- El clima y la sed industrial consumen el humedal, degradan la biodiversidad y exponen a la marisma al riesgo de salinización
- La introducción del cangrejo en la marisma y de eucaliptos y agricultura en regadío en el monte han acelerado el deterioro de los ecosistemas
- Científicos del CSIC calculan que el reajuste está afectando al 66 por ciento de las especies. Ecologistas dicen que Doñana "se ha perdido para siempre"
Imagen de la frontera del Parque de Doñana con el mar de plásticos al fondo. |
Hubo un periodo muy posterior a la fabulosa Atlántida buscada por National Geographic Channel que el frío y la lluvia congelaban el Ebro e invadían de agua dulce decenas de miles de hectáreas de lagunas en las planicies de la gran desembocadura del Guadalquivir. En la actualidad, son unas cientos las hectáreas encharcadas cuando se satura el acuífero 27, el área de encuentro de cientos de pájaros migrantes y residentes catalogados en el humedal más grande de Europa, Doñana, Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad. La desaparición del 90 por ciento de la superficie húmeda es un fenómeno preocupante que la ciencia y el activismo ecologista endosan a la pérdida continuada de precipitaciones, el aumento de la temperatura global y a la actividad industrial en los últimos cien años.
Como consecuencia los hábitats protegidos del humedal (parque nacional: 54 mil hectáreas) y de la corona boscosa (parque natural: 53 mil hectáreas) son más áridos que en 1969, año de la fundación, y han desplazado a viejos inquilinos como el milano real, la cerceta pardilla, la malvasía cabeciblanca o el lirón careto hacia latitudes norteñas para acoger animales exóticos, carroñeros y depredadores como el ibis morito, la cigüeña blanca, el águila calzada o el búho real.
La gestora del parque ha explicado a este periódico que la tendencia a la “africanización” de los ecosistemas es un hecho biológico que está convirtiendo la marisma en la sombra de lo que era: “Más bonita o más fea, según la generación que la recuerde“, argumenta Miguel Delibes, profesor de Biología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y director de la Estación Biológica de Doñana (1988-1996), quien reconoce que la escasez de agua es “el problema más difícil de resolver con diferencia, por ser una fuente de riqueza para toda la biodiversidad, incluida la población humana”.
Tres plagas de especies raras introducidas por nosotros en el siglo XX protagonizan los momentos claves del deterioro de Doñana: eucalipto, cangrejo y fresas bajo plástico.
1940
Nombre: eucalipto australiano
Consumo de agua por hectárea (1.400 ejemplares): 42.000 litros diarios
Poblaciones masivas de pino carrasco y eucalipto comenzaron en esta década a pinchar las raíces en las venas del acuífero como bombas de extracción del agua del subsuelo para permitir el desarrollo de la industria en la población doñanera, vinculada a la economía de la subsistencia, a los usos tradicionales que permitía la limitada explotación del carbón, miel y piñones. Los proyectos desarrollistas que habían drenado el río aguas arriba para arrozales y campos de algodón en Lebrija, Las Cabezas de San Juan, Dos Hermanas o el gaditano Trebujena pretendían secar el coto y el corazón de la marisma. Casi lo consiguen.
Los conservacionistas consideraron que las intervenciones agrícolas y boscosas afectarían negativamente al nivel freático, como han demostrado los datos del agua, así como a la calidad del ecosistema, y se opusieron con fervor. Luc Hoffman, un naturalista suizo multimillonario que conoció Doñana por su amistad con el bodeguero jerezano Mauricio González Gordon, reconocido observador de aves, se encaró a Franco y al furor por extinguir humedales con la ayuda del eucalipto. Compró seis mil hectáreas de marisma y movilizó a la comunidad ecologista internacional para proteger los intereses de los pájaros migrantes hasta que el jefe del Estado aceptó las tierras a cambio de aislarlas como parque nacional. Y por eso a Hoffman se le recuerda como uno de los padres de Doñana. Desde el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en siglas en inglés) -organismo que fundó en España el empresario suizo en 1963- sostienen que “la continua transformación del humedal en agricultura y la reforestación errónea con eucalipto y pino tuvieron un impacto muy profundo en la marisma. Fueron dos golpes mortales que han acelerado el descenso del nivel de agua subterránea”, en palabras de Felipe Fuentelsaz, el actual coordinador.
