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A las personas con trastorno límite de la personalidad (TLP) les cuesta procesar y regular sus emociones, ya que pueden estar felices en un momento y, al minuto siguiente, tristes o agresivos, y es algo que escapa a su control.
En comparación con problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad, la concienciación sobre el TLP es bastante baja y, en consecuencia, el estigma está extendido.
Que te diagnostiquen el problema no supone el final de una “vida normal”. En un intento por reducir parte del estigma y facilitar la comprensión del TLP, la edición británica del HuffPostha preguntado a varias personas con este trastorno qué les gustaría que supiera la gente sobre este problema.
1. La gente interpreta mal el TLP
La mayoría de la gente entiende bastante bien la ansiedad y la depresión, pero no el TLP, lo que hace que a veces se imaginen lo peor. “El término rebosa negatividad”, asegura Nicole, de 38 años. “Su nombre se parece mucho al del trastorno antisocial de la personalidad, de modo que a la gente le suele asustar, y como las personas que tienen TLP son muy emocionales, es difícil que distinguirlo”.
Las personas piensan que el TLP es “sentir mucho”, pero hay muchas cosas más, señala Beth Gibson, de 22 años. “En ocasiones, cuando le digo a alguien que padezco TLP, me dice: ‘Anda, igual yo también lo tengo, porque a veces me emociono mucho’, y eso resulta muy invalidante”.
2. Tener TLP no es una elección
Un error común es pensar que las personas con TLP deciden actuar así. “Solo porque el desarrollo de la enfermedad sea diferente del de otras enfermedades mentales no significa que esté actuando así porque me apetezca”, asegura Lorna, de 25 años. “Daría lo que fuera por ser normal y regular mis propias emociones, pero no puedo. Hago todo lo posible”.
3. Las personas con TLP sienten las emociones con más intensidad
Las emociones intensas pueden durar desde varias horas hasta varios días o alterarse con mucha rapidez. “Una persona que vive con TLP quizás sienta un profundo rechazo si su pareja sale por las noches con sus amigos, por ejemplo”, explica Emma Carrington, asesora e informadora de la asociación Rethink Mental Illness.
Hannah Davis, de 27 años, comenta que sus emociones “se multiplican por 10”, ya sea sufrimiento, amor, estrés o felicidad. “Si algo me estresa en el trabajo, llega a provocarme pensamientos suicidas y ganas de autolesionarme; o si me gusta una persona, la situación me exprime y me consume”, declara.
4. La paranoia no es infrecuente
En algunos casos, las personas con TLP sufren paranoias o disociaciones mentales por las que se sienten desconectadas del mundo. “Soy muy sensible al tono de la gente o al modo en que escriben o actúan”, indica Beth Gibson. “Si noto que alguien está diferente en comparación con cómo suele estar conmigo, me emparanoio”. Ayuda que los demás tengan paciencia con ella y no se lo tomen como algo personal.
5. Las personas con TLP son capaces de mantener relaciones
Eso sí, es más complicado. El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido señala que las personas que tienen TLP quizás mantengan “relaciones más intensas pero inestables” con otras personas. Joanna Earle, de 35 años, admite que el TLP tiene una influencia enorme en sus relaciones, ya sean de pareja, de amistad o familiares, dado que siempre necesita que la tranquilicen. Desde que va a terapia, su situación ha cambiado. “He sido capaz de dar [a mis conocidos] las herramientas que necesitan para dialogar conmigo de forma adecuada y hacerles comprender mis desencadenantes”, explica.
Hannah Davis quiere dejar claro que aunque sea más complicado gestionar las relaciones, es posible. “Nos asusta que nos abandonden y cada pequeño problema parece el fin del mundo. Con apoyo, amor y comprensión, las relaciones llegan a ser tu mayor fuente de comodidad”, tranquiliza.
6. No todo es malo
Cuando a Billie Dee Gianfrancesco le diagnosticaron TLP, los resultados que aparecieron en su pantalla al teclear su trastorno en Google la asustaron. “Leía que las novias con TLP eran una pesadilla y había consejos para cortar con ellas”, recuerda esta londinense de 29 años. “Todo lo que leía se resumía en: ‘Saca a estas personas tóxicas de tu vida’. Estaba atormentada”.
No obstante, mucha de la información que encontró por internet era incorrecta. “Soy una persona amable que no es capaz de hacer suficiente por los demás. En ocasiones soy muy intensa o irracional, pero soy leal, carismática, amigable y tengo una gran capacidad de amar. Quizás sea complicada durante uno de mis episodios, pero tengo una alta funcionalidad y soy estable bajo medicación”.
7. El TLP se puede gestionar
Billie Dee Gianfrancesco relata que tres años después de que le diagnosticaran TLP se encuentra mucho mejor. Acude a terapia una o dos noches cada semana y asiste a reuniones de apoyo grupales. Tuvo que cambiar por completo su estilo de vida y erradicar algunos mecanismos de afrontamiento poco saludables, como el alcohol, las drogas, las relaciones de codependencia y las autolesiones, para luego reemplazarlos con mecanismos sanos, como la práctica del amor propio, el mindfulness y la reflexión.
“Sé que siempre tendré que gestionar algunos aspectos de mi enfermedad, pero el gran progreso que he logrado me ha demostrado que es posible recuperarse”, afirma.
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