El próximo 23 de octubre se celebra en Granada la III Conferencia Internacional de Mujeres Gitanas. En ese encuentro participará esta mujer titulada en Trabajo Social por la Olavide
—¿Quién le infundió la pasión por estudiar, por saber?
—Mi madre. Mi fuente está en mi familia, en mi gente….La pasión está en mi propia sangre, en mi propia cultura, «en mis genes», en esa memoria que me ha permitido no olvidar el duro pasado de mi pueblo. Todavía recuerdo, por desgracia o por fortuna, una docente religiosa que decía que yo no servía para estudiar y que me apuntara a un curso de corte y confección…
—Esa actitud suya, en cambio, no está muy generalizada en el mundo femenino gitano.
—Todo lo contrario, precisamente es ahí donde se encuentra la clave de mi reto, en desmitificar esa imagen esencialista, en ese error de homogeneizar un pueblo tan diverso como el mío, como si pensáramos que en la sociedad española aún permaneciera una actitud por seguir relegando a la mujer en una posición de inferioridad. Para muestra un botón: el 80% de universitarios gitanos somos mujeres, y hace cuarenta años que en las universidades españolas de cada cien varones, cuatro eran mujeres.
—Se lo digo con tristeza. Porque me consta el esfuerzo y el dinero invertido por las Administración para resolver esa frustrante carencia…
—Igual que se invierte en otras cuestiones como es el caso clarísimo de la Violencia de Género y no por ello dejamos de ver que esa lacra sigue existiendo. Lamentablemente siguen apareciendo en nuestra sociedad muertes de mujeres a manos de sus parejas.
—¿Si una gitana quiere estudiar y hacer carrera es un problema para ella?
—La dificultad sería no hacerlo como para cualquier otra persona, si hoy no estás preparada y formada ante un mundo tan competitivo y tan depredador te quedas sencillamente tirada en la cuneta.
—¿Fue para usted un problema hacer dos carreras y empezar la tercera?
—Para mí lo fue desde que tenía que compaginar mis estudios con el trabajo, al igual que muchos jóvenes españoles que sentimos la necesidad de contribuir al sostén familiar. No todo son caminos de rosas, pero el esfuerzo y el tesón siempre tiene su recompensa.
—¿Qué resulta más determinante en una mujer gitana para no escapar de la marginación social y educacional: ser mujer o ser gitana?
—El problema no es la diferencia en sí, sino el uso que le damos a esos contrastes culturales que en vez de ser fuente de riqueza se utilizan como marcadores de fronteras entre los seres humanos.
—¿Una mujer como usted, preparada, estudiada y formada, es una amenaza para un hombre gitano tradicional?
—No es una amenaza nada más para aquellas mentes retorcidas que ven en las mujeres un rival. Para los gitanos ser una mujer preparada para afrontar el día a día, no sólo es una garantía de nuestros valores sino que somos el motor de cambio.
—¿Cómo la miran los jefes gitanos, los hombres sabios de vuestros consejos?
—Nosotros no hablamos de jefes, hablamos de familia, hablamos de valores, hablamos de personas mayores, hombres y mujeres de respeto que lo único que hacen es transmitirnos de generación en generación el orgullo y la honradez de ser gitano o ser gitana.
—Estoy seguro que más de uno y de dos al verla llegar murmurarán diciendo cosas como: «ya está ahí la sabihonda esta»…
—(Risas) Perdone que me ría, pero al no sentirme así nunca me he preocupado de ello. Pero nadie está libre de generar pensamientos críticos en los demás… Como una brillante frase que dice: «no envidies mi progreso si no conoces mi sacrificio»
—Sin herir sensibilidades: ¿La cultura gitana clásica, tradicional, es profundamente machista?
—¿Es que acaso la cultura paya no lo es?
—¿Pero quién rompe o cómo se rompe el blindaje social tras el que la mujer gitana es obligada a vivir como madre y paridora de hijos?
—¿Es que quizás las mujeres payas no están obligadas? Cuántas mujeres no tienen que enfrentarse a sus decisiones sobre si realizarse profesionalmente o criar hijos.
—¿Qué mensaje lleva usted a Granada?
—El de las experiencias de muchas mujeres gitanas que ven en la participación social y política un reto imparable. Y por supuesto en este camino hacia la igualdad, si no están los hombres (así lo ha decidido la organización de esta III Conferencia Internacional, que curiosamente no está dirigida por mujeres) no podremos alcanzar esa sociedad perfecta en la que todos queremos estar.
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