El valor de las personas |
Hace justo un año, a las puertas de una Navidad muy distinta a la que acabamos de vivir, tuvo lugar la última carrera de aventura Maroc Challenge. Es una carrera exigente, multicultural y con tintes solidarios, que te permite llegar a zonas y conocer poblados del norte de África con acceso limitado a una educación continuada y con escasos recursos que aquí consideraríamos básicos. Por supuesto, fue antes de que la pandemia nos empujara fuertemente hacia un estilo de vida que aún no terminamos de interiorizar.
De la experiencia en este raid, son muchas las reflexiones que pude extraer, más si cabe considerando el contexto actual que nos rodea. Estamos en un momento en el que cada paso cuenta, y donde la generación de confianza es clave para impulsar a las personas hacia una actitud ganadora y de persistencia que nos invite a la acción. Conmigo viajaba Óscar, piloto no especialmente reconocido por su habilidad al volante, y como copiloto, yo mismo, con peor palmarés que mi acompañante. El nivel de confianza que piloto y copiloto deben asumir durante el recorrido de cada etapa en este tipo de pruebas es máximo, considerando además que el tiempo de reacción en una carrera deportiva, según qué velocidades, debe reducirse al mínimo.
Las rutas de cada etapa están marcadas y cuentas con mapas, pero es inevitable perderse entre las infinitas dunas del desierto y es ahí donde la orientación juega un papel indiscutible. En procesos de transformación que nos llevan fuera de la zona de confort, aunque es normal sentir incomodidad o pérdida de control, surgen oportunidades de ayudar a orientar las aspiraciones, motivaciones y el día a día de los compañeros que nos rodean, lo cual pasa necesariamente por garantizar un acompañamiento cercano.
Este año, todos -personas o empresas- hemos pasado inevitablemente por procesos de transformación. Desde largos días sin poder salir de casa (ni del pijama) hasta preocupaciones e incertidumbre tras fuertes vaivenes nunca vistos en los mercados bursátiles de medio mundo, por las caídas de consumo resultantes de la pandemia. Sólo un activo ha permanecido inalterable en el parqué: el valor de las personas. Las personas han sacrificado estos meses sus vidas por sacar adelante sus empresas día tras día, apostando, eso sí, por procesos de digitalización como vía para mantenerse a flote en tiempos de confinamiento. Son las personas las que mantienen vivo el propósito de una empresa aun estando en sus casas, como forma de generar más vínculo y sentimiento de pertenencia. También son las que tienen la capacidad de ver no lo que la persona ofrece hoy, sino todo lo que puede dar en el futuro, apoyados o no por la tecnología, pero siempre por su intuición humana. Y sin duda, son las personas a las que recurrimos en tiempos de incertidumbre como el actual, y a las que preguntamos: "¿Y ahora qué?".
Es desde esta necesidad de orientación donde, más allá de la intuición, cada minuto que se dedique a la preparación es la mejor inversión para asegurar el éxito de la carrera. Pero ¿cómo te preparas para algo que no has vivido, que no conoces o que no dominas? Es aquí donde entran en juego tres palancas que mueven la aguja de la transformación.
La primera es la inteligencia colectiva y la actitud colaborativa. Necesitamos conocimiento de valor, que crece exponencialmente a medida que se comparte, y necesitamos generosidad, un valor que nos acerca al crecimiento y a la transformación. No olvidemos que el conocimiento es como la cerveza, si me lo permiten: un elemento social que gana más cuando se comparte. Entre las dunas del desierto, es admirable ver cómo compañeros sacrifican su clasificación por sacarnos casi diariamente de un bloqueo en la arena, sin importar las consecuencias para ellos.
Luego vienen los datos, datos y más datos. A medida que podemos proyectar lo que va a ocurrir en cada curva del recorrido, tenemos la oportunidad de tomar (y acertar) decisiones futuras. A mayor incertidumbre, cuanto menos ves, más importancia cobra el uso de la analítica para minimizar riesgos, resistencias y generar control en nuestras organizaciones. Sin perder nunca nuestra esencia y pasión por la intuición, no podemos infravalorar todo lo que la matemática puede aportarnos. En la actualidad, más del 50% de los datos de una organización no se usan o bien no se capitalizan, un amplio y fértil campo esperando ser arado.
Por último, en un escenario como el actual, debemos mostrar un carácter ganador y ser prudentemente arriesgados. Es momento para los valientes, para la actitud ganadora y para reformular las reglas del juego y las capacidades futuras que vamos a necesitar. Salirse de la ruta para visualizar escenarios no previstos y favorecer una única aspiración, un solo objetivo y un gran equipo nos preparará mejor para la incertidumbre actual. Si queremos que los demás confíen en nosotros, no olvidemos que primero tenemos que sentir que podemos confiar en los demás, incluso estando a 40 grados perdidos en medio del desierto.
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