TRIBUNA
Muchas de nuestras pasiones vienen programadas genéticamente y, normalmente, solemos tener pasiones similares a las que tienen o tuvieron nuestros familiares
Tener pasión |
La pasión es definida como un sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y de perturbar la razón. La pasión se puede reflejar a través del amor, del odio, de los celos o a través de una ira intensa. Pero no todos tenemos, o expresamos, pasión por los mismos motivos, ni todos somos iguales de pasionales en su expresión. Para los budistas, la causa fundamental del sufrimiento es la tendencia del ser humano a desarrollar apegos y a no ser conscientes de que todos los fenómenos de la vida están en constante cambio. Nuestras pasiones: el bienestar, la dicha, la suerte, los afectos, la salud y la prosperidad pueden ir variando a lo largo de la vida. Aunque cada persona tiene su estilo pasional propio, cada cual lo cree único, que como él ama no ama nadie, porque la pasión, cuando surge, es como un descontrol, casi un desorden, como una enfermedad pasajera. La palabra "pasión" proviene del griego pathos y del latín passio, que significaban originariamente padecer o estar afectado; lo que nos apasiona, lo que nos afecta, en definitiva, lo que nos mueve. Es cierto el dicho de que no hay incendio como la pasión y que no hay ningún mal como el odio.
La pasión nos hace sentir vivos, humanos. Sin embargo, como aseguraba Rousseau, la máxima dicha, la felicidad para algunas personas es el franco esparcimiento de los impulsos, sino su continencia y su dominio. Pero la pasión no se contiene ni se domina fácilmente. Dominarla depende de nuestra capacidad de tolerancia a la frustración. Las pasiones son fuente de muchas frustraciones ya que no siempre pueden ser satisfechas, ni inmediatamente ni a largo plazo. Aprender a tolerar la frustración comienza con las enseñanzas que nuestros padres nos dan para que aceptemos que no todo es posible aquí y ahora, inmediatamente. Aprender a demorar, a retrasar, la consecución de aquello que deseamos fuertemente nos enseña a modular y a controlar nuestras pasiones.
Las pasiones son emociones del alma, son el alma que se pone en movimiento para ir en busca de una satisfacción personal anhelada. Las pasiones son las que nos hacen amar, admirar, odiar, desear, alegrarnos o entristecernos, con el objetivo de mantener y fortalecer unos sentimientos que son saludables y que deben ser mantenidos; sin pasión tales sentimientos pudieran ser borradas y olvidados con facilidad. Los amantes necesitan pasión para mantener vivos el amor físico y el amor romántico. El amor físico alimenta al cuerpo y el amor romántico a nuestro cerebro. Amar ayuda a mantener nuestra salud mental. La naturaleza es sabia y por muchas razones nos hizo nacer de unos padres que cuando venimos al mundo están cargados de unas hormonas específicas para que nos quieran más que nada en el mundo. Uno debe haber sentido ese amor cuando niño, igual que debe sentir el amor adulto de, y hacia, otra persona distinta a su familia, alguna vez en la vida. Amar y ser amado debe ser algo que todos deberíamos haber experimentado alguna vez en la vida. Mientras dura, la pasión es una vacuna contra el desamor.
El hombre controla y regula el efecto de sus pasiones a través de la voluntad, que también debe ser educada desde niño. La realidad no es más que la expresión de la voluntad de querer. Las pasiones ponen nuestras vísceras en acción, en marcha. Pero tener pasión es humano y probablemente bueno, especialmente todas aquellas pasiones que nos elevan, que nos hacen sentir la vida y su deseo de compartirla con otros. El odio como sentimiento y como pasión deben ser evitados, más aun debe enseñarse en las escuelas y sobre todo en las familias a no odiar. Un buen padre enseña a sus hijos a no odiar. El que odia sufre y hace sufrir. Las personas con una buena salud mental no odian, incluso aunque la vida no les haya tratado bien. No odies nunca a nada ni a nadie, el odio es una psicopatía que hay que evitar. La vida te trata bien cuando tú la tratas bien, la aceptas, la compartes, cuando te cultivas a ti mismo y cuando ofreces, a los demás, creación y vid, cuando favoreces que los demás crezcan.
Muchas de nuestras pasiones vienen programadas genéticamente y, normalmente, solemos tener pasiones similares a las que tienen o tuvieron nuestros padres, tíos, abuelos u otros familiares. Aunque cada uno de nosotros nos creemos únicos, la evidencia sugiere que nos aceptamos genéticamente como somos, con nuestras virtudes y defectos, a partir de los 40 años. Antes, normalmente, es una lucha para no parecernos a nuestros padres, a no tener sus pasiones. Pero la naturaleza se ha garantizado con nosotros de que ese estilo sentimental y pasional no se pierda, y mi obligación es mantenerlo y mejorarlo.
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