Cuando te das cuenta de que su bienestar es una prioridad mayor que tus antojos, estás enamorado.
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Un verano que estuve trabajando en la universidad, conocí a un tío varios años mayor que yo por el que me sentía poderosamente atraída, esa clase de atracción que no te deja comer ni dormir.
Si me ponía a hacer fotocopias y pasaba él por ahí y establecíamos contacto visual, notaba que se me acaloraba el cuerpo entero, se me ponían las mejillas coloradas y me temblaban las rodillas. Con cada mensaje de texto que me mandaba, se me agitaba el estómago de la emoción.
A mis 20 años, daba por hecho que la intensidad de estos sentimientos era una buena señal. ¿No eran esos los síntomas de las primeras fases del enamoramiento? Ahora, casi diez años después, me doy cuenta de que solo estaba completamente encaprichada de ese tío y que esos sentimientos intensos tenían mucho más que ver con el deseo que con el amor.
En los 90, un grupo de investigadores liderado por la antropóloga Helen Fischer analizó la ciencia que se esconde tras el deseo y el amor. Dividieron el amor en tres categorías distintas: deseo, atracción y apego, cada una de ellas asociada con sus propios procesos químicos en el cerebro.
Descubrieron que el deseo, que se alimenta por las ansias de recibir gratificación sexual, libera hormonas como la testosterona y los estrógenos, que incrementan la libido de las personas.
La atracción consiste en un encaprichamiento que va más allá del sexo, por ejemplo, cuando no puedes dejar de pensar en una persona y te pasas el día soñando con conocerla para pasar tiempo juntos. En esos momentos, se liberan neurotransmisores como la dopamina y la norepinefrina, que pueden provocar sentimientos de alegría, pérdida de apetito y de sueño.
La tercera categoría es el apego o amor de pareja. En comparación con el deseo y la atracción, el apego tiende a ser más duradero y a estar asentado sobre una base más firme. Libera hormonas de apego como son la oxitocina y la vasopresina.
Pero, dejando a un lado los procesos químicos del cerebro, ¿cómo puedes saber si lo que sientes es amor o más bien deseo y atracción? Para entender mejor algunas de las diferencias, la edición estadounidense del HuffPost se ha puesto en contacto con diversos expertos en relaciones.
El deseo consiste en la conexión física. El amor es una conexión emocional.
"El deseo hace que tengas unas ganas intensas de acostarte con alguien. El amor te hace sentir ganas de practicar sexo, pero también de permanecer unidos en el plano emocional. El amor implica querer pasar tiempo con tu pareja y escuchar sus necesidades y sus sentimientos para sentiros unidos. También implica mostrar interés por conocer a sus amigos. El deseo te hace estar más interesado en el sexo que que en mantener conversaciones íntimas o en conocer a los amigos de esa persona". ―Doctora Judith Orloff, psiquiatra y autora de 'The Empath's Survival Guide'.
El deseo es impulsivo. El amor lleva un tiempo.
"El amor se basa en una gratificación dilatada en el tiempo, mientras que el deseo se basa en el placer instantáneo. El deseo es un esprint, el amor es más una maratón. El amor significa aceptación, el deseo significa indulgencia". ― Janet Brito, psicóloga y terapeuta sexual del Center for Sexual and Reproductive Health.
El deseo es superficial. El amor va más allá.
"El deseo es un estado mental que se centra en las partes del cuerpo, en la seducción, en el poder, en las fantasías y en la excitación. El amor es arriesgado y aterrador a nivel emocional. Te vuelves muy real y vulnerable al confiarle a la otra persona tus miedos y esperanzas, al compartir las historias que te avergüenzan y te enorgullecen, tus esperanzas y decepciones, al dejarte conocer tal y como eres. El amor te baja la guardia y le concede permiso a tu pareja para que explore zonas de ti que ni siquiera te gusta visitar". ― Ryan Howes, psicólogo clínico.
El deseo es breve y repentino. El amor es lento y continuado.
"El amor implica permanecer juntos en un viaje largo. Cuando el que manda es el deseo, la otra persona puede entrar y salir de tu vida en una sola noche, literalmente. El amor se basa en un compromiso profundo y en la entereza. El deseo se basa en el anhelo por las partes íntimas y suele terminar en relaciones sexuales insatisfactorias. El amor es la relajante luz de un piloto que, si se abastece de forma apropiada, puede mantener viva una relación durante toda una vida. El deseo puede convertirse con el sexo en una enorme hoguera, pero sin una verdadera relación, acaba convertida enseguida en cenizas". ― Iris Krasnow, autora de 'Sex After: Women Share How Intimacy Changes As Life Changes'.
El amor crece con el tiempo. El deseo se desvanece con el tiempo.
"El amor se basa en el apego y es un lazo que se estrecha con el tiempo. El deseo se basa en una fuerte libido y se desvanece con el tiempo. El deseo es como una montaña rusa de emociones impulsada por fuerzas biológicas y activado por nuestro centro de recompensas, que está regido por el deseo de placer y contacto. El amor se percibe como el anhelo y la necesidad de unión, con factores biológicos, socioculturales y psicológicos que determinan su desarrollo". ― Shannon Chavez, psicóloga y terapeuta sexual.
El deseo gira en torno a ti. El amor gira en torno a la otra persona.
"Cuando sientes deseo por una persona, sientes que debes poseerla. Necesitas su cuerpo o su presencia como si tu vida dependiera de ello. El amor, en cambio, no es posesivo. Claro que deseas tener en tu vida a alguien a quien querer, pero si puede tener una vida mejor sin ti, entonces es eso lo que quieres para la otra persona. Cuando te das cuenta de que su bienestar es una prioridad mayor que tus antojos, estás enamorado". ― Ryan Howes.
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