Los árboles exóticos siguen robando el agua desde el entorno del parque nacional, a pesar de los esfuerzos económicos que la administración regional ha invertido en los últimos años para detenerlos: 2,6 millones de euros en el área del humedal y 9 millones posteriores para el arranque en el parque natural. Alrededor del perímetro del eucalipto apenas crece nada; el suelo es ácido e impide la convivencia con los habitantes desahuciados de la dehesa autóctona: alcornoque, encina y matorral, más ahorradores de energía.
Avistadores de pájaros y conservacionistas del espacio natural aseguran que águilas imperiales nidifican en el ático de los eucaliptos más próximos a la marisma. Sin embargo, la pérdida de embalses unido al calentamiento atmosférico (0,7 grados cada diez años, según WWF) han conseguido que especies coloniales de ánsares dejen de volar al coto durante los inviernos. Incluso, amenazarlas de muerte. Es el caso de la malvasía cabeciblanca o la cerceta pardilla, una de las aves más sensibles a los efectos del cambio climático: "Era el pato más abundante en la marisma de los años setenta y ahora está en peligro crítico de desaparecer en todo el mundo. Apenas quedan cincuenta parejas en Doñana. No solo llegan menos individuos; lo hacen más tarde y han reducido la estancia temporal a pocos días porque en los humedales de Centroeuropa ya no hace tanto frío", explica el subdirector de la Estación Biológica, Jordi Figuerola.
1974
Nombre: cangrejo de Lousiana (Estados Unidos)
Alimentación: carroña y plantas hidrófilas
La introducción experimental de los primeros kilos de cangrejos en una finca de Isla Mayor (Sevilla) en los años setenta ha acabado transformándose en un motor económico que factura 20 millones de euros anuales y genera 180 mil jornales, lo que ha convertido a la comarca -dice el sector- en la tercera productora mundial. También en una plaga invasora que el Tribunal Supremo intenta frenar desde 2016 prohibiendo la comercialización del crustáceo en una sentencia que para los defensores de la naturaleza llega tarde porque el estuario del río Guadalquivir está KO: “El 95 por ciento de los peces capturados son especímenes como el cangrejo que han acabado con peces autóctonos como la boga y la saboga y desplazado aves acuáticas de la marisma”, informa Fuentelsaz.
El cangrejo rojo puede llegar a medir cuatro centímetros de ancho y está especializado en comer todo tipo de alimentos: restos de peces, parientes muertos y la flora que nace en el mundo subacuático. El familiar americano de la gamba de Huelva celebra pinzas arriba el confort de las arenas de la barra del Guadalquivir pero su conducta estresa a la marisma y a sus responsables. Es el intruso que “más ha influido en los equilibrios naturales”. “Ha acabado con plantas hidrófilas que alimentan a aves más pequeñitas que apenas se ven en la marisma para atraer a otras especializadas en la dieta del cangrejo, menos comunes en el humedal de antes”, expone Delibes.
Estudios científicos recientes de la Estación Biológica sobre la evolución de las aves han concluido que poblaciones de zancudas migratorias como la espátula o la garza se conservan en el entorno de Doñana, en parte, por la influencia de los arrozales, considerados por los ecólogos marismas secundarias. Las especies que se han adaptado a los cambios ambientales de las últimas décadas representan un tercio del catálogo animal del acuífero 27 y uno de los individuos que mejor lo ha hecho es la cigüeña blanca, que ha dejado de buscar otros territorios gracias al clima y la contaminación humana: "Calculamos que dos tercios de las especies se han visto perjudicadas por la tendencia seca y la actividad industrial. En cambio, aves como la cigüeña blanca salen reforzadas, aprovechan el alimento de los vertederos, como la gaviota, y consiguen aumentar en número de ejemplares. Son las que mejor se han adaptado", argumenta Figuerola, que apunta que la cigüeña negra dejó de planear sobre el Guadalquivir para fijar su territorio en latitudes germanas y holandesas.
Para los ecologistas de WWF, el deterioro de la biodiversidad responde a un doble hecho elemental: la pérdida de superficie húmeda y de alimento en las últimas décadas: "El humedal es un cincuenta por ciento más pequeño que en los años sesenta y ha eliminado el setenta por ciento del pasto. Es el síntoma que indica que la marisma natural de Doñana se ha perdido para siempre".
1977. Las bayas
Superficie cultivada: 11 mil hectáreas de fresa y arándano
Consumo anual: 20 hectómetros cúbicos de agua (1 hm3= 1.000.000 m3)
Las arterias que abastecen el corazón de la marisma son tres: los ríos Guadiamar y Guadalquivir y el arroyo de la Rocina. El Guadiamar discurre prácticamente vacío al destino natural porque el poco flujo se extrae para el riego de la actividad minera a la altura de Aznalcóllar. El Guadalquivir, según el Fondo Mundial para la Naturaleza, arrastra un déficit de agua de más de 500 hectómetros cúbicos en su tramo final, así que el modesto arroyo de la Rocina, conservador de agua todo el año, es el principal proveedor del humedal.
