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A comienzos de año, me planteé dos propósitos:
1. Decir más palabrotas.
2. Dejar de disculparme constantemente.
El objetivo del primer propósito era poder hablar abiertamente y no dudar cada vez que quisiera enfatizar algo con una palabrota. Ha sido jodidamente fácil. El segundo propósito, en cambio, ha sido jodidamente difícil. Además, tratar de decir más palabrotas y no disculparme acto seguido ha supuesto un verdadero desafío. De hecho, mientras escribo esto, casi siento el impulso de disculparme por haber dicho "jodidamente" dos veces (que ahora son tres), pero me resistiré.
El motivo del segundo propósito es que no quiero que mis palabras tengan menos peso. A lo largo de los cuatro últimos meses he percibido que tiendo a disculparme de forma excesiva y he apuntado los momentos en los que suelo pedir perdón, para sentirme más tranquila o simplemente por defecto.
Hace poco he vuelto a trabajar en la oficina tras varios años trabajando desde casa y, por tanto, he vuelto a verme inmersa en situaciones en las que tengo que hablar en lugares donde hay cientos de personas. Además de descubrir que hablo muchísimo sobre el tiempo, me di cuenta de que digo "perdón" constantemente. Además, me fijé en que hay otras personas que también se disculpan excesivamente, y la mayoría son mujeres. Mis observaciones coinciden con la investigación de la profesora de Lingüística Deborah Tannensobre las conversaciones en los puestos de trabajo. Tannen descubrió que las mujeres son más propensas a disculparse. Al pedir perdón constantemente, estamos incurriendo en lo que Tannen denomina "un ritual de conversación". Mientras que los hombres prefieren mantener un equilibrio de poder, las mujeres optan por empatizar. Yo misma me siento impulsada a disculparme ahora mismo por hacer una generalización de género, pero me voy a resistir, joder.
Las mujeres no solo se disculpan más que los hombres, sino que también son las que más informan de sus comportamientos ofensivos.
A veces hago espectáculos de comedia (podría pedir perdón a todas aquellas personas que han escuchado mi trabajo, pero en lugar de eso diré "gracias"). Suelo acudir a noches de micrófonos abiertos, donde los comediantes ponen a prueba sus nuevos trabajos frente a otros comediantes y alguna persona más. Hace poco, en uno de estos eventos, únicamente éramos dos mujeres entre los 25 comediantes en la sala, y no noté patrones particulares en las conversaciones. Dos días después, asistí a uno en el que solo había dos hombres en un grupo de 25 personas. Escuché la misma cantidad de chistes verdes en ambas reuniones, pero en el evento en el que predominaban las mujeres, fui testigo de un aluvión de "perdones". "Perdón, ¿está ocupado este asiento?", "Perdona, ¿esta es tu cerveza?", "Ay, perdona, tengo que pasar por aquí". Estos "perdones" se escucharon sin parar a lo largo de toda la noche.
Tras escuchar tantas disculpas de boca de mujeres, un observador podría concluir que tenemos comportamientos más ofensivos que los hombres y, por tanto, debemos compensar este comportamiento tan horrible pidiendo perdón. Sin embargo, las investigaciones sugieren que las mujeres piden disculpas con más frecuencia porque estamos acostumbradas a ello. La profesora de psicología Karina Schumann y sus colegas investigaron acerca de las diferencias de género en un estudio sobre comportamientos ofensivos y disculpas. El estudio reveló que las mujeres no solo se disculpan más que los hombres, sino que también son las que más informan de sus comportamientos ofensivos. "La investigación sugiere que los hombres se disculpan con menor frecuencia que las mujeres porque tienen un umbral más alto de lo que constituye un comportamiento ofensivo", explican Schumann y sus colegas. Los hombres también piden perdón, pero las mujeres somos especialistas en ello. Otro estudio reveló que las mujeres consideran que ciertos comportamientos eran más graves de lo que pensaban los hombres.
En realidad, las mujeres no tienen más comportamientos ofensivos que los hombres, pero piensan que sí. Antes de que las mujeres abran la boca, sus palabras se les antojan más como una imposición que como una contribución, por lo que sienten la necesidad de decir "lo siento" a fin de amortiguar el impacto. De hecho, a veces da la sensación de que las mujeres se disculpan por el mero hecho de existir.
Suelto muchos "perdones" a modo de cojines en la conversación, para amortiguar el golpe de otras personas que realmente no lo necesitan.
