"Los sindicatos nórdicos no quieren un salario mínimo interprofesional, destruye empleo", Explica. Asegura el economista que "en España no damos al fracaso el valor positivo que es porque se aprende de los errores".
ALBERTO GRIMALDI
Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es un economista con éxito mediático. Colabora habitualmente en La Sexta, en la CNBC, elconfidencial.com,The Commentator y en The Wall Street Journal. Profesor en el Instituto de Empresa, UNED, OMMA, IEB y London School of Economics, es autor de libros superventas (Nosotros, los mercados, Viaje a la libertad económica y La madre de todas las batallas) al que ahora suma Acabemos con el paro.
-Usted propone soluciones definitivas para el paro. ¿Es un exceso de optimismo, un iluso, o es una realidad?
-[Se ríe]. Es una realidad. Porque se ha hecho en países con problemas muy graves. Se hizo en Reino Unido o se hizo en Alemania, que absorbió un país completo con una fuerza laboral formada para un mundo completamente distinto. Muchos países han conseguido reducir el desempleo desde la perspectiva de entender su estructura empresarial.
-¿Hablamos de un problema del empresariado o de la fuerza laboral?
-De todo. Es un problema normativo, del empresariado y de una forma de entender el empleo también por parte de los trabajadores. Somos un país con una de las menores tasas de emprendimiento de la OCDE.
-Pero en los mejores momentos de ocupación en España siempre hubo en torno a dos millones de parados estructurales.
-Ya. A mí no me gusta la palabra estructural. Porque indica un fracaso. No existe una persona que no sea empleable.
-¿Cómo lo definiría?
-Yo lo llamo desempleo no atendido. Es una parte de la fuerza laboral desocupada porque les imponemos una serie de rigideces que no sólo les desmotiva para buscar un empleo sino que hacen más difícil que busquen su propia oportunidad: que emprenda o que se cambie de sector si lleva 20 años haciendo lo mismo.
-¿Y no es un problema de economía sumergida que se oculta tras ese paro?
-Sí. La economía sumergida no es un problema recaudatorio, que es como se aborda en España. Es un problema de modelo productivo, porque perpetúa inconscientemente los sectores de baja productividad. La economía no se sumerge, sino que emerge. No hay ninguna ventaja para un empresario o autónomo de estar en la economía sumergida. La razón por la que recurre a ella es porque no puede cumplir con la cantidad de burocracia y de presión fiscal que se le impone en sectores muy cíclicos como la construcción o los servicios, la hostelería. Hay que adecuar los impuestos a los ciclos de la economía y a la temporalidad de los negocios. Pagar un fijo es una losa para el que emprende y para agrandar las bases imponibles.
-¿De las patas del banco que sustentan la solución del paro cuál es la que hay que cambiar más: la Administración, los empresarios, los trabajadores, el modelo productivo...?
-El modelo productivo no lo cambia un comité. Y cuando se intenta sale mal. Lo hemos visto una y otra vez durante 50 años. Y es uno de los grandes problemas de España, la intervención desde un Consejo de Ministros contra la oferta y la demanda. Tenemos que cambiar la mentalidad, del trabajador y del empresario, orientada al emprendimiento y a la creación de valor a más largo plazo. Y eso incluye que la Administración no genere trabas a medida que creces. Uno de los problemas es una fiscalidad erróneamente progresiva. Cuando una pyme llega a facturar tres millones de euros la ahogamos con normativas y exigencias. Eso hace que muchas no quieran crecer y mientras la cosa va bien no pasa nada, pero cuando va mal, no tienen la flexibilidad de actuar que tienen las grandes empresas ante una crisis.
-¿Entonces debe cambiar más la Administración?
-La Administración tiene que entender la fiscalidad y la normativa no desde un punto de vista recaudatorio, a corto plazo, sino de un punto de vista de bases imponibles, a largo plazo. Y contar con una normativa que no entorpezca. No podemos ser un país con tanto paro y que sea de los que es más difícil y caro crear una empresa y ponerla a funcionar. La Administración no tiene que desaparecer, pero sí cambiar el chip.
-Leyendo sus propuestas llegué a la idea de que plantea que se están confundiendo derechos sociales con empleo, cuando debería ser el empleo la mejor garantía de los derechos sociales.
