No hay necesidad de cambiarlo en las mujeres a partir de los 40 años, ya que ni se oxida ni es radiactivo ni traspasa ni caduca.
Por
Mónica Molner, Colaborador
Como ya nos ocurrió con la saga de El Señor de los Anillos, no hay dos sin tres, así que espero cerrar el círculo con este artículo para resolver todas las dudas acerca del DIU, ese dispositivo que millones de mujeres en el mundo llevamos en nuestros úteros, y espero que no pase como con La guerra de las galaxias”, que necesitó de nueve películas para cerrar la historia completa.
La palabra DIU puede llevar a pensar en instrumentos de tortura ante la imagen de todos los tipos que se han puesto a lo largo de la historia a aquellas que no deseaban tener hijos y que, por otro lado, me parecieron muy valientes. Hoy en día, con toda la información y variedad de que disponemos, cuesta muy poco tranquilizar y hacer partícipe a la usuaria de algo que le va a dar muchas alegrías.
Para empezar, la subida al potro ya supone un agobio que sumado a la vergüenza o al miedo ante lo desconocido, pueden acabar convirtiendo una exploración ginecológica en una visita al “pasaje del terror”. Como la chica que el otro día me decía cómo su amiga, para “animarla”, le insinuaba que el dolor al ponerse el DIU es “como si te apuñalaran”. A ver, esa sensación ni la he tenido, ni espero tenerla, pero por mucha conversación que yo le dé y aunque esté sonando La chica de Ipanema, el reto de ponérselo debería aumentar nuestra productividad.
La forma de T de estos pequeños permite que escondan sus “patitas” para pasar por el cuello como un paraguas cerrado que, una vez llega a su destino, se abre para dejar, cual Mary Poppins volando, sus hilitos asomados a la ventana para, en algún momento, estirar de ellos y sacarlo sin problemas.
“No hay necesidad de cambiarlo en las mujeres a partir de los 40 años, ya que ni se oxida ni es radiactivo ni traspasa ni caduca.”
En el caso de los DIU con hormona, se forma una barrera de moco que atrapa esos hilos, de forma que la pareja puede entrar sin miedo a pincharse. Con los de cobre, aunque no se forme esa trinchera, se acoplan al cuello y no deberían causar ninguna molestia. Cuando se han cortado demasiado a ras, el problema puede estar al intentar sacarlo y no encontrar de dónde estirar y, entonces, sean necesarias unas pinzas más estrechas. Así que lo ideal es dejarlos a 2-3 cm del cuello para que plegaditos no molesten a nadie.
Siguen llegando a mi consulta mujeres con miedo ante la extracción de un dispositivo que ocasionó mucho dolor en su inserción, por lo que prolongan su estancia en sus interiores más allá de lo necesario. Generalmente se trata del que yo llamo DIU de “Freddy Krueger”, más conocido por los profesionales como áncora o multiload. En estos casos, como ya comenté en El Diu, ¿hormonal o de cobre?, podemos actuar igual que ante la inserción de uno “en T” en una mujer que no ha parido y cuyas compuertas (orificios cervical interno y externo) están muy cerradas; aquí echamos mano de nuestros “Ábrete Sésamo” en forma de pastilla o de instrumental para que no sea una experiencia traumática.
Puede suceder que la entrada del dispositivo como “okupa” provoque en el propietario (útero) un susto en forma de pequeña contracción, y es el dolor que algunas refieren como “de regla”, generalmente pasajero y ante el que, si no cede solo, puede recomendarse calor local, un espasmolítico o un antiinflamatorio.
Una vez en la cavidad, es recomendable realizar la ecografía de control para confirmar que está en su sitio y entonces, se produce la magia…
A mí personalmente me gusta enseñarle a la usuaria la imagen de su DIU en la pantalla, que para eso se lo va a llevar puesto durante unos años. El brillo que se produce por efecto del cobre o del vástago de plástico en la imagen los comparo según época del año, con diferentes metáforas. Generalmente ante un corte sagital, el útero aparece con forma de bombilla, siendo el hilo de su interior el DIU; otras veces lo comparo con la espada láser de los jedi; y si estamos en Navidad, les enseño la imagen de su útero brillando como nuestras calles en esas fechas. Al girar la sonda, si miramos el útero de forma transversal, las patitas del DIU se convierten en una gaviota que puede incluso aparecer volando.
“La leyenda del DIU viajero, como si fuera un científico español emigrando más allá de los confines de la pared uterina, suele ser la excepción.”
Como ya señalé en el artículo Por una travesía (sexual) tranquila, tanto el DIU de cobre como el hormonal están incluidos en el grupo de los LARC, y proporcionaran la tranquilidad hasta la menopausia sin necesidad de cambiarlo en las mujeres a partir de los 40 años, ya que ni se oxida ni es radiactivo ni traspasa ni caduca. Ante una resonancia magnética no es necesario quitarlo ni tampoco hay que comprobar su posición después de la misma, como tampoco lo hacemos en acróbatas que pasan el día dando volteretas. Ante la duda, se puede consultar aquí.
La leyenda del DIU viajero, como si fuera un científico español emigrando más allá de los confines de la pared uterina, suele ser la excepción. En ocasiones, pueden descender al cuello y es necesario quitarlos y poner otro.
Espero que después de leer mi saga sobre este método, muchas mujeres por lo menos, se lo planteen como posibilidad.
Que me perdone mi querida amiga Marga, dentista, pero sigo opinando que la visita a su consulta es mucho peor que a la mía ;)
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