La precariedad juvenil no puede servir como excusa para justificar la violencia.
Las protestas contra el encarcelamiento de Pablo Hásel y los actos de vandalismo en los que han acabado derivando casi cada noche desde hace ya demasiadas jornadas han sido motivo de multitud de reacciones y visiones. Hay quienes intentan explicar o justificar lo sucedido poniendo el punto de mira en el hartazgo de la gente joven. En algunos casos, por una mera simplificación del análisis y del debate público. En otros, por la pura conveniencia de establecer un relato más basado en el interés de alguna organización política que en la realidad de los hechos. En este último grupo, no sorprende ver a las juventudes de la CUP, a quién el conseller d’Interior de la Generalitat ha apuntado y ha pedido que dejen de alentar la violencia y de celebrar la quema de furgonetas de la Guardia Urbana con policías en su interior.
Algunas y algunos estamos muy acostumbrados a la forma de actuar de estos bárbaros, pues son decenas las sedes socialistas que han recibido múltiples ataques con insultos y amenazas en los últimos años. A quién sí sorprende ver entre quienes no condenan rotundamente cualquier forma de violencia como método para expresar una legítima reivindicación es a las juventudes de ERC. Y aún sorprende más que para ello se amparen en la precariedad que evidentemente sí sufren los jóvenes.
Hagamos un poco de memoria. ERC gobierna en la Generalitat desde hace 6 años y nadie recuerda nada bueno que haya hecho desde el Govern por el futuro de la juventud en Catalunya.
En 2013, y ya han pasado 8 años, el Parlament celebró un pleno monográfico sobre juventud en el que se analizaron las dificultades específicas que las y los jóvenes tenían y se aprobaron diferentes medidas para combatir el paro juvenil, facilitar el acceso a la vivienda y ofrecer oportunidades a la juventud, también a aquella que había tenido que irse a otros países para buscarse el futuro digno que su tierra no les ofrecía. Tampoco de esas iniciativas sabemos nada.
La mayoría de los jóvenes no canalizan su cabreo mediante la quema de contenedores
Siendo estos datos totalmente objetivos, resulta casi ofensivo que en estos momentos de tensión en las calles de Barcelona, y de otras ciudades, los muy republicanos pero poco izquierdistas de ERC y sus juventudes intenten relacionar la precariedad juvenil con los actos violentos de una minoría de salvajes.
Sí, muchísimos jóvenes necesitan dejar de ser los eternos olvidados de todas las crisis y tener gobiernos que piensen en ellos. No, la mayoría de los jóvenes no canalizan su cabreo mediante la quema de contenedores y el saqueo de tiendas en el Passeig de Gràcia. Yo no, ni ERC ni sus juventudes tienen ninguna credibilidad cuando ahora piden plenos monográficos sobre juventud, o que se atiendan las necesidades y la frustración de muchos jóvenes, cuando estando en el Govern no han hecho nada.
Evitando los oportunismos y apartando el foco de la condenable violencia, hay que ir al fondo de la cuestión. La acumulación de dardos a la juventud empieza a ser insoportable. A la precariedad juvenil, hay que sumarle una fatiga pandémica que puede estar afectando más a los segmentos de población de menos edad, según un estudio realizado por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC).
A la precariedad juvenil, hay que sumarle una fatiga pandémica
Las semanas del confinamiento más duro, del que en pocos días se cumplirá un año, las restricciones en ámbitos como el deporte o el ocio, la soledad de las clases online o la incertidumbre laboral son elementos que afectan especialmente a las personas más jóvenes. Los expertos creen que estos pueden derivar, en los casos más graves, en un aislamiento patológico que quienes saben del asunto llaman “síndrome del caracol”.
Hay que luchar contra la precariedad y contra esos “caracoles”. Son muchos meses de coronavirus, de restricciones, de aislamientos, de no poder dar los abrazos que sin duda casi todas y todos necesitamos. ¿Qué puede haber más reconfortante que recibir o dar un abrazo? ¿Qué puede ser más necesario que poder construir tu propio futuro en igualdad de oportunidades que el resto? ¿Qué puede ser más sano que regresar en cuanto se pueda a una normalidad de libertad y pleno desarrollo personal? No son pocos los retos que toda una generación de luchadoras y luchadores tiene por delante para garantizarse un presente y un futuro. Muchos retos, anhelos y esperanzas que no merecen ser usadas ni para justificar la injustificable violencia, ni para construir los relatos políticos de quienes no han hecho nada por sus jóvenes en todos estos años de Govern.
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