Al final, acaban pidiendo perdón aunque la situación no lo requiera. Tannen explica que estas disculpas funcionan como parte de la conversación. La experta señala que una disculpa en este tipo de situaciones no tiene por objetivo aceptar la culpa de algo, sino que constituye una forma de comunicarse. Al pedir perdón de forma innecesaria, estamos tratando de restarle importancia a lo que sea que nos haya ocurrido. A lo largo del día, yo misma suelto muchos "perdones" a modo de cojines en la conversación, para amortiguar el golpe de otras personas que realmente no lo necesitan. Muchas mujeres sienten la necesidad de hacer esto, creando un entorno en el que se piden disculpas de forma excesiva. Este geste es una muestra de empatía y amabilidad, pero a menudo es totalmente innecesario, por no decir agotador.
Por supuesto, hay ocasiones en las que una disculpa es totalmente apropiada, como cuando tenemos que reconocer algo que está mal, haya sido intencionado o no. Pero me refiero a esos otros momentos en los que bastaría con decir "gracias" o simplemente asentir. No es necesario un amortiguador.
El otro día estaba bajando unas escaleras y una mujer que las estaba subiendo tropezó. Miró hacia arriba y se disculpó. Seguramente me lo dijera a mí, pero su tropiezo no me había molestado a mí ni a nadie más. Tal vez se lo dijo a la propia escalera, pero no creo que al suelo le molestara mucho. Ese "lo siento" se unió al montón de disculpas innecesarias que habían sido pedidas ese día.
Anticiparse a los hechos pidiendo disculpas constantemente acaba minando a quien las pide: esa mujer no me debía ninguna explicación o gesto de cortesía. Usar un "lo siento" para cosas tan insignificantes como esa acaba diluyendo la importancia de una disculpa. Además, hizo que no le preguntara si estaba bien, que era la respuesta más adecuada en ese momento.
En ese caso se trataba de una escalera aislada, pero cuando se vive en un lugar tan concurrido como es Nueva York, donde es normal toparse con gente constantemente, abundan las disculpas. Una tarde, iba montada en el metro y un pasajero estiró el brazo de forma que acabó tocándome la nariz. ¡Sorprendente! ¡Asqueroso! Nos miramos mutuamente en silencio y entonces reaccioné diciendo: "Lo siento". Me disculpé por la simple presencia de mi cara. A menudo siento que debo pedir perdón por ocupar espacio y, como mujer alta que soy, esta sensación se hace muy común y me lleva a pedir disculpas muchas más veces.
No digo que los hombres pidan perdón más veces, más bien quiero animar a todos a que se disculpen cuando tengan un motivo legítimo para ello.
Por si fuera poco, también pido perdón a seres que no pueden entenderme. Hace poco le pedí perdón a mi gata por no compartir mi comida con ella (comida que no debe comer, por cierto). No sé si entendió el motivo de mi disculpa, pero es hembra, así que quizá sí.
Ese mismo día, tuve que apartar un poco la bolsa con la comida de un compañero de la oficina para poder meter la mía en la nevera. Y me sorprendí pidiéndole perdón en alto a un sándwich. Acto seguido continué con este artículo.
Inspirada por la canción de Helen Reddy I am Woman (Hear Me Roar) [Soy una mujer, (óyeme rugir)], empecé a llamar a estos momentos "Soy una mujer, óyeme disculparme" y a publicarlos en Twitter en la cuenta @HearMeApologize. Joder*, estoy deseando escuchar vuestras historias. Espero que me sirvan para invertir mis "lo siento" en situaciones en las que sea verdaderamente necesario y para dejar de usarlo como un reflejo. Esto es consecuencia de lo que nuestra cultura nos ha enseñado a las mujeres sobre cómo debemos comportarnos con el mundo a nuestro alrededor. No estoy pidiendo que los hombres pidan perdón más veces (excepto ese tío que me tocó la nariz), más bien quiero animar a todos a que se disculpen cuando tengan un motivo legítimo para ello.
Para acabar, hay algo por lo que sí que quiero disculparme. Pido perdón por haberlo pedido en exceso. Prometo usarlo únicamente cuando sea necesario para que de verdad tenga sentido. Quiero preocuparme menos de querer amortiguar el impacto de las palabras con una disculpa, incluso aunque me arriesgue a que algo sea un poco más abrupto.
No lo siento,
Sydney
*Ver propósito número 1.
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