El miedo es lo que tiene, hace que te pierdas media vida.
BRENDA WALLACE |
Hace un par de años, cuando viajábamos por Islandia, dimos con un octogenario -casi nonagenario- de Texas. Estaba embarcado con unos cuantos compatriotas de la misma quinta en un crucero que realizaría una ruta por los fiordos islandeses y noruegos. Ana y yo estuvimos un buen rato hablando con él. El viejito nos escuchaba atentamente mientras le contábamos nuestro increíble viaje por la Tierra del Hielo y el Fuego y aunque advertimos que en su mirada había cierta melancolía, nunca dejó de reír con nuestras vivencias. De repente, nos interrumpió bruscamente y bajó la voz como si quisiera compartir con nosotras un gran secreto. Las dos nos acercamos para descifrar el mensaje:
—Os voy a contar algo —dijo—, ahora, cuando echo la vista atrás, ahora que sé que lo que me queda por vivir es menos de lo que ya he vivido, lo único de lo que no me arrepiento es de los viajes que hice en mi juventud con mis amigos y con mi ya difunta esposa. Cuando eres viejo y rememoras el pasado hay muchas cosas que cambiarías, pero de lo que os aseguro que nunca me he arrepentido es de haber optado por vivir en lugar de por existir...
Pues sí, al final resultó que el texano sí que estaba compartiendo con nosotras un secreto.
Hace algún tiempo, me privé de viajar durante casi cuatro años. De forma repentina, me entró un miedo tremendo a volar. Sospechosamente, ese período de tiempo coincide con los años más infelices que recuerdo de mi vida. El miedo es lo que tiene, hace que te pierdas media vida.
No tengo muchas propiedades (tampoco me quita el sueño no tenerlas), tan solo un Seat Ibiza del 2007, pero -oh, man!- las vivencias de este verano, de los que llevo y de los que me queden, me acompañarán siempre.
¡Feliz comienzo de curso!
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