Es una cuestión más de comodidad que de protección.
Por
Margarita Lázaro
GETTY IMAGES |
Hay dos aspectos en los que hay que fijarse al comprar una mascarilla, sea del tipo que sea (higiénica, sanitaria, FPP2...): la eficacia de filtración bacteriana (EFB) y la respirabilidad.
La EFB es clave para minimizar el riesgo de contagio por coronavirus: cuanto más alta sea, menos virus pueden pasar través de la mascarilla. Lo de la respirabilidad es otro tema. Es algo así como el índice de comodidad y en días de calor cobra especial relevancia.
“Al hablar de respirabilidad nos referimos a la presión diferencial que es necesaria para hacer pasar el aire a través de la mascarilla. Es decir, la fuerza que tenemos que hacer para conseguir que el aire de fuera llegue a nosotros”, explica en un hilo de Twitter la farmacéutica Gemma del Caño.
Así, cuanto más fuerza haya que hacer, más alto es ese índice. Porque la presión diferencial es mayor. Y cuanto más fácil sea respirar con la mascarilla, más bajo será.
En este sentido todas las mascarillas homologadas tienen que tener un índice inferior a 60 Pa/cm2. En las quirúrgicas debe ser inferior al 29,4 Pa/cm2 y en las higiénicas puede llegar hasta el 60 Pa/cm2.
Por este motivo, las mascarillas quirúrgicas (cuyo precio en farmacia no puede superar los 0,96 euros) son las más recomendadas en días de calor. No se pegan a la cara, por no ser ajustadas, y además permiten respirar con menos esfuerzo.
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