El importante reto del cambio global -incluido el cambio climático- al que nos enfrentamos en el Planeta- tiene un importante grado de incertidumbre sobre lo que puede ocurrir a escala regional, por lo que es fundamental ser capaces de detectar y evaluar en tiempo real las complejas alteraciones, de las que ya existen numerosas evidencias, y comprender tanto su funcionamiento como la interacción de unos procesos con otros, sus posibles sinergias y atenuaciones.
La gestión de los espacios naturales en el siglo XXI ha de ser capar de adelantarse a estos fenómenos, facilitando la adaptación de los ecosistemas. Se trata de promover una conservación dinámica de sus funciones y procesos que les ayude a adaptarse a los cambios que están experimentando.
Además de un observatorio privilegiado de cambio global, Sierra Nevada se ha convertido en los últimos años en un laboratorio de ensayo de proyectos para la gestión adaptativa en nuestros ecosistemas forestales. Lo que destaca del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada y lo convierte en especial en la Red de Parques Nacionales es que no se queda en la labor de medición de datos, en el monitoreo necesario para una buena gestión de conservación de espacios y especies, sino que va más allá y se ha convertido en un gigantesco laboratorio de ensayo para la adaptación al cambio global.
El objetivo de estas actuaciones es disminuir la vulnerabilidad y aumentar la resiliencia, la capacidad de recuperación, de los ecosistemas. Las medidas que se llevan a cabo para lograrlo son múltiples: reducción de los impactos, búsqueda de una mayor heterogeneidad de los paisajes, conectividad y eliminación de barreras, facilitación y sostenibilidad en los aprovechamientos.
Hacia el monte mediterráneo del S. XXI
En Sierra Nevada hay una gran extensión de pinares de repoblación que se realizaron a mediados del siglo pasado. Estos pinares son masas monoespecíficas, excesivamente densas, (hasta 3.000 pies por hectárea, más del doble del óptimo en algunos lugares), con bordes demasiado geométricos que, aparte de suponer un impacto paisajístico, son muy sensibles a los incendios, plagas y otras enfermedades forestales y muy vulnerables ante el cambio climático.
La naturalización de estos pinares busca un tipo de monte (que se ha bautizado como el monte mediterráneo del siglo XXI) abierto, con discontinuidades, heterogéneo, diverso y resistente a agentes erosivos. El objetivo es avanzar hacia un mosaico de vegetación y usos que ofrezca múltiples servicios ecosistémicos y sea especialmente resistente a los cambios que se avecinan.
Las actuaciones desarrolladas se centran principalmente en aclareos selectivos de pinares -entre el 25 y el 50% de los pies- y tratamientos selvícolas sobre encinas (resalveos y rozas entre dos tierras con los que se pretende ayudar al proceso natural con el fin de acelerar la formación de nuevos pies).
El mismo objetivo se persigue en la restauración de espacios degradados como las áreas afectadas por incendios forestales, actividades extractivas o abandono de cultivos, en este caso mediante siembras o plantaciones utilizando técnicas, en ocasiones novedosas, como los bosquetes de dispersión.
En ambos casos, desde diferentes situaciones de partida, se buscan unas masas arboladas que en el futuro prácticamente no precisen de la mano humana para su mantenimiento y conservación, bosques capaces, por sí solos, de evolucionar y perdurar de manera estable hacia su óptimo ecológico sin apenas intervención del hombre y de los costosos tratamientos selvícolas.
El modelo forestal obtenido permitirá el control de los incendios forestales, potenciará el uso múltiple del monte y aumentará el valor ecológico del ecosistema forestal al presentar una elevada diversidad de formaciones vegetales y una gran diversidad de ecotonos.
Otros casos prácticos de gestión adaptativa.
En la estrategia de generar capacidad adaptativa frente a los impactos del cambio climático en particular y del cambio global en general, tienen especial interés para Sierra Nevada dos experiencias piloto desarrolladas en los últimos años en masas de piornal-enebral y en robledales.
Los enebrales y sabinares constituyen unas formaciones vegetales típicas de la alta montaña. Es el hábitat natural de numerosas especies de fauna adaptadas a las condiciones particulares de nieve y hielo durante parte del año.
Los robledales de Sierra Nevada están en el límite más meridional de su área de distribución natural y están sometidas a unas presiones de cambio en los últimos tiempos, sobre todo asociadas a un mayor déficit hídrico (alargamiento del periodo seco, que coincide con el periodo vegetativo de la especie, con unas menores reservas de agua en el suelo), debilitamiento general de las masas, pérdida de capacidad reproductiva, mayor predisposición a ataques de agentes nocivos (plagas de defoliadores principalmente)etc.
En ambos casos, nos encontramos ante formaciones vegetales que se encuentran en una situación de estancamiento e incluso de degradación motivada por unas condiciones ambientales y unos cambios de usos del suelo.
Para ayudar a estas formaciones vegetales se desarrollan una serie de medidas entre las que podemos destacar:
-Utilización de especies facilitadoras para la siembra o plantación.
-Recuperación de las acequias tradicionales de careo.
-Localización de áreas con condiciones óptimas actuales o futuras para la existencia de dichas formaciones vegetales.
-Eliminación de especies oportunistas, okupas que han llegado por deterioro o por efecto de la acción antrópica.
-Protección de las plántulas en sus primeros estadios frente al ganado silvestre o doméstico.
viernes, 27 de marzo de 2015
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