en humanos muestran como la alta frecuencia de contacto físico predice niveles elevados de oxitocina”, aclara el neurocientífico.
“Si un abrazo o una caricia en el hombro genera un aumento de serotonina, ese abrazo desencadena bienestar. Algo parecido ocurre con la dopamina, que se relaciona con los sistemas de recompensa, de placer y de agrado”, explica María Ros San Juan, psicóloga sanitaria de la plataforma médica Omnidoctor. “La dopamina además está relacionada con las adicciones. Por eso, cuando se está acostumbrado a recibir abrazos y esos abrazos desaparecen, se generan sensaciones como las que pueden producirse al no consumir esas sustancias adictivas. Gustan tanto que se necesita un poco más para sentirse bien… y cada vez más. Si los quitan de golpe, puede provocar ansiedad, se necesita con más ansia”, continúa Ros.
Ese momento de contacto físico que activa la producción de estas hormonas, también regula el cortisol, la hormona del estrés, de ahí que un abrazo pueda convertirse en uno de los mejores relajantes cuando una persona está preocupada o agobiada.
Confianza, seguridad y autoestima
Esos procesos bioquímicos que ocurren en el cerebro tienen, obviamente, beneficios psicológicos. En esto, las dos especialistas coinciden en que el contacto físico genera seguridad y confianza, y supone también un chute para la autoestima.
Explica María Ros que es especialmente útil a la hora de establecer vínculos a nivel social porque ayuda a sentirse cómodo. “Está comprobado, por ejemplo, que nos mostramos más dispuestos a ayudar a los demás cuando la petición viene acompañada de un gesto corporal, un contacto cariñoso pero respetuoso”, cuenta.
“Hasta para hacer un negocio, sólo con dar la mano a alguien, ya se sabe si esa persona nos provoca rechazo o cercanía, malestar o bienestar. Abrazar, tocar o besar es información y transmisión de emociones, positivas o negativas y lo que nos mueve en esta vida son las emociones”, insiste Julia Vidal.
Querer con las palabras y los gestos
La falta de contacto es una de las cosas que más se está echando de menos durante el confinamiento y que más se extrañará durante el tiempo que se deba mantener la distancia social. “Es normal, estamos acostumbrados a sentir y expresar muchas cosas a través del contacto y ahora hemos tenido que renunciar a ello. Y hay quien no puede porque es muy instintivo. Son gestos tan básicos que se hacen sin pensar”, expone Vidal.
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Ante esta situación, se pueden buscar sustitutos. “Ahora tenemos que aprender a desarrollar la expresión emocional a través de las palabras y acompañarlas con el lenguaje gestual, mucho más importante que el verbal a la hora de manifestar cariño”, explica la especialista.
En este sentido, Vidal reconoce que verbalizar los afectos, en general, se lleva mal. Muchas veces da vergüenza mirar a alguien a la cara y decirle ‘te quiero’, ‘te echo de menos’, ’eres muy importante para mí’. “Aunque la cantidad de matices que aporta un abrazo es difícil de igualar, la solución es una combinación de la expresión verbal de los sentimientos y los gestos de abrazar, lanzar besos o apretar la mano”, puntualiza.
En ese aspecto insustituible del abrazo coincide el doctor Obeso: “Si el contenido lingüístico es emocional, podrá activar algunas regiones límbicas similares a las que se activan durante el tacto interpersonal. Pero el reclutamiento cerebral tras una experiencia física es mucho mayor e intenso que el producido por palabras, positivas o negativas”.
Aún así, aunque ahora nos sintamos muy distantes a nivel emocional, hay que buscar alternativas “que permitan nutrir las relaciones y acercarnos a pesar de las limitaciones”, insiste María Ros. Aprender a tocarse con las palabras, los recuerdos, los regalos y los detalles son esas opciones que ayudan a acortar la lejanía emocional.
Destaca Ros el bienestar que también aportan los que se denominan ‘actos de servicio’. “Son gestos de entrega a los demás que se hacen de forma altruista. Por ejemplo, si me siento sola, puedo plantearme hacer la compra al abuelito que vive debajo. Eso me hace sentirme cerca de esa persona sin necesidad de tocarnos y me genera emociones muy positivas y muy cálidas”, explica.
Volverán los abrazos
“Ante situaciones de crisis como la actual, más vale contar con palabras con contenido positivo y afectivo mientras el contacto y abrazos no estén al alcance de todos”, advierte el neurocientífico.
Porque aunque queda lejos el día en el que el contacto físico vuelva a formar parte de nuestros días, volveremos a abrazar... ”¡Claro que volveremos a hacerlo, esto no va a ser para siempre! Mientras tanto buscaremos los recovecos y aprenderemos a abrazar de otra manera”, afirma rotunda Julia Vidal.
Ambas psicólogas reconocen que el camino, aunque difícil, es espectacular para aprender a valorar, a cuidar y a nutrir las relaciones sin ese componente. “Serán mucho más ricas porque eso que antes se expresaba tocando, ahora se ha aprendido a expresarlo de forma más creativa y más sentida”, concluye Ros.
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