Las declaraciones ofensivas del ministro Dijsselbloem superan a otras similares de Duran i Lleida en 2011
Los líderes de la Unión Europea están en Roma de fiesta. Se cumplen 60 años de la firma del Tratado de Roma por el que se creó la Comunidad Económica Europea. La foto de ayer era la del Papa Francisco advirtiendo a los jefes políticos que "la UE no puede ser sólo protocolo, sino vida y dignidad". Hay otra foto que ilustra el desconcierto con el que la nomenclatura comunitaria llega al aniversario. Es la arrogancia de Jeroen Dijsselbloem, un socialdemócrata holandés, nacido en Eindhoven, de religión católica.
Jeroen es titular de Finanzas en el Gobierno saliente de Holanda y quiere seguir siendo presidente del Eurogrupo aunque deje de ser ministro. Probablemente para hacer méritos ha insultado a los países del sur de Europa en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, el gran diario conservador alemán: "No puedo gastarme todo mi dinero en licor y mujeres y a continuación pedir ayuda". Como si fuese un matón de taberna, resume este socialdemócrata la crisis social que viven algunos países del euro.
Estos despropósitos de Dijsselbloem superan los del democristiano catalán Duran i Lleida en octubre de 2011, cuando dijo que los andaluces se pasaban todo el día en el bar con el dinero de los catalanes. Con independencia de que haya habido despilfarro de fondos europeos o el interregional español, tanto Cataluña como Holanda se benefician de su predominio industrial en un mercado único sin aranceles. Durante la crisis económica, Alemania ha multiplicado su predominio comercial en la UE.
En su último libro, Antón Costas y Xosé Carlos Arias [La nueva piel del capitalismo. Galaxia Gutenberg, 2016] sostienen que Europa ha pasado de un liderazgo cooperativo que ejercía el eje franco alemán con la participación de otros dirigentes, a un liderazgo hegemónico de Alemania: "En su versión más benigna, la UE se ha convertido en algo así como un sistema intergubernamental deliberativo, siempre a la sombra de Alemania". El agravante es que el líder no quiere ejercer. El sociólogo Ulrich Beck sostiene que Alemania ha creado un imperio accidental, en el que prima la desgana, la falta de compromiso y el miedo. Lo único que pretende es favorecer sus intereses a corto plazo, sin garantizar el buen funcionamiento del comercio ni la estabilidad de las finanzas.
La Unión que celebra el 60 aniversario del Tratado de Roma está huérfana. Dijsselbloem se ha medio disculpado aduciendo que su estilo directo es de la escuela calvinista holandesa. Él, que es católico, podría mirarse mejor en el espejo del Papa, y hablar directamente de la vida y la dignidad.
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