Más que de injusticia intrínseca del impuesto en sí, cabría hablar mejor de las situaciones injustas que crea
La semana pasada fue pródiga en apariciones de miembros destacados de la Consejería de Hacienda con el fin de aplacar la catarata de críticas a la alta carga tributaria del impuesto de Sucesiones en comparación con otros territorios más ricos, en flagrante contradicción con el principio de igualdad. ¿Es injusto este impuesto, como tantos claman? Pues puede que sí, pero como el de Patrimonio, como el de Plusvalía Municipal ahora cuestionado por el Tribunal Constitucional... ¿Hay algo más injusto que el IVA, que grava el consumo? ¿Es injusto que quien herede un gran patrimonio contribuya al sostenimiento de los gastos públicos? Más que de injusticia intrínseca del impuesto en sí, cabría hablar mejor de las situaciones injustas que crea, algunas clamorosas.
Injusto es que una señora que ha cuidado toda la vida de una anciana, cuando ésta falta y le deja en herencia, pongamos por caso, el piso donde ambas residían valorado en 170.000 euros, aquella tenga que pagar por heredar casi 40.000 euros, lo que a buen seguro le llevará a malvender el piso para pagar el impuesto, haciendo inviable de paso el deseo de la causante. Muy injusto es, también, que una persona herede de un familiar colateral un determinado patrimonio y tenga que satisfacer un auténtico dineral cuando, seguramente, de tratarse de un descendiente no pagaría absolutamente nada. Y nada más injusto que ciudadanos del mismo país tributen por el mismo impuesto pagando cantidades distintas, o directamente se pague por ello en un sitio y en otro no, como pasa aquí con respecto a Madrid.
Si el impuesto de Sucesiones es injusto, como alegremente repiten desde el PP, lo que tienen que hacer es suprimirlo, pero no aquí sino allí, que para eso es un impuesto estatal, y tiempo y mayorías parlamentarias han tenido para hacerlo. Estoy de acuerdo con los que opinan que lo procedente es una revisión del impuesto a nivel nacional, reduciendo los tipos excesivos de ahora y garantizando la igualdad de trato, evitando así tantas situaciones dolorosas. En este, como en otros casos, sobran demagogia y medias verdades y faltan equidad y determinación. Y tan verdad es que la mayoría de renuncias tienen su causa en cuestiones ajenas al impuesto o el dumping fiscal de los que pueden permitírselo, como que los ricos de verdad no lo pagan porque tienen instrumentos de sobra a su alcance para evitarlo.
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