El médico y epidemiólogo británico Andrew Haines fue director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (LSHTM, por sus siglas en inglés) durante casi diez años. Se trata de la escuela más avanzada de este tipo en Europa. Bajo su dirección, la LSHTM ganó en el año 2009 el “Premio a la Salud Global” de la fundación Bill & Melinda Gates por su labor en la mejora de la salud de gente pobre.
Andrew Haines habla con Global Ideas poco antes de la inauguración de la Cumbre Mundial de la Salud en Berlín sobre cómo afecta el cambio climático a la salud de la población. En su opinión, debemos encontrar nuevas formas de convencer a la opinión pública de que participe activamente en la lucha contra el cambio climático: “Cuando se le dice a la gente que la situación será peligrosa y difícil en el futuro, falta la motivación. Cuando tienen la impresión de que no pueden hacer nada, se sienten presionados y se vuelven pasivos. En realidad, siempre hay posibilidades. Y creo que las debemos destacar”.
Global Ideas: La relación entre cambio climático y salud parece ser un tema muy amplio. ¿Podría describir cuáles son los aspectos más importantes?
Sir Andrew Haines: Hay grandes preguntas sobre el tema cambio climático y salud. La primera es sobre los posibles efectos del cambio climático en la salud de de las personas y la propensión de poblaciones enteras. La segunda cuestión es hasta qué punto se puede adaptar la gente al cambio climático, es decir, si podemos reducir los efectos del cambio climático en la salud humana. El tercer tema es cómo afectarían a la salud determinadas medidas contra el cambio climático tales como la reducción de emisiones de CO2. El cambio climático se viene desarrollando desde hace siglos.
Esto hace que los cálculos reales sobre sus efectos en la salud sean complicados. Aún así, las medidas para la reducción de emisiones de CO2 tienen en cualquier caso efectos positivos en la salud a corto plazo, tales como la mejora de la calidad del aire reduciendo la contaminación atmosférica o el cambio de sistema de transportes, que lleva a un aumento de actividades físicas.
¿Dónde aprecia usted actualmente los efectos del cambio climático?
Es difícil saber si un evento atmosférico determinado se da a causa del cambio climático o no. Los científicos, generalmente, hablan de posibilidades o de aumento de riesgos. De este modo, el cambio climático aumenta las posibilidades de que se den olas de calor intensas, inundaciones y sequías. Por ejemplo, la ola de calor que azotó a Europa en 2003 costó la vida de cerca de 70.000 personas. La probabilidad de que se den este tipo de olas de calor aumenta con el cambio climático, y es muy posible que esta ola de calor tuviera esa misma causa, pero no tenemos pruebas de ello.
Sin duda, cuando miramos hacia el futuro, podemos prever un incremento de condiciones climáticas extremas. Creo que la mayor preocupación en este momento es que, a causa de un exceso de emisiones de CO2, superemos el umbral de los dos grados centígrados por encima de la era anterior a la revolución industrial, lo que posiblemente provocaría muchos efectos secundarios peligrosos.
¿Dónde se notarán más los efectos a la salud del cambio climático en las personas: en el campo o en la ciudad?
La gente que vive en las ciudades se verá afectada. En zonas urbanas, la tendencia es hacia temperaturas más altas que en el campo. Esto se llama el efecto "isla de calor”. Pero, naturalmente, la gente que vive en el campo tampoco podrá escapar del calor y los efectos del cambio climático. Estos afectarán sobre todo a la gente que trabaja al aire libre. Estudios demuestran que la productividad laboral baja mucho en los meses más cálidos, y para el año 2100 ya se habla de una disminución del 40 por ciento. Este efecto, en general, no se calcula para el futuro próximo.
La primera medida, por supuesto, sería la creación de un sistema de salud eficiente en países pobres. Debemos asegurarnos de que en estos países la gente es capaz de defenderse contra las consecuencias de la desnutrición, las enfermedades infecciosas o aquellas que se contagian por el agua. Esto es de vital importancia. Pero también lo es la construcción del sistema de protección de costas, con lo que conseguiríamos, por ejemplo, una defensa efectiva contra las inundaciones. Hay que ayudar a la gente en la medida de lo posible para que se adapte al cambio climático.
Teniendo en cuenta el rápido crecimiento de la población y su tendencia al envejecimiento, ¿cómo deberíamos empezar a participar de forma más activa?
La gente anciana supone una parte cada vez más grande de la población mundial. Este no es un fenómeno que suceda solo en Europa, sino también en las otras partes del mundo. Naturalmente, esta parte de la población también siente los efectos el cambio climático. Es muy posible que a finales de este siglo lleguemos a los 9 o 10.000 millones de personas en el mundo. Esto implica que el cuidado de la salud de la población mundial bajo las diferentes condiciones climáticas será un reto cada vez mayor.
