Psicóloga del deporte y conferenciante
Decía el maestro tortuga al oso panda en la película de Disney Kunfu Panda que se preocupaba demasiado por lo que ya fue y por lo que será y que hay un dicho -el ayer es historia, el mañana es un misterio, sin embargo el presente es un regalo, por eso se le llama presente.
Perdemos el tiempo y la energía enredándonos en recuerdos del pasado, la mayoría de ellos dañinos, y también nos atormentamos con un futuro que deseamos adelantar y planificar.
Los niños quieren ser adolescentes, los adolescentes, adultos, los adultos, más jóvenes. Muchas son las personas que no son felices en su tiempo y anhelan estar en otro. Y ni viven el tiempo que tienen, ni pueden regresar al pasado o viajar al futuro.
"¡Ay si yo tuviera tu edad, la de cosas que haría!", "¡Ay si fuera mayor!". Vivimos en el pozo de las lamentaciones mientras perdemos el único tiempo que tenemos, el presente.
Nuestra mente está preparada para acechar peligros de los que ponernos a salvo. Pero hoy en día hemos convertido en peligros situaciones, personas y emociones que no lo son, o que no necesitan de nuestra respuesta suspicaz y vigilante. No hay lobos, ni leones, ni mala gente rodeándonos. O por lo menos, no son la mayoría. Pero aun así juzgamos, anticipamos fracasos e infortunios y rumiamos el pasado para sentirnos culpables y aprender de ello. Y entre uno y otro, dejamos de estar vivos.
Lo peor de todo es que esta conducta de mirar atrás y hacia delante rara vez nos aporta soluciones o felicidad. Al revés, suele asociarse a sufrimiento e incertidumbre. Una de mis pacientes con ansiedad -la verdad es que tengo muchos con ansiedad- me contaba el otro día que lleva diez años atormentada con la idea de que un día, en alguna reunión de trabajo o en cualquier situación, le dé un infarto. Su ansiedad le provoca agitación y palpitaciones que enseguida interpreta como la antesala de un infarto. Llora y sufre muchísimo cada vez que tiene que exponerse a una situación estresante porque no quiere morir de una parada cardíaca. El otro día le dije: "Llevas diez años anticipando un infarto y sufriendo en situaciones que podrían ser maravillosas por miedo a que te dé, incluso has limitado tu vida sin ir de viaje o casarte por miedo a morir de un ataque, pero dime, ¿cuántos infartos te han dado?". La respuesta ya me la sabía, "ninguno". Diez años sufriendo con un futuro que nunca ocurrió. Diez años sin vivir un presente que podía haber sido mucho más tranquilo y del que podía haber disfrutado más. Parece mentira, pero ella nunca se había hecho esta pregunta.
Siete consejos para disfrutar un poquito más del presente.
1. Aprieta el botón de pausa. Este es el primer paso. Tener la intención de parar. Tienes que tener una señal, un anclaje que te recuerde el deseo de vivir en el presente. Anticípate a la situación diciendo: "Ahora, pausa". Utilízalo cuando escribas algo a ordenador, cuando salgas a hacer tu deporte, cuando te sientes a ver la tele, a comer, a hablar, cada vez que descuelgues el teléfono. Pausa significa que vas a atender lo que ocurra en ese momento, dejando que tu atención y tu respiración estén en el presente. Pausa es atender lo que ocurre en el ahora. Y si llega algún pensamiento o preocupación que atormenta, o un mensaje al móvil, déjalos estar. Basta con que no converses con tus pensamientos ni les prestes atención. Ya se aburrirán. Tú solo vuelve al presente atendiendo lo que está ocurriendo en ese momento.
2. Ten más paciencia. No pites, no grites, no mires el reloj continuamente, no pongas mala cara cuando alguien se atasca en la cola del supermercado, no te enfades si avanza más la otra cola del banco que no elegiste, no cruces en rojo para los peatones, no verbalices "es que tengo mucha prisa". Nada de lo expuesto te ayuda a que el mundo ande más deprisa, pero sí desencadena en ti ira, frustración y ansiedad.
3. Actúa lento. Camina despacio, conduce sin prisa, come saboreando, comunícate escuchando y piensa antes de actuar. Al final del día habrás perdido veinte minutos que habrán mejorado mucho tu calidad de vida, y la de los que conviven y trabajan contigo. No hay nada más estresante que una persona pasada de rosca que vive deprisa.
4. Disfruta de los detalles. No disfrutamos del presente porque muchos de los detalles que ocurren a nuestro alrededor forman parte de nuestros normales. Es normal tener agua caliente, es normal tener fruta fresca, es normal tener amigos con los que reír y desahogarte, etc. Cuando algo pasa a ser normal, pierde valor. Dejamos de ser agradecidos con ese momento y con ello, de disfrutarlo. Presta atención a lo que te rodea, agradece lo que tienes, sé consciente del nivel de bienestar del que gozas. Y deja de mirar tanto lo que te falta y lo que no funciona.
5. Aparta lo que resta. Puedes elegir qué pensamientos son titulares y cuáles no van convocados. Eres el entrenador de tus pensamientos, y tú eliges quién sale a jugar. No te des explicaciones, ni argumentes contigo cada una de tus preocupaciones. Ya sabes que son irracionales, así que deja de darles valor.
6.Prioriza tu intención de estar aquí y ahora. Habrá momentos en los que pienses, "sí, sí, luego estaré en el presente, es que ahora me urge esto otro". Si siempre te dejas a ti y a tus prioridades para el final, nunca llegarán a ser una realidad. Disfrutar es un propósito que puedes empezar a practicar en cada acción del día a día, por pequeñita que sea. No temas, no va a enlentecer tu vida. Solo la va a enriquecer.
7. Ponte recuerdos visuales que te ayuden a generar el cambio. La dificultad de cambiar está más en el olvido que en la fuerza de voluntad. Por muy motivado que estés para vivir más el presente, si llevas equis años comportándote con prisas, es difícil que con el simple propósito te acuerdes de ello. Ponte de fondo de pantalla, en la nevera o en el coche mensajes que te recuerden que tienes la intención de disfrutar y cumplir con estos puntos. Hasta que no nos acostumbramos a un objetivo nuevo no se convierte en un hábito. Y el hábito lo es porque lo hemos repetido muchas veces. Pero para poder repetir algo y que pase a formar parte de nuestra rutina, tenemos que acordarnos de ello. Y no te castigues diciendo algo como "¡es que si no soy capaz de recordarlo, es que no debe importarme tanto!" Deja de fustigarte y ponte recuerdos que te ayuden. Hazlo fácil.
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