TRIBUNA
La sociedad debe exigir, por el bien de todos, una educación sexual unitaria que fomente un modelo basado en la salud, el placer y la responsabilidad
Primero de educación sexual |
A falta de que madure la propuesta y de que puedan conocerse los detalles, el planteamiento de Carmen Calvo sobre la reforma del Código Penal en relación al delito de agresión sexual ya ha despertado la polémica. El motivo es que la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Igualdad ha anunciado su intención de que se recoja que "si una mujer no dice sí expresamente, todo lo demás es no".
Carmen Calvo ha comunicado el interés de que España se mire en espejos como Suecia -que acaba de modificar la ley al respecto-, Alemania, Bélgica o Reino Unido. En total, sólo once de los treinta y tres países de la Unión Europea atienden al consentimiento como eje central de la normativa, y no así a la violencia o a la intimidación. De cualquier forma, ni las leyes ni los síes ni los noes categóricos van a impedir la interpretación subjetiva por parte de los miembros del proceso legal ni las valoraciones o intenciones individuales de los participantes de un acto sexual. Porque el propio lenguaje específico no siempre significa lo que es, sino que además atiende a diferentes lecturas, salvo en casos tremendamente claros.
Por lo tanto, ni las leyes ni los síes ni los noes son suficientes sin que trabajemos la base de todo este asunto: una educación sexual integral y obligatoria en colegios, institutos y universidades que verse sobre los aspectos cognitivos, psicológicos, físicos y sociales de la sexualidad. Pero ¿sólo a alumnos en centros educativos? Desde luego que no. La educación sexual debería ser extensiva a padres y madres que, en definitiva, son el ejemplo directo de los niños y adolescentes, y que no siempre están libres de tabúes ni de prejuicios.
Tras los últimos informes emitidos, España suspende en educación sexual. En la 28ª sesión organizada por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, celebrada el 29 de marzo de este año, nuestro país no sale bien parado. El texto hace referencia a la falta de programas escolares específicos sobre sexo. Asimismo, la Unesco, en los datos sacados a la luz en enero del año presente, ha calificado de urgente una educación sexual de calidad que informe y oriente "respecto a la transición de la infancia a la edad adulta y los cambios físicos, sociales y emocionales que esta conlleva". Actualmente, en España, la formación en educación sexual depende de cada comunidad autónoma y, aunque existe una estrategia nacional sobre salud sexual y reproductiva, los centros que la cumplen (o no la cumplen, como muchos de los colegios concertados y religiosos) se limitan, en cantidad de ocasiones, a tocar temas como la prevención de enfermedades, el embarazo y el nacimiento, importantes asuntos, pero insuficientes.
En España se registran cuatro denuncias por violaciones y diez por abuso sexual a menores por día. La sociedad debe exigir, por el bien de todos, una educación sexual unitaria que fomente un modelo basado en la salud, el placer y la responsabilidad. Apremia establecer unas bases de enseñanza sexual, porque los roles en el sexo cambian y porque debe dejarse de lado la herencia cultural que impide establecer el valor de la libertad y el disfrute pleno del sexo. Llegados a este punto, el sexo no debería ser tratado sólo como un acto íntimo y de desarrollo personal, sino además como una acción que contiene unas responsabilidades y consecuencias sociales. Temas como la prevención y la identificación de violencia y abuso sexual, el acoso sexual y la intimidación, la tolerancia ante las diferentes orientaciones sexuales e identidad de género, el consentimiento, la igualdad y un largo etcétera, son sustanciales. Pero no sólo es importante la temática, sino que la materia en educación sexual hay que transmitirla de forma efectiva y adecuada a la edad y a ambos sexos. Si bien la educación sexual no va a prevenir a corto plazo las agresiones sexuales, sí es seguro que favorecerá una mayor concienciación y denuncia.
Con ironía se habla ya de si hombres y mujeres deberán firmar un contrato para mantener relaciones sexuales o de si podría inventarse una aplicación para saber si el consentimiento es explícito, pero el asunto es mucho más serio de lo que acontece, y mucho más sencillo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia sexual como "todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados". Sería importante atender al deseo y, algo vital, a la empatía sexual, claves para asegurarnos unas relaciones aceptadas, voluntarias, conscientes y positivas.
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