El dióxido de carbono, por ejemplo, permanece más de 100 años en la atmósfera, y algunas partículas llegan incluso a los 1.000 años. Por tanto, debemos reducir ya las emisiones de CO2 para proteger la salud de las futuras generaciones. Y esto es aplicable también a gases de efecto invernadero menos permanentes, como el metano o el carbón negro: estas sustancias también contribuyen a un aumento de la temperatura, aunque no permanecen tanto tiempo en la atmósfera. Si conseguimos reducir también sus niveles, podremos disminuir también los efectos del cambio climático en el futuro próximo. En definitiva, debemos participar de ambas formas.
¿Cómo podemos convencer a la gente de que debe tomar medidas, superando la idea de que el problema es demasiado grande y no tiene solución?
Uno de los mejores argumentos, creo yo, es que hay muchas maneras de mejorar la situación en el futuro más próximo, con las que además se pueden frenar los efectos a largo plazo del cambio climático. Por ejemplo, si quemamos menos carbón, produciremos también menos dióxido de carbono y menos polvo, con lo que tendremos un aire más limpio. Por tanto, la transición del uso de carbón a las energías renovables no solo es positiva para el cambio climático, sino también para la salud pública.
Hay muchos más ejemplos: con el uso más extendido de autos híbridos y eléctricos en lugar de vehículos con combustibles fósiles lograremos reducir la suciedad del aire. El salir a andar o montar en bicicleta no solo tiene ventajas para la atmósfera, sino que con ello también mejoramos nuestra forma física y nuestra salud. Y ya sabemos que hoy en día mucha gente no presta la atención suficiente a su bienestar corporal. Este hecho en sí mismo es un gran factor de riesgo para muchas enfermedades ya extendidas, como por ejemplo las enfermedades cardiovasculares.
Hoy en día la gente se mueve demasiado poco, y eso también puede facilitar la propagación de enfermedades.
Una gran parte de las emisiones de CO2 que llegan a la atmósfera provienen de la agricultura. Sobre todo, de los productos animales, especialmente la carne vacuna. Si la gente se propusiera consumir menos productos animales, y en lugar de ello comprara más frutas y verduras, mejoraría con ello salud y contribuiría a la vez a reducir las emisiones de CO2. Aunque parece algo sencillo, la verdad es que cambiar los hábitos alimenticios de la gente no es nada fácil. Además, hay una demanda creciente de productos animales en países emergentes como por ejemplo China, y esta es una tendencia que deberíamos tratar de cambiar.
En la conferencia climática en Durban en el año 2011 ya se dieron llamadas a la acción en torno al tema de la salud y el cambio climático, y lo mismo pasa un año después en Doha. ¿Desde cuándo es el tema del cambio climático y la salud tan importante en la agenda científica?
Personalmente, yo he investigado la relación entre salud y cambio climático desde principios de los 90. Por aquel entonces, no era el único tema importante de mi trabajo, pero llevo trabajando en ello desde entonces. Un par de compañeros míos también lleva ya varios años estudiando esta relación. Pero el tema realmente adquirió importancia en las esferas científicas en los últimos años, gracias a los argumentos de varias organizaciones de la salud relativos al cambio climático.
¿Diría usted que sería más fácil llegar a un acuerdo entre las organizaciones de la salud que en las cumbres climáticas anuales?
Las cumbres climáticas son, por supuesto, la forma más importante de llegar a acuerdos. En mi opinión, las organizaciones de la salud pueden decir lo que deseen, pero si no se llega a acuerdos oficiales, nunca podremos detener el cambio climático. Creo que hay mucha frustración a causa de la lentitud del desarrollo de las negociaciones, porque está claro que hay muchos intereses en juego, como por ejemplo los del sector de los combustibles. Y aún si en las negociaciones en la cumbre de París 2015 no se llega al acuerdo que todos deseamos, no debemos darnos por vencidos; debemos seguir adelante con nuestro trabajo y tratar de proteger a la gente en la medida de lo posible, a la vez que tratamos de reducir las emisiones de CO2. Y tampoco debemos olvidarnos de la gente pobre. Uno de los efectos secundarios de las tecnologías bajas en carbono es que son más caras que las demás; por eso, es importante asegurarnos de que los países más pobres tienen acceso a fuentes de energía bajas en carbono asequibles.
Autor: Klaus Esterluss / lab
Edición: Enrique López
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