-¡Claro! El primer derecho es el trabajo. Una persona que se ve abocada a depender del asistencialismo no está disfrutando de un derecho, está siendo un rehén de un sistema que no está funcionando.
-Se lo pregunto porque los tópicos en el debate del paro en España siempre aluden a la cobertura del desempleo o el coste del despido y nunca se habla de que si hubiese una tasa de empleo equiparable a países homologables no tendríamos problemas de coberturas sociales.
-Es correcto. ¿Por qué en los países nórdicos los sindicatos no quieren un salario mínimo interprofesional? Porque destruye empleo. Y además quita el servicio añadido que pueden dar esos sindicatos, como encontrar un empleo de más calidad o analizar un contrato. Cuando tienes un bajo desempleo, aunque sea al principio muy temporal, el poder del empleador de abusar tanto desaparece. Porque si intenta abusar el trabajador se va a otro empleo.
-Pero porque tendrán el convencimiento de que encuentran otro empleo.
-Entre otras cosas porque se montan por su cuenta. Por eso, quien me critica por defender tanto el autoempleo no entiende la importancia del autoempleo a la hora de mantener tu valor añadido.
-Es un punto crítico de sus propuestas, porque ya somos un país de pymes.
-Efectivamente. Y sin embargo tenemos una de las peores tasas de emprendimiento de toda la UE y la OCDE. Tenemos que cambiar el chip. Ese joven que no encuentra un trabajo que pague bien y en su especialidad no se da cuenta que no protege su valor añadido, porque se queja pero se pone en manos del empleador. Si creas tu propio trabajo, como hace el 40% de los universitarios en los países más avanzados, ¿qué ocurre? Que la siguiente vez que vas a buscar un empleo tienes un currículo en el que tú has montado una empleo, logrado objetivo y conseguido clientes, aunque te haya podido ir bien o mal. Explico en el libro que tenemos el problema de que los estudiantes terminan su formación y hacen un máster, pero nunca han trabajado. Y no pueden acreditar experiencia.
-¿Y no es también que en España damos un distinto valor al fracaso?
-Cierto. Hay un capítulo dedicado al gravísimo problema al miedo al fracaso. Éste es un país en el que la gente que tiene éxito, cuando da una entrevista, nunca habla de sus errores. Y son tan importantes como sus éxitos, porque es de donde ha aprendido.
-Las sociedades anglosajonas consideran el fracaso un valor positivo.
-Es que es un valor positivo porque un empresario que ha fracasado tiene mucho que enseñar de lo que ha aprendido.
-Usted propone soluciones definitivas para el paro. ¿Es un exceso de optimismo, un iluso, o es una realidad?
-[Se ríe]. Es una realidad. Porque se ha hecho en países con problemas muy graves. Se hizo en Reino Unido o se hizo en Alemania, que absorbió un país completo con una fuerza laboral formada para un mundo completamente distinto. Muchos países han conseguido reducir el desempleo desde la perspectiva de entender su estructura empresarial.
-¿Hablamos de un problema del empresariado o de la fuerza laboral?
-De todo. Es un problema normativo, del empresariado y de una forma de entender el empleo también por parte de los trabajadores. Somos un país con una de las menores tasas de emprendimiento de la OCDE.
-Pero en los mejores momentos de ocupación en España siempre hubo en torno a dos millones de parados estructurales.
-Ya. A mí no me gusta la palabra estructural. Porque indica un fracaso. No existe una persona que no sea empleable.
-¿Cómo lo definiría?
-Yo lo llamo desempleo no atendido. Es una parte de la fuerza laboral desocupada porque les imponemos una serie de rigideces que no sólo les desmotiva para buscar un empleo sino que hacen más difícil que busquen su propia oportunidad: que emprenda o que se cambie de sector si lleva 20 años haciendo lo mismo.
-¿Y no es un problema de economía sumergida que se oculta tras ese paro?
-Sí. La economía sumergida no es un problema recaudatorio, que es como se aborda en España. Es un problema de modelo productivo, porque perpetúa inconscientemente los sectores de baja productividad. La economía no se sumerge, sino que emerge. No hay ninguna ventaja para un empresario o autónomo de estar en la economía sumergida. La razón por la que recurre a ella es porque no puede cumplir con la cantidad de burocracia y de presión fiscal que se le impone en sectores muy cíclicos como la construcción o los servicios, la hostelería. Hay que adecuar los impuestos a los ciclos de la economía y a la temporalidad de los negocios. Pagar un fijo es una losa para el que emprende y para agrandar las bases imponibles.
