El mar subirá cerca de un metro en toda la fachada Mediterráneo La falta de sedimento del río Guadalfeo es uno de los factores más preocupantes
ENRIQUE ABUÍN GRANADA
El calentamiento global no es nada nuevo. Este fenómeno se está produciendo en la Tierra desde el año 1900 con sus respectivas oscilaciones y, según las previsiones de los expertos, va a continuar a lo largo de este siglo con sus consiguientes efectos medioambientales. Pese a que la tendencia entre los políticos y entre el común de la sociedad es plantear modelos de vida a corto plazo, la naturaleza y las alteraciones del hombre siguen modificando el balance de calor del planeta, lo que a la larga puede derivar en consecuencias muy graves si no se logra minimizar el riesgo y, por tanto, el impacto. Así, el último informe de la asociación ecologista WWF alerta de que, según las predicciones de los científicos, las temperaturas del planeta podrían aumentar entre 1,1 y 6,4 grados centígrados durante este siglo como consecuencia de que el hielo de los casquetes se está deshaciendo.
Este vaticinio tiene una incidencia directa sobre la provincia de Granada, cuya Costa se puede ver muy afectada por los efectos del calentamiento global. En primer lugar, porque si el escenario actual se prolonga en el tiempo, habrá un aumento de las temperaturas máximas de entre 3 y 5 grados para finales de siglo, que irá acompañado de un aumento del nivel del mar que en el Mediterráneo sería de un metro. Esa crecida podría provocar a su vez inundaciones, cambios de dirección e intensidad del oleaje que modificarán la dinámica sedimentaria y afectarán a multitud de playas que pueden desaparecer o cambiar su perfil. Además, de las consecuencias humanas en un territorio muy vulnerable como la Costa Tropical, donde la burbuja inmobiliaria llevó a ocupar masivamente e, incluso, invadir el medio natural.
"El mar trata de buscar el equilibrio". De esta manera resume Óscar Esparza, biólogo marino de WWF, la problemática que acecha a los 8.000 kilómetros de costa que hay en España, donde viven unos 23 millones de personas, casi el 60% de la población del país. "El desarrollo urbanístico que se ha hecho durante décadas ha sido pensando que no se iba a mover el mar, aprovechando la primera línea de costa", apunta Esparza, quien critica que no se puede tratar a los organismos "como sistemas estáticos, porque son vivos y tienen que adaptarse".
La fachada Mediterránea ha sido especialmente maltratada por el hombre, lo que ha aumentado los riesgos derivados del calentamiento global. "Es una zona muy vulnerable que se ha ocupado mucho, aunque parece que ahora se hace con menor intensidad desde la crisis", apunta el biólogo. El resultado es una Costa Mediterránea con un 30% de degradación ambiental y el 57% de las playas urbanizadas. Es decir, que un tercio del Mediterráneo está edificado. Además, Esparza considera que no ayudan las regeneraciones año a año, así como la construcción de diques y puertos deportivos sin tener en cuenta el perfil del litoral. "Hay que apoyarnos en los ecosistemas para que las previsiones de subida del nivel del mar se regulen y no sean tan drásticas", señala el biólogo de WWF.
Más contundente se muestra el director del Centro Andaluz de Medio Ambiente (Ceama), Miguel Ángel Losada, quien considera que la política de gestión del litoral español es "suicida". Este catedrático de Costas de la UGR confirma que la tendencia de subida del nivel del mar en Granada estará cercana al metro, lo que supondría un retroceso de 60 metros del litoral en la provincia. Aunque, Losada apunta que no serán tantos metros si se consigue mantener el mecanismo de autoprotección que proporciona el delta del río Guadalfeo. "Estos sedimentos forman una parte grosera que hace de protección y no retroceden tanto, ya que tienen un mecanismo de autoprotección dada por la heterogeneidad del material", explica. Es decir, que esta virtud del delta granadino puede conseguir que el 'bocado' del mar no sea tan dañino, con lo que el retroceso del litoral se situaría en unos 30 metros. Eso sí, siempre y cuando el río siga trasladando sedimento.
Algo que no está sucediendo ahora por el consabido déficit de agua y aumento de los riesgos en la Costa Tropical. "El mar intenta ir donde está. Si hay falta de sedimento, el retroceso sería más grande", advierte Losada. Pero si los grandes deltas, así como los acantilados, tienen sus mecanismos de defensa, no pasa lo mismo con las ramblas que, según el director del Ceama, "se van a desmantelar muy rápido". El catedrático detalla que al tener una longitud de río muy corta no hay una ordenación de los materiales cuando baja el agua, lo que ocasionará que ramblas como la de Cambriles en Castell de Ferro desaparezcan cuando haya una subida del nivel del mar.
La supremacía de las políticas turísticas por encima de las medioambientales es, según Losada, uno de los principales problemas de la gestión del litoral en España. "La ocupación está marcada por una política de gestión definida por la Ley de Costas de 2013 que nos está diciendo que privaticemos la costa", denuncia el catedrático de la UGR, quien alerta de que la visión "cortoplacista" obligará en breve a "acometer grandes inversiones en protección". El director del Ceama resalta que "una gestión más inteligente sería traer agua y sedimento a la Costa Tropical para corregir el déficit, además de hacer previsiones de lo que va a ocurrir en las próximas décadas".
