A Granada se le ha perdido el respeto y la acumulación de frustraciones se está convirtiendo en un destino
Lo anunció Mariano Rajoy el viernes en Bruselas: Barcelona es la candidata del Gobierno para obtener la sede de la Agencia del Medicamento cuando se produzca la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Granada cuenta con cero posibilidades. No hay que lamentarse, son las mismas que tenía antes de que lo dijera. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ya anunció en julio del 2016 que esa sería la apuesta y los grupos políticos la respaldaron la semana pasada en el Congreso de los Diputados. La noticia, sin embargo, conmocionó y le arrugó el fular al alcalde, el único que no se había enterado, que seguía dando rienda suelta a su vocación de agente comercial y vendiendo nuestra "capacidad y potencialidad" para competir con cualquiera. Francisco Cuenca ignoraba que su propio partido le daría la espalda, o lo sabía y lo ocultó, lo cual sería mucho más inquietante. Lo cierto es que PSOE, PP y Ciudadanos apoyaron a la capital catalana pese a que sus concejales en la Plaza del Carmen firmaron una declaración institucional en defensa de la candidatura granadina. Sólo Podemos mantuvo una postura digna con su abstención en Madrid.
El revés fue muy comentado entre los periodistas veteranos que asistieron el domingo a la manifestación contra el aislamiento ferroviario. "Dos Agencias del Medicamento Completas", repetía uno con chanza. "Una provincia sin ferrocarril ni coraje para luchar por el no puede aspirar a nada", se quejaba otra. "Para que van a invertir aquí, si tienen el voto cautivo", sentenciaba un tercero. Esa es la cuestión, a Granada se le ha perdido el respeto y la acumulación de frustraciones se está convirtiendo en un destino. Basta pensar en la supresión de los trenes convencionales antes de la llegada del AVE. El desprecio del Gobierno del PP ha sido absoluto y la defensa de la Junta ridícula por templada. ¿Imaginan a Sevilla incomunicada por tren o por vía aérea? El escándalo sería insoportable, Susana Díaz se habría colgado hace mucho del puente de Triana. Aunque no hay que desesperar, restan la Capitalidad Cultural Europea en 2031 y el acelerador de partículas. Para decidir la primera quedan más años que tiempo de mandato (aún no se ha designado la del 2020), así que se transformará en un clásico, en un empachoso caldo de lechuza electoral. Y lo del acelerador va bien encaminado. Fuentes de absoluta solvencia aseguran que existe la posibilidad de que venga a Granada si nadie de Europa, incluida España, lo quiere. ¡La leyenda continúa!
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