-¿De las patas del banco que sustentan la solución del paro cuál es la que hay que cambiar más: la Administración, los empresarios, los trabajadores, el modelo productivo...?
-El modelo productivo no lo cambia un comité. Y cuando se intenta sale mal. Lo hemos visto una y otra vez durante 50 años. Y es uno de los grandes problemas de España, la intervención desde un Consejo de Ministros contra la oferta y la demanda. Tenemos que cambiar la mentalidad, del trabajador y del empresario, orientada al emprendimiento y a la creación de valor a más largo plazo. Y eso incluye que la Administración no genere trabas a medida que creces. Uno de los problemas es una fiscalidad erróneamente progresiva. Cuando una pyme llega a facturar tres millones de euros la ahogamos con normativas y exigencias. Eso hace que muchas no quieran crecer y mientras la cosa va bien no pasa nada, pero cuando va mal, no tienen la flexibilidad de actuar que tienen las grandes empresas ante una crisis.
-¿Entonces debe cambiar más la Administración?
-La Administración tiene que entender la fiscalidad y la normativa no desde un punto de vista recaudatorio, a corto plazo, sino de un punto de vista de bases imponibles, a largo plazo. Y contar con una normativa que no entorpezca. No podemos ser un país con tanto paro y que sea de los que es más difícil y caro crear una empresa y ponerla a funcionar. La Administración no tiene que desaparecer, pero sí cambiar el chip.
-Leyendo sus propuestas llegué a la idea de que plantea que se están confundiendo derechos sociales con empleo, cuando debería ser el empleo la mejor garantía de los derechos sociales.
-¡Claro! El primer derecho es el trabajo. Una persona que se ve abocada a depender del asistencialismo no está disfrutando de un derecho, está siendo un rehén de un sistema que no está funcionando.
-Se lo pregunto porque los tópicos en el debate del paro en España siempre aluden a la cobertura del desempleo o el coste del despido y nunca se habla de que si hubiese una tasa de empleo equiparable a países homologables no tendríamos problemas de coberturas sociales.
-Es correcto. ¿Por qué en los países nórdicos los sindicatos no quieren un salario mínimo interprofesional? Porque destruye empleo. Y además quita el servicio añadido que pueden dar esos sindicatos, como encontrar un empleo de más calidad o analizar un contrato. Cuando tienes un bajo desempleo, aunque sea al principio muy temporal, el poder del empleador de abusar tanto desaparece. Porque si intenta abusar el trabajador se va a otro empleo.
-Pero porque tendrán el convencimiento de que encuentran otro empleo.
-Entre otras cosas porque se montan por su cuenta. Por eso, quien me critica por defender tanto el autoempleo no entiende la importancia del autoempleo a la hora de mantener tu valor añadido.
-Es un punto crítico de sus propuestas, porque ya somos un país de pymes.
-Efectivamente. Y sin embargo tenemos una de las peores tasas de emprendimiento de toda la UE y la OCDE. Tenemos que cambiar el chip. Ese joven que no encuentra un trabajo que pague bien y en su especialidad no se da cuenta que no protege su valor añadido, porque se queja pero se pone en manos del empleador. Si creas tu propio trabajo, como hace el 40% de los universitarios en los países más avanzados, ¿qué ocurre? Que la siguiente vez que vas a buscar un empleo tienes un currículo en el que tú has montado una empleo, logrado objetivo y conseguido clientes, aunque te haya podido ir bien o mal. Explico en el libro que tenemos el problema de que los estudiantes terminan su formación y hacen un máster, pero nunca han trabajado. Y no pueden acreditar experiencia.
-¿Y no es también que en España damos un distinto valor al fracaso?
-Cierto. Hay un capítulo dedicado al gravísimo problema al miedo al fracaso. Éste es un país en el que la gente que tiene éxito, cuando da una entrevista, nunca habla de sus errores. Y son tan importantes como sus éxitos, porque es de donde ha aprendido.
-Las sociedades anglosajonas consideran el fracaso un valor positivo.
-Es que es un valor positivo porque un empresario que ha fracasado tiene mucho que enseñar de lo que ha aprendido.
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