Incluso tiene un nombre: parcopresis.
Por Natasha Hinde
Te sientas en un baño público, te concentras en la tarea que te ha llevado hasta ahí y, de repente, ocurre. Alguien entra al baño y se te revuelven las tripas (nunca mejor dicho). Te entra el miedo escénico, te subes los pantalones, tiras de la cadena y te vas.
Si esta escena te resulta familiar, no eres el único. La ansiedad de defecar en un espacio público, conocida como parcopresis, es bastante común. Quienes la sufren “sólo pueden evacuar en aseos que consideren seguros y privados”, según el doctor Ben Disney, gastroenterólogo en el University Hospitals Coventry & Warwickshire, y algunas incluso evitan orinar en baños públicos. Esto se conoce como paruresis, y se cree que afecta al 7% de las personas.
Sufrir una u otra no es bueno para el cuerpo ni para la mente. La parcopresis se asocia al estrés, a la ansiedad social, a una menor calidad de vida, a problemas de relaciones, a dificultades en el trabajo y, en algunos casos, a miedo a salir de casa, explica el doctor Disney.
Luego están las repercusiones físicas. Ignorar esa “urgencia” puede dar lugar a una disfunción en el reflejo de defecación, apunta el doctor Disney, lo cual significa básicamente que la fuerza de esa necesidad de ir al baño se reduce, dificultando más a la persona saber cuándo necesita hacerlo. “Esto, a su vez, puede alterar la sensibilidad rectal y disminuir la fuerza del esfínter, lo cual agrava la situación”, añade. “Al final, puede generar estreñimiento”.
No conviene subestimar este problema. Un reciente estudio del Bowel Interest Group descubrió que el estreñimiento cuesta al Servicio Nacional de Salud británico 162 millones de libras anuales [180 millones de euros]. De hecho, entre 2017 y 2018 71.430 personas fueron al hospital en Gran Bretaña por ese motivo.
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¿De dónde viene esa ansiedad por ir al baño?
Las connotaciones vergonzosas que rodean a esta cuestión sólo sirven para reforzar el tabú de la caca, señala el psicólogo Nick Haslam, autor de Psychology In The Bathroom. Esto puede proceder de la aprensión a los gérmenes y las enfermedades, ya que “hay mucha repulsión y mucha preocupación sobre las infecciones”.
La vergüenza por los ruidos y el olor también influye, apunta Disney. Culturalmente, estamos hechos para que nos dé vergüenza tirarnos pedos o hacer caca, así que cuando la gente va al baño y suena algo cayendo al agua, la vergüenza puede ser insoportable. Esta vergüenza también viene de la limitación de tiempo: si te ausentas de tu escritorio durante más de cinco minutos, para los demás puede ser bastante evidente el porqué. Además, si sólo hay un aseo compartido y sabes que hay gente fuera esperando, puede dar pánico.
Es como un tipo de ansiedad social, apunta el profesor Haslam. “Ocurre igual con las personas que tienen miedo a hablar en público o a que las vean comer; se trata de un miedo o una irritación exagerados a que otras personas se formen una imagen negativa de ellas si les observan”, aclara el experto.
“No quieren que les escuchen, no quieren que les miren, así que la sola idea de que la gente se entere de cuándo van al baño —aunque mentalmente sepamos que TODO el mundo lo hace— resulta terrible para algunas personas, especialmente aquellas a quienes les preocupa mucho el escrutinio”, añade.
La psicoterapeuta Lucy Fuller sugiere que podría tener que ver con un proceso evolutivo sobre la “necesidad de seguridad”. “Como si fuera un instinto animal, ir al baño es algo que tienes que hacer y tienes que parar todo lo demás para llevarlo a cabo”, explica. “Se trata de sentirse seguro, de sentir que no te van a atacar de ninguna manera por ir al baño”.
¿Cómo se puede superar el problema?
¿Es posible superar la ansiedad de usar un baño público? “Se pueden hacer cosas por mejorarlo, pero que la gente las haga es otra historia”, reconoce el profesor Haslam.
Fuller recomienda organizar tu rutina en torno a lugares en los que te sientas seguro yendo al baño; por ejemplo, piensa si hay algún lavabo de tu edificio que no te importe utilizar.
Si te es imposible, prueba con tácticas de distracción para reducir la ansiedad por el ruido, como tirar de la cadena para disimular el sonido o poner papel dentro de la taza para mitigarlo. Y, si lo que te preocupa es el olor, siempre hay espráis que pueden hacer el apaño.
Por supuesto, conviene ir adoptando estas medidas de forma gradual. “Si alguien tiene muy arraigado el hábito de evitar baños públicos, una forma de superar esa ansiedad es ir introduciendo truquitos poco a poco en esas situaciones y esperar a relajarse”, sugiere el profesor Haslam.
Pero para atacar el problema desde su núcleo, también hay que trabajar —y atajar— los pensamientos que tienes cuando estás en dicha situación. ”¿Realmente es tan terrible que alguien te oiga tirarte un pedo en el baño o que oiga ese plop cuando la caca toca el agua?”, plantea Haslam.
“Muchas veces la gente tiene esos pensamientos y se pone nerviosa sin preguntarse el porqué o sin darse cuenta de que son tonterías, sobre todo teniendo en cuenta que nadie te ve, porque hay puerta y paredes de por medio”, recuerda.
Indagar en el origen de esos pensamientos intrusivos puede contribuir a reducir la ansiedad y hasta llegar a eliminarla. También puedes trabajar con un psicólogo para aprender técnicas de relajación, como ejercicios de respiración o de mindfulness, y así tratar de superarlo.“Si piensas que se trata de un problema de ansiedad, trátalo como un problema de ansiedad”, resumeel psicólogo Nick Haslam.