una ensalada de gusanos cocinada en un restaurante de Brno (GTRES)
Los insectos podrían ser una alternativa útil de proteínas en la dieta
Contienen gran cantidad de gérmenes, pero países que han regulado su consumo (como Bélgica) detallan cómo eliminarlos.
España, en concreto, no cuenta con ninguna legislación que contemple el empleo de insectos en alimentación humana.
Alemania y Francia han regulado, en cierto modo, este tipo de consumo.
El consumo de insectos, algo tan extendido en otras partes del mundo, sigue siendo un mundo lleno de reticencias y desconocimiento en la mayor parte de países occidentales, como España.
En mayo de 2014, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reconocía en un informe el potencial de los insectos para alimentación como aporte de proteínas. Pero este uso aún debe hacer frente a importantes retos y reticencias. España, en concreto, no cuenta con ninguna legislación que contemple el empleo de insectos en alimentación humana, pero algunos países europeos, como Francia y Alemania, ya los han incorporado de alguna manera. Bélgica, por su parte, hasta ha autorizado la comercialización de ciertas especies. Por eso, el Comité Científico de la Agencia Federal Belga para la Seguridad de la Cadena Alimentaria (AFSCA) ha hecho público un comunicado donde enumera los posibles riesgos asociados a su consumo y cómo deberían prevenirse. Desde Eroski Consumer se recoge esta información.
Poca literatura científica en Europa
Los insectos podrían ser una alternativa útil de proteínas en la dieta, según reconocía la FAO hace un año. Sin embargo, la Unión Europea no cuenta con una normativa específica en cuanto a producción y comercialización para consumo humano. Aun así, en países como Bélgica sí se autoriza la comercialización de un número determinado de especies de insectos. Por este motivo, el AFSCA ha realizado un estudio sobre los riesgos relacionados con su ingesta. Según la agencia, en todo el mundo se consideran comestibles más de 1.500 especies de insectos (escarabajos, mariposas, abejas y hormigas, saltamontes y grillos o cigarras, entre otros).
En todo el mundo, se consideran comestibles más de 1.500 especies de insectosEn la Unión Europea es común comer artrópodos como langostas o camarones, pero no de escarabajos por ejemplo, y hay poca literatura científica sobre la seguridad de este "alimento". Por ello, las autoridades sanitarias belgas consideran necesario realizar más investigaciones sobre la seguridad microbiológica y química de los insectos destinados al consumo humano.
Insectos y riesgos
Los expertos han analizado los riesgos microbiológicos y químicos, incluyendo alérgenos, de los insectos. Estos peligros dependen de las especies, las condiciones de cría (alimentación y medio ambiente) y el procesamiento posterior. Como otros alimentos, estos riesgos pueden controlarse con una correcta aplicación de las buenas prácticas de higiene y producción. Los especialistas belgas sugieren también que el tratamiento térmico antes de consumirlos es esencial, así como una información detallada en la etiqueta sobre las condiciones de conservación y preparación.
Como vertebrados, los insectos pueden contener agentes biológicos y sustancias que pueden ser peligrosas para la salud. Según las autoridades belgas, es importante prestar atención a los riesgos bacteriológicos y químicos de insectos de alimentos con estiércol y residuos orgánicos. Los pocos estudios científicos sobre la seguridad microbiológica de los insectos criados en condiciones controladas indican que contienen un elevado número de gérmenes. En un análisis realizado en gusanos, orugas y grillos se detectó Staphylococcus spp. y enterobacterias, entre otras. Según los investigadores belgas, algunos insectos como moscas o escarabajos son portadores de Salmonella y Campylobacter para el ganado.
Además, durante la cría de insectos también pueden producirse infecciones epizoóticas, aunque los expertos reconocen que el "riesgo de infecciones zoonóticas es bajo". La contaminación microbiana aumenta en el caso de un "uso descuidado de residuos y la falta de higiene en el tratamiento de insectos". Algunos riesgos son parasitosis y presencia de aflatoxinas. Los insectos también pueden estar infectados por hongos patógenos como Aspergillus o Penicillium, que pueden contagiar de manera directa a las personas o secretar sustancias tóxicas o alérgenas.
Tratamientos como el horneado o el escaldado reducen el número de bacterias aerobias que pueden estar presentes en determinados insectos. Debe tenerse en cuenta que el consumo de insectos crudos, aseguran los científicos, puede conllevar riesgo de enfermedad parasitaria.
Además de los tratamientos térmicos, la conservación es otra de las condiciones importantes para prevenir riesgos, ya que, en ciertas condiciones (temperaturas de unos 30 ºC y ambiente húmedo), las esporas crecen más y, por tanto, degradan la calidad.
Cómo se contempla en España
El consumo en España de insectos como alimento no cuenta con ninguna legislación que lo contemple. Según la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), los insectos formarían parte de lo que se considera nuevo alimento. En este sentido, el reglamento CE 258/1997 sobre nuevos alimentos y nuevos ingredientes alimentarios establece que "debe evaluarse la seguridad alimentaria de todo aquello que no se haya consumido de manera significativa y segura como alimento o ingrediente en la Unión Europea antes del 15 de mayo de 1997". La autorización se refiere a las condiciones de uso, la denominación del alimento o ingrediente y los requisitos específicos para el etiquetado.
Un nuevo alimento debe seguir, antes de que se apruebe su consumo en la UE, un largo camino. Deben establecerse cuestiones sobre la seguridad del proceso al que se somete, si este método tiene antecedentes, así como establecer y definir los riesgos toxicológicos y microbiológicos. El reglamento debe asegurar que, si se autoriza un nuevo alimento, este no suponga un riesgo para el consumidor, no induzca a error y no implique desventajas desde el punto de vista nutricional.
Cuando un país recibe una solicitud, debe realizar una evaluación inicial y enviarla a la Comisión Europea y a los demás Estados miembros para que reevalúen de nuevo la idoneidad o no del alimento. Si no hay objeciones, la autorización tiene el visto bueno. En cambio, si considera que son necesarias más evaluaciones, la solicitud se envía al Comité Permanente de la Cadena Alimentaria y de Sanidad Animal, que ayuda a la Comisión Europea a elaborar medidas sobre alimentos. Este decidirá si, para autorizar un determinado alimento, es necesario adoptar condiciones de uso y requisitos de etiquetado específicos (composición, presencia de materias primas o valor nutritivo).
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