JOSÉ MARÍA MADIEDO | ASTROFÍSICO |
José María Madiedo (Jerez, 1969) hace 20 años que mira al cielo cada noche. Sabe qué entra en la atmósfera terrestre, cuándo y cómo. En 2005 inició el proyecto Smart, un software con el que controla 92 cámaras de alta definición instaladas en 10 estaciones de detección de Andalucía y Castilla La Mancha. Por su culpa, cada día se habla más de meteoritos y menos de ovnis. La suya es una carrera científica contra pronóstico. Construida con una voluntad conmovedora. Es doctor en Química, pero en 2004 tiró la toalla para empezar en Astrofísica. Quería recuperar el impulso del niño que a los 6 años miraba las estrellas.
–¿Qué ven esos ojos que tiene desplegados por el cielo de la península?
–Diseñé el sistema desde cero: el sistema de vigilancia, el control de las cámaras vía software y el análisis de los datos. Son sistemas automáticos. Cuando detectan la entrada de una roca, graban la secuencia y, a partir de ahí, se puede saber de dónde procedía la roca, su tamaño, trayectoria, si se ha destruido completamente en la atmósfera o si ha caído a algún fragmento a la Tierra.
–¿Se le escapa algo?
–Difícilmente. Son muchos ojos vigilando.
–Antes de esta monitorización exhaustiva, ¿qué había?
–Había algunos sistemas pero con muchísimas limitaciones. Se perdía mucha información.
–Hay mucho interés en lo que hace.
–La gente cuando ve algo se va corriendo a Twitter y me envía un mensaje... Hay mucho feed back.
–¿Para qué sirve toda esa información?
–Nos da información de los objetos que hay en la órbita cercana a la Tierra. Qué tipos de rocas, de dónde proceden y su composición. Llegan muestras de todo el sistema solar que, gracias a las técnicas de espectroscopia, podemos estudiarlas.
–¿Ha hallado algo inquietante?
–Puedo decir que no hay ningún elemento que no esté en la tabla periódica...
–¡Un alivio!
–Ahora bien... Los elementos se agrupan dando lugar a compuestos. Hay objetos que han mantenido su composición intacta desde que se formó el sistema solar y otros, como la Tierra y el resto de los planetas, la Luna y algunos asteroides grandes, que se han ido transformando. Por tanto, las rocas que llegan nos dan una información muy valiosa tanto del origen del sistema solar como de su evolución.
–¿Lo más sorprendente?
–Los científicos estamos muy acostumbrados a estos compuestos, pero a los no especialistas llama la atención que llegue algo hecho completamente de metal.
–¿Eso, qué quiere decir?
–Pensemos. La Tierra tiene el núcleo metálico. Los objetos que han sufrido esa transformación han sido capaces en un momento dado de acumular calor, se ha fundido su interior y los materiales más densos como el hierro o el níquel se han ido al centro. Si llega algo del sistema solar hecho solo de metal significa que ha sufrido esa transformación... Pero va más allá... ¿Qué tendría que ocurrir para que un trozo del núcleo de la Tierra llegase a Marte o a la Luna? Pues que la Tierra se tendría que haber destruido... Cuando llega un fragmento metálico sabemos que procede de un objeto que se destruyó hace muchísimo tiempo y que ya no existe...
–Que no existe desde hace millones de años.
–Miles de millones de años.
–Tranquilícenos... ¿Hay riesgo de otro meteorito como el que destruyó a los dinosaurios?
–La estadística dice que si algo tiene alguna probabilidad de ocurrir, acabará ocurriendo. Sabemos que la Tierra ha sufrido impactos grandes y que volverán a ocurrir.
–No tranquiliza mucho.
–Otra cosa es en qué escala de tiempo. El último gran impacto fue hace 65 millones de años, cuando estaban aquí los dinosaurios y faltaba muchísimo para que nosotros apareciéramos... Probablemente el siguiente será muchísimo tiempo después de que nosotros dejemos de estar aquí. No hay que caer en el alarmismo.
–Olvidemos Armagedón.
–Aunque es verdad que las grandes agencias espaciales tienen proyectos de investigación que monitorizan constantemente el cielo para detectar asteroides que pudieran ser peligrosos... Para estar preparados.
–Saber de tanta bola de fuego, ¿da esperanzas a los ufólogos?
–Todo lo contrario. Antes, cuando alguien veía una luz en el cielo, no sabía lo que era y pensaba en un ovni. Ahora no.
–También está en la cara oculta de la Luna
–La Agencia Espacial Europea me ha pedido que sea asesor científico en la misión Lumio, que trabaja en el lanzamiento de una sonda para observar cómo impactan las grandes rocas en la superficie lunar. Es complementario al proyecto Midas que desarrollo en el Instituto de Astrofísica de Andalucía para detectar cómo las rocas, en vez de entrar en la atmósfera terrestre, impactan en la Luna.
–Ha construido una carrera científica internacional durante los años más duros de la crisis. Lo suyo es un desafío.
–No ha sido fácil. Empecé el proyecto Smart en solitario y desde cero. Sin más financiación que la que venía de mi bolsillo. Fue a posteriori, cuando el proyecto empezó a expandirse y a despertar el interés de otras instituciones, cuando encontré apoyo y comenzó a llegar financiación. Los principios fueron muy duros, aunque eso también tiene su parte satisfactoria.
–La de decir, aquí estoy, por méritos propios.
–Aquí estoy... Sí... Pero también reconozco que desde el minuto cero he encontrado en el Instituto de Astrofísica de Andalucía una generosidad enorme, gente maravillosa que sin pedir nada a cambio me han apoyado.
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