MAPAMA
Embalse de Almoguera (Río Tajo, Guadalajara, Castilla-La Mancha)
Hay pocas cosas más importantes que el agua. Y como casi siempre sucede en España, siempre hay quien decide hacer política de baja estopa de asuntos que debieran estar apartados del politiqueo al que la derecha encamina sus pasos hacia las cosas importantes. Y el agua es una de ellas.
Durante décadas el PP ha alentado la guerra entre regiones por el agua. Una guerra impostada que nada tenía que ver con las necesidades de los regantes, de los agricultores o ganaderos.
Llevamos muchos años sin hacer una política de agua que defina las necesidades y las prioridades que tenemos como país. Muchos años desde que un presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, anunciara un nuevo Plan Hidrológico Nacional que no dependiera únicamente de los trasvases que hasta entonces, habían servido a duras penas para calmar la tierra de unas comarcas a base de dejar medios sedientos a las comarcas desde las que se trasvasaban.
No fue un capricho socialista; Europa ya avanzaba que el futuro no pasaba por los trasvases y, por tanto, las líneas de subvención en materia hidrológica iban encaminadas a nuevas formas de obtener agua -como fueron las desaladoras- que supusieron atroces críticas de la derecha, pero que el tiempo -que es el mejor de los jueces- han demostrado como un aliado esencial en la lucha contra la sequía salvando a centenares de agricultores de las cuencas afectadas por la pertinaz sequía que castiga a algunas zonas de nuestro país.
El empeño del PP por los trasvases tiene muy poco que ver con la eficacia de las medidas o los factores medioambientales y el cuidado del medio ambiente
El empeño del PP por los trasvases tiene muy poco que ver con la eficacia de las medidas o los factores medioambientales y el cuidado del medio ambiente; más bien con la política de especulación que ha regido sus pasos desde que la tierra gira y les gusta llenarse los bolsillos de esa socialización de las pérdidas y privatización de las ganancias que llevan tan implantados en su ADN.
Los trasvases suponen operaciones urbanísticas, suponen nuevas construcciones con las que seguir financiando sus cajas "B" porque no son sino la excusa de seguir cebando con nuestro dinero las arcas de las grandes empresas de amigos de la derecha.
Es la misma derecha que niega el cambio climático por las impresiones del primo de Rajoy, recorta en políticas medioambientales y deja los niveles de inversión en I+D+i en los tiempos de invención de la rueda. La derecha que impone el impuesto al sol con el que generar una electricidad limpia y barata que pueda sostener infraestructuras más eficaces para poder generar agua de regadío.
Hay una diferencia sustancial entre hacer política del agua y hacer política con el agua
Hablamos del mismo PP que no ejecuta el 40% del presupuesto de desarrollo e investigación y el 30% de la partida destinada a protección del medio ambiente en el periodo de 2012 a 2016.
La falta de inversión y los recortes en materia hidríca no ha hecho sino acentuar los problemas de un sector excesivamente castigado por las consecuencias de la crisis y de políticas que han abundado en desequilibrios y desigualdades.
Hay una diferencia sustancial entre hacer política del agua y hacer política con el agua. Para la primera hace falta hacer un inventario de condiciones, de necesidades, de capacidades, de prioridades, de necesidades. Y, para la segunda sólo hizo falta una burbuja inmobiliaria que hiciera de la tierra un bien de compra-venta que no tenía en cuenta en absoluto las necesidades hidrológicas; fue el modelo de los campos de golf en zonas donde no había agua para sostener la principal actividad económica de miles de pequeños agricultores. Todo valía mientras en el altavoz mediático se alentaba la guerra de regiones por el agua al tiempo que descubríamos que el agua era el enésimo foco de corrupción del PP que, una vez introducidos en las empresas públicas encargadas de gestionar el agua, se dedicaron a expoliar y llenarse los bolsillos del dinero de nuestra agua. Del agua de todos.
Cuanto más conocemos al PP más se comprende la necesidad de la derecha de mantener la esencia del "catetismo", la necesidad de no avanzar al ritmo que marca la lógica, el progreso y el desarrollo. Supondría el fin de su negocio. En los últimos días hemos visto cómo el agua volvía a ser el arma arrojadiza entre regiones, la excusa de la derecha para poder seguir sacando la nariz para no ahogarse en el fango de su corrupción.
Acostumbrados al cortoplacismo y a la mediocrización como estrategia política, se agradece que haya al menos un partido que apueste por hacer del agua un eje estratégico. Pedro Sánchez ha visitado con pocos días de diferencia dos de las regiones más afectadas por la sequía, Castilla-La Mancha y Murcia y ha hecho lo que alguien que pretende ser Presidente de todo el país debe hacer, anunciar una política del agua que refleje las necesidades de las cuencas y las necesidades de los agricultores, pero también que tengan en cuenta el cambio climático y que proponga soluciones que abunden en la transición ecológica de la economía y en la sostenibilidad trasversal que supone avanzar en I+D+i y en la economía circular.
Las entonces denostadas saladoras convertidas en heroínas contra la sequía en estos últimos tiempos fueron el ejemplo más claro que innovar remueve a los que se habían asentado un modelo liberal y de libertinaje sobre la necesidad del agua, pero también que el futuro de nuestro país pasa por la planificación a largo plazo de asuntos trascendentales como es este en materia hidrológica.
A estas alturas cuesta encontrar algo de grano entre tanta paja de discursos absurdos y reescrituras de la historia que pretende la derecha bicolor del PP y Ciudadanos, pero si algo queda claro es que sólo del grano sale fruto. Por ello es más necesario que nunca abundar en propuestas concretas en materias que son tan importantes como el agua que necesitamos para vivir.
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