Para este catedrático "no hay negocio turístico que pague los costes de protección de la costa". Principalmente, porque un mayor nivel de ocupación en los lugares costeros significa que cada vez se aumente más la protección y, por ende, el riesgo sea mayor: "Al ir protegiendo todo, la consecuencias pueden ser grandiosas", subraya. En este sentido, afirma que una política más lógica sería la de "entender muy bien todo lo que está pasando para tomar decisiones en función del coste socioeconómico y también del coste ambiental, del riesgo que conlleva la ocupación y pensar más en el futuro a largo plazo haciendo balances económicos y ambientales.
Este vaticinio tiene una incidencia directa sobre la provincia de Granada, cuya Costa se puede ver muy afectada por los efectos del calentamiento global. En primer lugar, porque si el escenario actual se prolonga en el tiempo, habrá un aumento de las temperaturas máximas de entre 3 y 5 grados para finales de siglo, que irá acompañado de un aumento del nivel del mar que en el Mediterráneo sería de un metro. Esa crecida podría provocar a su vez inundaciones, cambios de dirección e intensidad del oleaje que modificarán la dinámica sedimentaria y afectarán a multitud de playas que pueden desaparecer o cambiar su perfil. Además, de las consecuencias humanas en un territorio muy vulnerable como la Costa Tropical, donde la burbuja inmobiliaria llevó a ocupar masivamente e, incluso, invadir el medio natural.
"El mar trata de buscar el equilibrio". De esta manera resume Óscar Esparza, biólogo marino de WWF, la problemática que acecha a los 8.000 kilómetros de costa que hay en España, donde viven unos 23 millones de personas, casi el 60% de la población del país. "El desarrollo urbanístico que se ha hecho durante décadas ha sido pensando que no se iba a mover el mar, aprovechando la primera línea de costa", apunta Esparza, quien critica que no se puede tratar a los organismos "como sistemas estáticos, porque son vivos y tienen que adaptarse".
La fachada Mediterránea ha sido especialmente maltratada por el hombre, lo que ha aumentado los riesgos derivados del calentamiento global. "Es una zona muy vulnerable que se ha ocupado mucho, aunque parece que ahora se hace con menor intensidad desde la crisis", apunta el biólogo. El resultado es una Costa Mediterránea con un 30% de degradación ambiental y el 57% de las playas urbanizadas. Es decir, que un tercio del Mediterráneo está edificado. Además, Esparza considera que no ayudan las regeneraciones año a año, así como la construcción de diques y puertos deportivos sin tener en cuenta el perfil del litoral. "Hay que apoyarnos en los ecosistemas para que las previsiones de subida del nivel del mar se regulen y no sean tan drásticas", señala el biólogo de WWF.
Más contundente se muestra el director del Centro Andaluz de Medio Ambiente (Ceama), Miguel Ángel Losada, quien considera que la política de gestión del litoral español es "suicida". Este catedrático de Costas de la UGR confirma que la tendencia de subida del nivel del mar en Granada estará cercana al metro, lo que supondría un retroceso de 60 metros del litoral en la provincia. Aunque, Losada apunta que no serán tantos metros si se consigue mantener el mecanismo de autoprotección que proporciona el delta del río Guadalfeo. "Estos sedimentos forman una parte grosera que hace de protección y no retroceden tanto, ya que tienen un mecanismo de autoprotección dada por la heterogeneidad del material", explica. Es decir, que esta virtud del delta granadino puede conseguir que el 'bocado' del mar no sea tan dañino, con lo que el retroceso del litoral se situaría en unos 30 metros. Eso sí, siempre y cuando el río siga trasladando sedimento.
Algo que no está sucediendo ahora por el consabido déficit de agua y aumento de los riesgos en la Costa Tropical. "El mar intenta ir donde está. Si hay falta de sedimento, el retroceso sería más grande", advierte Losada. Pero si los grandes deltas, así como los acantilados, tienen sus mecanismos de defensa, no pasa lo mismo con las ramblas que, según el director del Ceama, "se van a desmantelar muy rápido". El catedrático detalla que al tener una longitud de río muy corta no hay una ordenación de los materiales cuando baja el agua, lo que ocasionará que ramblas como la de Cambriles en Castell de Ferro desaparezcan cuando haya una subida del nivel del mar.
La supremacía de las políticas turísticas por encima de las medioambientales es, según Losada, uno de los principales problemas de la gestión del litoral en España. "La ocupación está marcada por una política de gestión definida por la Ley de Costas de 2013 que nos está diciendo que privaticemos la costa", denuncia el catedrático de la UGR, quien alerta de que la visión "cortoplacista" obligará en breve a "acometer grandes inversiones en protección". El director del Ceama resalta que "una gestión más inteligente sería traer agua y sedimento a la Costa Tropical para corregir el déficit, además de hacer previsiones de lo que va a ocurrir en las próximas décadas".
Para este catedrático "no hay negocio turístico que pague los costes de protección de la costa". Principalmente, porque un mayor nivel de ocupación en los lugares costeros significa que cada vez se aumente más la protección y, por ende, el riesgo sea mayor: "Al ir protegiendo todo, la consecuencias pueden ser grandiosas", subraya. En este sentido, afirma que una política más lógica sería la de "entender muy bien todo lo que está pasando para tomar decisiones en función del coste socioeconómico y también del coste ambiental, del riesgo que conlleva la ocupación y pensar más en el futuro a largo plazo haciendo balances económicos y ambientales.
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