En la desembocadura, en el Charco de la Boca, a escasos metros de la ermita de la Virgen del Rocío, el lecho agrietado está visible y dos renacuajos han encontrado el último cenagal en el que respirar a finales de octubre. Envases de velones que devotos encendieron a la Blanca Paloma yacen resecos y un grupo de seis yeguas marismeñas faltas de carne se apartan las moscas bajo la sombra de la carretera a Matalascañas. Ahí las pasadas de turismos a ochenta por hora son constantes. ¿Dónde está el agua? Fuentelsaz lo sabe: "La poca que hay la está robando el cultivo de la fresa antes de llegar a la marisma, arroyo arriba". Y tiene identificados 800 puntos de extracción ilegales, entre balsas y pozos artesianos que penetran hasta los 500 metros de profundidad: "La zona forestal en la cabecera del arroyo de la Rocina, en el arroyo de la Cañada, Matalagrana y su entorno, paraje de la Laguna de las Madres y la zona de los Hatos, donde la bajada de los niveles freáticos sigue provocando un impacto directo en la descarga de aguas en la marisma".
El cultivo de las bayas empezó a dar sus frutos a partir de los años setenta con la aprobación del Plan Almonte Marisma para la zona limítrofe de Doñana, que consistió en convertir en regadío 11 mil hectáreas de secano -ambiente compatible con cierta fauna- gracias a los recursos naturales del subsuelo. "Decían que había agua de sobra", añade WWF. Los invernaderos de plástico se desplegaron sin control en el cinturón del humedal y para controlarlos se creó en 2014 el Plan Corona Forestal de Doñana. Pero siguen descontrolados. El director, Juan José Chans, reconoce el problema que rodea Doñana y advierte que el cultivo de la fresa "se tiene que adaptar como hizo el arroz en el periodo seco de los años noventa, estableciendo ciclos de rotación en función del clima y los indicadores de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir e incluso limitando las extracciones anuales al estatus del acuífero 27". La CHG, dependiente del Gobierno de España, lo ha puesto en alerta por sequía.
AFRICANIZACIÓN |
Los acuerdos entre administraciones y productores avanzan a trompicones. Después de más de tres décadas el sector fresero, que emplea a cuatro mil personas, sabe que orden y control significan sacrificios. "La mayoría de los cultivos son legales y los que están fuera de la ley, sean doscientos, quinientos u ochocientos, tendrán que cerrar, pero son competencias que debe asumir la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir", apunta Chans, que asegura que el cultivo del fruto rojo está "garantizado". La aplicación del Plan Hidrológico, publicado por real decreto en 2016, así lo recoge, ya que incluye un trasvase anual de 20 hm3 desde los ríos Piedras, Tinto y Odiel: "Es el consumo anual estimado de las bayas, agua que va a dejar de extraerse de la marisma y de las corrientes que llegan a ella".
El Odiel es un río que nace sano y dulce en la sierra de Aracena (Huelva) y muere tóxico en el océano, según estudios doctorales de La Rábida, la universidad onubense. A su paso por la faja pirítica, el caudal incorpora aguas ácidas drenadas por las lluvias caídas sobre balsas mineras abandonadas para llegar al estuario en ph 3. De él y del Piedras se han extraído 4,9 hm3 de agua y los 15 restantes llegarán a lo largo de 2018, "cuando se hayan ejecutado las obras para las instalaciones necesarias", avanzan desde el Plan Corona Forestal.
El Gobierno de España compró la finca Los Mimbrales por 35 millones de euros "para paliar la sobrexplotación de los acuíferos que abastecen de agua la marisma", dijo en 2015 la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. El cortijo, situado en la zona sur de la corona forestal, a las puertas del parque nacional, tiene una superficie de mil hectáreas regables y licencia para consumir 8 hm3 de agua dulce que ya no se extraen de las balsas subterráneas. Ahora el desafío es recuperar la superficie de humedal perdido y mantener la salida de agua dulce en niveles superiores a la entrada de agua oceánica. Frenar el final de la marisma de Doñana. O de Atlántida. "La sal no le gusta a ninguna especie de la marisma", recuerda el profesor Miguel Delibes.
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