-En su anterior libro, desarrollaba el concepto de rutinología. Aquí nos habla de la bolinería.
-La bolinería viene de la misma palabra que usamos en francés para las pelotas, el coloquial de testículos: boule. Para mí, el concepto encarna todos esos comportamientos que tienen exceso de testosterona, muy arquetípicamente masculinos.
-Pero nadie está libre de bolinerismo, dice.
-Afecta a ambos sexos, claro, pero sobre todo a los hombres porque entre ellos se han dado históricamente los papeles de poder. Para mostrar su fuerza o virilidad, tradicionalmente, el hombre tiende a establecer unas relaciones de fuerza sin ponerse normalmente en el lugar de la otra persona, ni pensar en lo que ese comportamiento va a conllevar.
-Cada uno de los personajes que aparecen en la novela, sufren de distintos aspectos de este mal: el jefe implacable, la madre controladora, la personalidad yo-yo... ¿por qué ha cogido estos arquetipos?
-En la novela, la protagonista, Romane, hace una especie de antropobolinería, por ponerlo de forma divertida. Lo cierto es que no quería tratar el tema desde un ángulo reductor. Hay algunos perfiles evidentes: el del jefe dominador, por ejemplo, pero hay otras relaciones de poder tóxicas que son más sutiles. La personalidad yo-yo, que termina quitando oxígeno a los que tienen alrededor; los "por tu bien", como la madre dominadora, que está destrozando la relación con su hijo adolescente proyectando un futuro que no es el que él quiere; o el caso de Max, el bolinero de alto voltaje, de esos que se mueven en las altas esferas de poder, como los grandes nombres de la política.
-¿Hay alguna actitud que pueda ser más dañina que otras?
-El grado de dificultad depende más bien del grado de voluntad que tenga el sujeto de cambiar o no, de la resistencia que esa persona tenga al cambio y a cuestionarse a sí mismo.
-Ha desarrollado también talleres creativos y de crecimiento personal. En su experiencia, ¿cuáles son las ruedas de molino que nos colocamos y que menos nos dejan avanzar?
-Depende del tipo de personalidad y de la historia vivida: no tienes la misma resistencia según lo que haya sido tu experiencia personal, los problemas de tu infancia o los mensajes más limitadores, que provienen de nuestros padres o de figuras de autoridad. Según esto, nuestras resistencias serán unas u otras, y de ahí surgirán los obstáculos que nosotros mismos nos vamos poniendo en el camino. Si cogemos una personalidad amable, propia a ser víctima de la bolinería, probablemente para esa persona, cuando era pequeña, su opción para ser aceptada era no causar problemas, no molestar, retraerse y ser discreta para ser aceptada por el entorno. Y al contrario: si cogemos a una personalidad desde el lado opuesto, con tendencias más bolineras, le han dicho que tiene que hacerse fuerte y plantear su relación con los demás desde la confrontación.
-Tanto en la propia historia como al final del libro, plantea una serie de ejercicios útiles. Pero parece demasiado fácil que unos simples ejercicios puedan llegar a reprogramar toda una actitud tóxica.
-Digamos que son una puerta de entrada: el principio de un camino y de un despertar de una toma de conciencia. El reprogramar cómo pensamos y lo que percibimos está especificado incluso en la neurociencia como un tema muy candente, que tiene tremendos efectos reales en cómo actuamos. La forma en que asumimos la realidad provoca cambios tanto dentro de nosotros mismos como en nuestra comunidad. En la dirección de empresas, por ejemplo, ya está cambiando la modalidad arcaica, que parecía funcionar a través del... terror -que evidentemente parecía obtener resultados, pero que en realidad lo que provocaba era un paulatino desgaste en la motivación y autoestima de la gente-, hacia la dirección, digamos, positiva. La palabra clave en las personas que trabajan en este nuevo marco de dirección y comunicación de empresas es el bienestar.
-A la sociedad actual es fácil definirla como sociedad selfie: ¿diría que somos más egocéntricos que hace unos años?
-Aunque parezca una contradicción, los jóvenes actuales (y, en gran medida, la sociedad actual) están más centrados en ellos mismos, son más egocéntricos, pero también son más sensibles. Con mi hijo de trece años, veo un poco cómo viven: la paradoja es que parece que entre ellos son muy duros, pero si te asomas un poquito sí que tienen esa sensibilidad a flor de piel, que no se ve a primera vista. La bolineríasigue existiendo, por supuesto, ahora dentro y fuera del patio del recreo: no es nada nuevo, por ejemplo que se juzgue por las apariencias. Hay inercias que deberían ir desapareciendo, y no lo hacen, y ahora que somos más conscientes de todo esto deberíamos trabajar el doble en ellas.
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