TRIBUNA
Los proscritos |
Los votantes se van de vacaciones, y como sabia medida terapéutica olvidan la desvergonzada barahúnda de los pactos y contrapactos del reino de la mentira. Quizás este oasis temporal de paz sea el momento para una reflexión sobre el penoso estado de lo que en España recibe el nombre, siempre con un tono ofensivo, de "las derechas". La propaganda de la autoproclamada izquierda y de los medios de información "progresistas" han convertido el concepto de derecha en un mal en sí mismo; lo cual por cierto lleva de necesidad a concluir que la calificada (también como un insulto sin argumentos de ninguna clase) de "extrema derecha" no sea otra cosa que "el conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno", según la definición que el padre Ripalda daba del infierno en el siglo XVII.
¿Cómo definir, entonces, sin aspavientos, la sustancia y componentes de nuestra partitocracia? El sanchismo no ofrece dificultad: se trata de que Sánchez siga residiendo en La Moncloa aunque sea con el solo apoyo del nacionalismo reaccionario y los golpistas de Cataluña. Tampoco resulta difícil dibujar cómo ha quedado Ciudadanos; igual que el mito de Aracne: estrangulado por la multitud de cinturones sanitarios que el propio Rivera tendió a su alrededor; perdido para siempre su futuro de honesto partido bisagra apoyando unas veces al PSOE y otras al PP junto a Vox; porque no puede ser vetar a Sánchez y al mismo tiempo insultar a Vox que está prestando a Cs sus votos en alcaldías y gobiernos autónomos. ¿Con quién querrá concordar este Rivera?
En cuanto al Partido Popular, lo de siempre, no consigue desprenderse de sus miedos reverenciales frente a la proclamada izquierda, lo que lleva a Casado, al igual que a Rivera, a despreciar públicamente a un Abascal que es quien les permite ocupar sus poltronas. Hay gente que no quiere enterarse de que los maltratados, insultados, ninguneados y proscritos de Vox han llegado para quedarse y habrá que contar con ellos sin pretender tomarles el pelo. Gustará o no gustará, pero así funciona la política. Si el PP quiere volver algún día a gobernar en España deberá escoger, como ha hecho en Andalucía, sus propios amigos y enemigos, sin dejar que desde afuera se los imponga el PSOE. Pero no basta: la oposición a un sanchismo, que tal como van las cosas puede durar 20 años, necesita para ser eficaz ir más allá de la política y moverse en una dimensión metapolítica que hoy únicamente puede proporcionarle Vox; partido que por lo que llevamos visto es tan constitucionalista como el PSOE o el PP, cosa que no cabe decir de podemitas, separatistas y golpistas.
Vox no es el mal absoluto, ni siquiera el relativo si se le compara con el resto de los partidos españoles; aunque sí es un movimiento de nuevo cuño que busca ir más allá del mero juego partitocrático de cambalacheo de sillones. Ni siquiera aspira en su intención más honda a una toma del poder, sino (y ahí radica su fuerza y el miedo que genera en la progresía) a una revuelta genuina contra la llamada "corrección política" y los contenidos del lenguaje oficial obligatorio: entreguismo, buenismo, rechazo del patriotismo ("el último reducto de los canallas", se nos repite mil veces sacando la frase de contexto), la aceptación ignorante de la Leyenda Negra (España, culpable), la permanente disposición a rendirse bajo apariencia de "diálogo, mucho diálogo" y, por supuesto, que "entren todos" los inmigrantes que quieran; eso, más el rechazo de la excelencia y la meritocracia convertidas hoy en España en palabras malsonantes, la supuesta defensa de la mujer entendida como ruptura de la igualdad legal entre mujeres y hombres y la vuelta del Santo Oficio, esta vez laico, con su insoportable puritanismo y su 'Indice' de escritos prohibidos. En suma, más que hacer política Vox busca un nuevo paradigma, un cambio cultural. Es inútil engañarse: la mayoría de los votantes del Partido Popular, de Ciudadanos y de buena parte del PSOE (no del sanchismo) piensan en secreto de esa manera; sólo será cuestión de tiempo su silencio y cambiar de voto. Demasiada gente para mantenerla proscrita y asustada con el cuento de que viene el coco.
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