150 años después de haber sido plantados, los alcornoques de la Contraviesa forman un paraje natural repleto de diversidad animal y vegetal
JUAN ENRIQUE GÓMEZ | GRANADA
Los habitantes de la Alpujarra baja y la Contraviesa lo consideran como una referencia clara del paisaje de su tierra. Se enorgullecen al decir que desde el paraje del Haza del Lino se contempla el Mediterráneo, y en los días claros se ven las costas y montes de África. Es un punto de encuentro, y durante décadas fue el cruce de caminos para los vecinos de las poblaciones de Polopos, Rubite, Murtas, Sorvilán, Albuñol y otros núcleos, además, es el lugar donde se encuentra el alcornocal más alto del planeta, con su cota más baja en 1.280 metros sobre el nivel del mar, y la más alta en 1.545, en la cima del llamado cerro de la Salchicha. El alcornocal, formado por miles de ejemplares de Quercus suber (alcornoque) es además el que se encuentra más al este de la península Ibérica y de Europa. Hay que tener en cuenta que esta especie arbórea es una de las que definen el bosque mediterráneo, pero necesita unas condiciones muy concretas de humedad y exposición a la brisa marina.
Internarse en el bosque del Haza del Lino, vallado en algunos puntos para evitar los destrozos y el paso de vehículos, es conocer la esencia de diversos ecosistemas. «Tenemos sobre todo el bosque, y también la zona más alta, el Cerro Salchicha, donde la vegetación es más achaparrada por estar más expuesto a las inclemencias meteorológicas, pero muy rico en plantas aromáticas y vegetación de mayor altitud, barrancos, zonas de ribera y secanos, además de los cultivos típicos de esta zona, sobre todo con viñas», dice José Rojas, que señala que la presencia de plantas aromáticas es continua en la totalidad del territorio, romeros, tomillos, te, manzanillas, lavandas y jaras de diferentes tipos.
En el monte bajo, plagado de matorral mediterráneo vive una gran biodiversidad animal. Los jabalíes son omnipresentes en todo el paraje. Se aprecian los huecos que usan como bañeras, y como dejan los árboles manchados de barro tras restregarse en ellos para desparasitarse. Y los conejos. «Hemos tenido que construir criaderos para conejos en medio del cerro para evitar que se extinguiesen a causa de los ataques de los zorros», porque el Haza del Lino es también un coto de caza de alta calidad cinegética, al menos eso dicen quienes lo conocen.
Fue a mediados del siglo XIX cuando un antepasado de la familia Martín-Moré, decidió plantar alcornoques en la Contraviesa y en la sierra de Lújar. «Fue mi tatarabuelo, Emilio Moré, quien materializó la plantación hace más de 150 años, y desde entonces, se ha ido creando un espacio naturalizado en el que existen una gran cantidad de ecosistemas, un enorme bosque con muchísimos animales y otras plantas», dice el abogado motrileño, José Rojas, uno de los propietarios de esta gran finca de 500 hectáreas que trasciende más allá de lo que se puede considerar una mera propiedad privada, ya que su valor como paraje natural es incalculable. «Árboles de esta especie hay en otros lugares, no tan altos, pero de manera aislada, no formando bosques y ni siquiera bosquetes», dice José Rojas, que confirmaba que se trata del único existente en la provincia de Granada, y el que se encuentra más al este, «es el último del litoral mediterráneo europeo», dice. Hay otros alcornocales, pero están junto al litoral del norte de África. De hecho en La Moroma, en Marruecos, se encuentra el alcornocal más grande del mundo, pero a una altitud de solo 300 metros.
El corcho
La pervivencia de este bosque se debe al corcho que crean los alcornoques. La comercialización de ese producto, muy apreciado en todo el mundo, permite el mantenimiento de la finca y del bosque. «La saca del corcho se hace cada nueve años, porque hay que esperar a que tenga el grosor necesario para su comercialización», pero además, ese corcho es una protección perfecta para el árbol. «Los incendios que ha habido, como en otros muchos sitios, hacen menos daño al árbol porque están protegidos con su capa de corcho», dice Rojas, que junto a un grupo de amigos recorría los carriles y caminos del Haza del Lino, los barrancos y bosquetes, consciente de estar en un territorio único.
El castaño del Haza del Lino
Está ahí desde siempre. Todos los que conocen la carretera entre Órgiva y Albuñol saben que cuando divisan el gran castaño del Haza del Lino ya no hay que subir más, y la calzada empieza a bajar. Un castaño centenario, de más de 300 años, que está incluido en el catálogo de árboles singulares de Andalucía. Está en el interior de la finca. «Lo tuvimos que incluir dentro del vallado de parte de la finca porque se estaba deteriorando considerablemente porque había gente que hacía fuegos para cocinar bajo sus ramas», dice Rojas, que muestra como se le ha incluido un sistema de riego por goteo que ha hecho que esté frondoso y en perfectas condiciones. Este castaño, símbolo indiscutible de la Contraviesa, tiene un tronco que necesita de siete personas dándose la mano para poder rodearlo
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