Ahora que el virus ha puesto el mundo patas arriba es necesaria la reflexión sobre qué modelo de desarrollo queremos
Que las ciudades estén llenas de vida y de gente es algo que, al menos por el sur de Europa, nos gusta y hasta nos da motivos para presumir.
Puede ser la climatología, puede ser el paisaje, el patrimonio, el talante…o seguramente una suma de muchas y diversas circunstancias. Así que, sí, es bueno tener sol, terrazas, palacios de congresos, monumentos, programas Erasmus y hasta fiestas de la primavera o noches europeas de los investigadores.
Lo que ya no está tan bien es pensar, desde las instituciones, que solo con llenar las calles de gente, los museos o los monumentos de visitantes y los bares y restaurantes de clientes tenemos ya el futuro de la ciudad encarrilado. No está tan lejos la idea de una "ciudad del botellón" que puso en marcha el último alcalde del PP que gobernó en la Plaza del Carmen.
Ahora que un virus ha puesto el mundo patas arriba aún es más necesaria la reflexión en torno a qué modelo de desarrollo queremos para las ciudades en las que vivimos. Es verdad que el uso común del espacio público, disfrutar de bares y restaurantes, tener música en las plazas (¡y gratuita!), todas estas situaciones o actividades conforman ciudades vivas. Pero hace falta más: un diseño urbano pensado para favorecer la vida y los cuidados, una movilidad que priorice el transporte público y reduzca la contaminación, unas políticas de empleo pensadas para el futuro y no solo desde el pasado.
A pesar de los tópicos, hay gente empeñada en que Granada consiga ser la sede de uno de los proyectos científicos más relevantes para el futuro. Por eso la ministra de Ciencia e Innovación ha visitado Granada, se ha reunido con la dirección del consorcio Ifmif-Dones para impulsar la instalación del acelerador de partículas en Escúzar, ha confirmado así que Granada cuenta con "un ecosistema científico de primer nivel".
Todo esto no es casualidad. Es causalidad. Es el efecto de muchos esfuerzos, coordinados con acierto. Desde la política, desde las instituciones. Con mucho trabajo y tesón.
Que en este momento gobierne Granada un grupo político que cree que esta es la hora de Granada, que nuestra ciudad es ciencia y por eso podemos comprometer recursos y empeño en traer aquí proyectos europeos de primer nivel es una suerte. Confirma, al menos, dos cosas: que no todos quienes se dedican a la política son igual y que en el sur de Europa hay talento suficiente para disfrutar las calles y avanzar tecnológica y científicamente hasta donde sea necesario.
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