LAURENT HAMELS VIA GETTY IMAGES |
Esto es una confesión: me autocensuré. Sé que no es un secreto escandaloso y que podría contar otras cosas más jugosas, pero estamos a lo que estamos. Hacía unas semanas que no me pasaba por aquí. Mi último texto ni si quiera lo entregué para que fuera publicado. Lo escribí, le di muchas vueltas, pero no encontré la forma de hablar de lo que abordaba sin esa voz resonando en mi cabeza: ”...si a alguien se le ocurre leer esto, te van a dar”. Hablaba sobre una forma de paternalismo que se puede apreciar en nuestros días. Ese que se disfraza de feminismo y que en lugar de darle fuerza a las mujeres para que sigan su camino por su propio pie, las debilita.
Os estaréis haciendo una idea de qué clase de discusiones y conflictos pretendía evitar con mi acto de “autocastración”. Me sucedió algo que me recordó a mi época de estudiante, cuando no entregaba un trabajo porque no le había dedicado el tiempo suficiente (en realidad siempre lo dejaba todo para el último momento), tratando de evitar una nota mediocre. Prefería un cero rebelde a asumir la triste realidad. Pero no ha sido la procastinación el problema del escrito del que os hablo. Mis temores eran otros. Por experiencia sé que las polémicas desgastan y no suelen aportar nada positivo. A no ser que seas un creador del estilo de Los Javis y estés dispuesto a transformar cualquier momento traumático en una catarsis maravillosa que le dé la vuelta a todo. Así que decidí guardar mis dardos. Y con ellos parece que se encerró también parte de mi creatividad.
Ojalá, en esta ola de feminismo, no nos dejemos llevar por la tentadora comodidad de unas colchonetas defectuosas a las que poco les preocupa nuestro destino.
Por eso salgo de mi cajita para decir lo que quería decir de una forma simple, clara y sin ánimo de polemizar. Ojalá, en esta ola de feminismo, no nos dejemos llevar por la tentadora comodidad de unas colchonetas defectuosas a las que poco les preocupa nuestro destino. Porque no necesitamos muletas, queremos caminar sin apoyos tramposos que enmascaran los escollos que hay que superar. Gracias siempre a las aportaciones honestas y generosas que aborrecen tanto como nosotras las actitudes hostiles que no solo no dejan que avancemos todos, sino que únicamente conseguirían hacernos involucionar. Deseando con todas mis fuerzas que el paternalismo, interesado siempre y ahora camuflado, se ahogue de una vez por todas en alta mar.
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