José Ángel Mañas. |
-Vuelve con la reedición de Ciudad Rayada en su veinte aniversario. ¿Sigue siendo Madrid una ciudad rayada?
-Es rayada y rayante. Era mi novela sobre la cocaína y gente que estaba muy metida en ese asunto. Es una especie de secuela de Historias del Kronen, con la que gané mucho dinero cuando era muy joven. Me compré un bar con ese dinero, cosa que no hay que hacer. Fue nefasto. Perdí mucho tiempo con el bar, bajó mucho mi energía creativa, pero conocí mucha gente en ese momento que me inspiró para escribir Ciudad Rayada.
-¿Cómo cambió la noche en los años noventa?
-Tuve un impacto cultural de descubrir que había otro manera de vivir la noche. En los noventa se vivió ese salto. En los ochenta había cuatro bares rockeros con treintañeros mientras que en los noventa la música empieza a ser mucho más agresiva, la periferia se abre. Llega el gran Madrid de los polígonos y otra manera de vivir la ciudad. Era gente mucho más joven la que salía. Mucha más agresividad y violencia, eso fueron los noventa.
-¿Cómo le influyó personalmente aquella época?
-Vargas Llosa busca la Lima de los años 50 en sus libros y yo la Madrid de los años noventa, porque es con lo que me siento identificado. Es mí época. Fue un momento de intensidad potente en el que salían bastantes grupos de música interesantes. Vivías un momento de intensidad equiparable a los ochenta y, en mi opinión, hasta mejor.
-¿Se valora la cultura que se hizo en esos años?
-El cacho del león fueron los ochenta y en los noventa todavía había dinero, pero fue el tramo final y de repente se hunde aquello. Hubo intensidad creativa en lo que yo viví. En los ochenta hubo mucho más dinero para todo, en los noventa nadie se interesó; es una época infravalorada a nivel cultural. Hubo un momento interesante que coincide con las primeras de Tarantino y la irrupción de grupos como Sonic Youth, Nirvana. Eso lo juntas con lo que hacía Pedro Jota, con el machaque de desayunar cada día con esa leña sin la que no se puede entender los noventa. Creaba un cierto clima interesante vitalmente.
-Parece imposible despegar esa etapa de España de una figura como la de Pedro Jota.
-Es cuando entra Aznar después de catorce años de felipismo y es que cada día desayunábamos con un escándalo felipista. Había un clima de inestabilidad, de desconfianza a las instituciones parecido a lo que está pareciendo ahora.
-Fue finalista del Nadal con Historias del Kronen cuando tenía 23 años. ¿Por qué cree que llamó tanto la atención ese libro?
-Hay un ensayo del poeta romántico inglés Percy Shelley en el que decía que las obras son más hijas de la época que del autor. La época manda mucho, hay un mandato y haces lo que te pide la época. Cuando escribí el Kronen había una gente metida en entornos literarios tipo Babelia con la que yo no me movía. Ese mundo literario pedía un tipo de novela y lo que hice yo responde a otro mandato, lo pedía la gente con lo que yo estaba. Estaba con gente de mi edad viendo una serie de cosas y salió eso. Si llego a estudiar Filología Hispánica hubiera hecho otra novela.
-Ahora se da la casualidad de que está alejado del círculo de grandes editoriales, pero tiene un premio con su nombre. ¿Cómo se cocina esa paradoja?
-Nunca he estado donde debo estar, nunca gané un premio, yo sólo he sido finalista del Nadal. En un momento dado me ofrecen un premio y lo cojo porque te permite escribir equis tiempo. Yo salí gracias a un premio literario. Sirven para descubrir talentos no para dárselo a un conocido que tiene su público.
-¿Es más difícil ser escritor ahora que antes?
-Ahora también es muy difícil. Por una parte, hay muchas microeditariales, pero es mucho más difícil entrar en grandes editoriales por imposición y hacer carrera literaria. Es muy jodido, aunque la literatura siempre ha estado jodida en España. Dímelo a mí que llevo 25 años y no sé cómo he aguantado tanto.
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