Dos nuevas investigaciones ligan polución con riesgo de ictus y estados de ansiedad
Vista general de Madrid en la que se aprecia la contaminación. ALBERTO DI LOLLI ÁNGELES LÓPEZMadrid
Mucho se ha hablado de los efectos de la contaminación sobre la salud, como el daño que produce en el corazón o en los pulmones, incluso su vinculación con el cáncer. Dos investigaciones nuevas ponen esta vez el foco en cómo el humo de los coches y las industrias pueden aumentar el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular y, lo más llamativo, disparar la ansiedad. Quizás sea la respuesta al alivio que muchas personas sienten cuando se dan una escapada al mar o la montaña y cambian de aires.
No es un asunto baladí. Los accidentes cerebrovasculares o ictus matan cada año a unos cinco millones de personas en todo el mundo. La carga que genera este trastorno es muy elevada pues provoca, en muchos casos, grandes problemas de discapacidad y dependencia. También, muy frecuentes son los problemas de ansiedad, que afectan globalmente al 16% de la población en algún momento de su vida, dando lugar a menos productividad laboral, aumento de las consultas médicas y mayor riesgo de suicidio.
Investigadores de la Universidad de Edimburgo (Escocia) llevaron a cabo una revisión de 103 estudios publicados sobre contaminación y su vinculación con el ictus realizados en 28 países diferentes. Lo que comprobaron en su análisis es que la exposición a partículas gaseosas como monóxido de carbono, dióxido sulfúrico, dióxido de nitrógeno y ozono aumentaba los ingresos hospitalarios o muerte por ictus.
El vínculo entre contaminación y accidente cerebrovascular fue más fuerte en los países de bajos o medianos recursos, donde había mayor concentración de estas partículas y que, sin embargo, sólo fueron evaluados en el 20% de los estudios analizados.
Según Jordi Sunyer, director del Centro Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental de Barcelona (CREAL), este estudio aporta una nueva evidencia a la "demostrada relación" entre contaminación e ictus, subrayando su impacto en la salud pública. "Hay numerosas investigaciones que han evidenciado un efecto agudo; es decir, han mostrado que en los días con más contaminación se producen más accidentes cerebrovasculares, lo que supone un hallazgo tremendamente importante", subraya.
"Políticas de salud pública y medioambientales deberían intentarreducir los niveles de contaminación, pues esto podría reducir la carga de ictus", afirman, por su parte, los autores en su estudio cuyos datos publica la revista British Medical Journal.
Establecer medidas para controlar la contaminación no sólo podría tener un impacto sobre el riesgo cardiovascular sino también sobre la salud mental. Eso es lo que se deduce de otro estudio, cuyos resultados se recogen en la misma publicación británica y que ha sido realizao por investigadores de los departamentos de Salud Medioambiental y Epidemiología de la facultad de Salud Pública de Harvard y de la sección de Psiquiatría del Hospital Brigham and Women, ambos en Boston (EEUU).
El trabajo ha tenido en cuenta la salud y la distancia a una carretera de 71.271 mujeres, de entre 57 y 85 años, cuyos datos habían sido recogidos previamente en un estudio sobre la salud de las enfermeras (Nurses' Health Study). La exposición a partículas en suspensión de un tamaño de 2,5 micrómetros de diámetro (PM 2,5) y a las de 2,5-10 PM se determinó a través de datos metereológicos y geográficos y se concretó en cinco periodos (un mes, tres meses, seis meses, un año y 15 años) antes de la valoración de ansiedad, que se determinó a través de un cuestionario.
Lo que el estudio comprobó fue que las mujeres que residían entre 50 y 200 metros de una autopista o gran carretera fueron más propensas a tener síntomas de ansiedad que aquellas que residían en lugares más lejanos. Esta relación fue más importante cuando la exposición era a partículas mayores de PM 2,5 y al mes de estar expuestas a ellas.
"La contaminación causa inflamación sistémica, por lo que es razonable que los investigadores vuelvan ahora su mirada al terreno de la salud mental, y busquen factores de riesgo modificables en una enfermedad con una carga en aumento", señala en un editorial publicado también en BMJ Michael Brauer, profesor de Salud Pública de la Universidad British Columbia, en Vancouver (Canadá).
Brauer indica, no obstante, alguna limitación del estudio que vincula la contaminación con la ansiedad pues no se ha examinado otros factores como el ruido, que por sí mismo puede aumentar los problemas nerviosos, la presión barométrica o la intensidad solar. "Cada vez hay más evidencia de que los espacios naturales pueden tener efectos beneficiosos sobre el estrés y la cohesión social, que merecen por sí mismos nuevos estudios".
Recientemente, el equipo de Sunyer ha publicado una investigación que demuestra que la contaminación tiene un impacto directo sobre el desarrollo del cerebro. Sus resultados, publicados en la revista 'Plos Medicine', muestran que los alumnos de colegios cercanos a vías con mucho tráfico tienen un desarrollo cognitivo más lento que los que asisten a centros expuestos a una menor intensidad de circulación. "Hemos visto que el crecimiento de funciones cognitivas esenciales para el aprendizaje es menor en niños que acuden a escuelas con niveles altos de contaminación", señala Sunyer, quien recuerda que son muchos los trastornos que se han ligado a la contaminación.
Coincide con su punto de vista Brauer, que subraya que investigaciones como las citadas "confirman la urgente necesidad decontrolar la contaminación en todo el mundo como una causa de deterioro de la salud y ofrecen la promesa de que su reducción podría ser coste eficaz al disminuir la gran carga de enfermedad y discapacidad que generan ambos problemas
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