La imposibilidad de lograr un acuerdo de investidura posterga nuevamente las reformas para combatir la desaceleración.
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Como cabía de esperar, España se dirige nuevamente hacia unas nuevas elecciones. Unos comicios que llegan tras las duras negociaciones entre las distintas formaciones políticas que conforman el Parlamento español. Unas negociaciones que, como decía, no han sentado bien a todos los ciudadanos en el país, ya que, desde algunos frentes, calificaban a las mismas como un ninguneo a la sociedad y un paripé político, siendo el resultado final el de una nueva llamada a las urnas en noviembre. La cuarta en cuatro años.
La desafección política entre la ciudadanía y la clase política crece por momentos. Y la razón de esto no es más que la ingobernabilidad de un país que carece de una clase política capaz de articular una mayoría y echar a andar en la carrera de la gobernabilidad. Un factor a tener muy en cuenta si sabemos lo que supone esto para los españoles, pues más allá del gasto del que hablaba Ortega Smith, o el valor del que hablaba Grande Marlaska, los nuevos comicios suponen, de nuevo, el bloqueo a todas esas reformas y reajustes que precisa el país y que, hasta ahora, por motivos de gobernabilidad, no se han aplicado.
España, desde las elecciones de abril, continúa con el mismo gobierno en funciones que tenía a principio de año. Un gobierno en funciones que, por su estado y la incapacidad de haber articulado esa mayoría que desbloquearía la ansiada gobernabilidad, no puede comenzar a trabajar en las reformas que anteriormente comentábamos. Unas reformas muy necesarias ante la desaceleración que vive la economía, los shocks que se están produciendo en el escenario económico y las vulnerabilidades que presenta el país.
Hace unos días, el Fondo Monetario Internacional (FMI), como suele hacer, publicaba el informe WEO en el que se recogían las perspectivas de la economía mundial para los próximos meses. Unas perspectivas que coincidían a la perfección con las que nos dejaba el Banco Central Europeo y que ponen de manifiesto la tendencia subyacente de desaceleración que vive la economía mundial. Una desaceleración precedida por diversos factores, como la guerra comercial, el Brexit, la caída de la demanda externa, entre otros, pero que, en España, por las vulnerabilidades estructurales que poseemos, podría tener mayor incidencia que en otros países.
España atraviesa una situación en la que un duro 'shock' económico en el país podría tener una mayor incidencia que en otros.
Grandes economías desarrolladas como Alemania o China han pasado el segundo trimestre del año con el nerviosismo que se tiene al saber que tu economía se encuentra bordeando la recesión técnica. Una recesión técnica que sí han podido vivir en sus propias carnes los italianos, que llevan dos consecutivas en este año. España no es un país que se diferencie mucho del resto de homólogos europeos, al menos en materia económica, por lo que el efecto contagio es más que real. Sin embargo, en el caso de España, nuestra economía atraviesa una situación en la que un duro shock económico en el país podría tener una mayor incidencia que en otros, como, por ejemplo, en Alemania.
La economía española sigue moderando sus crecimientos. Así lo recogía el BBVA Research y otras instituciones como el Banco de España. La economía se apaga y, mientras los crecimientos se proyectaban al alza, la evolución que han presentado los indicadores macroeconómicos –con un 60% de los mismos en tendencia claramente negativa– han obligado a proyectar nuevos reajustes más pesimistas para la marcha de nuestra economía. La ministra de Economía, Nadia Calviño, solo pudo resaltar el insignificante detalle del bajo coste de la deuda por la sencilla razón de que el Banco Central Europeo (BCE) ya ha dejado claro la imposibilidad del país para incrementar sus niveles de deuda. Pero no solo es nuestra economía, pues como decía, el Fondo Monetario Internacional, así como otros organismos, también reajustaban a la baja las previsiones para el crecimiento económico mundial, que ya mira desde lejos ese 4% que se pronosticaba a principios de año.
Como digo, la economía mundial está atravesando una dura situación. Las economías más desarrolladas del mundo, incluyendo a Estados Unidos, ya perciben la desaceleración económica que vive la economía. España, como decía, cuenta con una economía que, desgraciadamente, está mucho menos saneada que la economía estadounidense, china o alemana. Con un 98% de deuda sobre el Producto Interior Bruto (PIB), España se muestra como la subcampeona del mundo en materia de deuda, de acuerdo con las afirmaciones del FMI. Por otro lado, los registros de empleo de los últimos meses, así como las proyecciones de los servicios de empleo público, muestran un claro deterioro en el mismo, contando con que España posee la mayor tasa de desempleo de la Unión Europea, descontando a Grecia, por el reciente rescate.
El coste real de la ingobernabilidad está en todas aquellas reformas que no podemos aplicar.
La situación que atraviesa el país tras la finalización de la época estival nos vuelve a situar en el mismo atolladero que antes de las vacaciones. España vuelve a verse sumida en unos nuevos comicios que postergan, nuevamente, la gobernabilidad del país y la capacidad de poder liderar las reformas y los ajustes que exige la ciudadanía española. Como decía, la economía española, ante la desaceleración que presenta la economía global en su conjunto, sigue yendo a la deriva y, para más inri, no podemos hacer nada, más allá de votar, para revertir la situación en el país. Las políticas económicas siguen sin llegar y las propuestas de los partidos políticos candidatos a gobernar no convencen a los organismos centrales.
Como dijo el Fondo Monetario Internacional, en el informe que mencionábamos, voy a concluir resaltando que el papel de los políticos en el escenario actual, de acuerdo con el organismo multilateral, juega un papel determinante en el futuro de la economía. Recordemos que no tenemos Gobierno y que llevamos prácticamente desde 2014 sin afrontar ninguna reforma acorde al escenario económico vigente, que trate de plantar cara a las vulnerabilidades y fallas estructurales que posee nuestra economía. Debemos estar locos por ir a elecciones, pero aunque muchos no lo vean, el coste de las mismas no va a quedar únicamente, y como decía al principio, en los 180 millones de euros que decía Ortega Smith, sino que el coste real de la ingobernabilidad está en todas aquellas reformas que no podemos aplicar y que, de no hacerlo, podrían derivar en una dura recesión económica futura.
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