LOCKE HUGHES |
La mayoría de la gente no tiene ni idea de que sufro ansiedad. Soy una persona aventurera, me encantan los planes espontáneos y soy de trato sencillo, no soy tímida o intranquila para nada. Pero aunque el pato se deslice suavemente por el agua, hay muchas cosas moviéndose bajo esa superficie cristalina; al igual que sus pies membranosos se dan impulso de forma rápida y frenética, mi mente está constantemente asaltada por pensamientos y preocupaciones, incluso cuando parezco tranquila y serena por fuera.
Después de mucha introspección, lectura e investigación en el trabajo (una ventaja de ser periodista de temas de salud), he acabado aceptando que mi ansiedad es real. Es lo suficientemente sutil como para que a veces no sea ni perceptible y no tomo ningún medicamento para tratarla, pero siempre estará ahí.
En cierto sentido, lo agradezco. Creo que la ansiedad me ayudó a impulsarme en mi vida escolar para sacar unas notas estupendas, me convirtió en una persona ambiciosa y me ha guiado en mi carrera profesional. Creo que también me ha convertido en una amiga considerada y atenta.
Sin embargo, la ansiedad ha afectado a mi vida de un modo fundamental que no es tan genial. A veces se presenta como el tercer miembro pesimista de mis relaciones amorosas. Se incrusta entre mi novio y yo, sin estar invitado y sin anunciarse, como esa amiga obsesionada con los realities a la que le encanta crear drama.
Ahora que estoy a punto de dejar de ser una veinteañera, puedo echar la vista atrás e identificar un elemento común que ha hecho que mis relaciones se fracturen poco a poco. Puede que la ansiedad no sea la raíz de todos mis problemas en el pasado, ni todos los problemas han sido culpa mía (ser infiel es ligeramente más maligno que tener ansiedad, en mi humilde opinión). Pero creo que ha influido en las discusiones y quizás en la ruptura final de varias de mis relaciones serias.
Me imaginaba automáticamente el peor escenario posible en vez de interpretar esas cosas como lo que en realidad son.
El principal problema de la ansiedad es que me ha hecho creer verdaderas locuras. Me ha hecho preocuparme sin necesidad de cosas que no han ocurrido todavía y que quizás nunca sucederán. Me ha hecho pensar que algunas personas estaban enfadadas conmigo cuando no lo estaban o que no se preocupaban por mí cuando sí lo hacían.
Una llamada perdida. Un mensaje sin respuesta. Una comida o cena cancelada. Este tipo de cosas me han suscitado un miedo terrible en el pasado, provocándome a menudo dolor de estómago. Me imaginaba automáticamente el peor escenario posible en vez de interpretar esas cosas como lo que en realidad son. "Seguro que ya no le importo", pensaba, o también "Está en un bar ligando con otra mujer".
Afortunadamente, practicando mindfulness y aprendiendo sobre la ansiedad estoy empezando a ver estos pensamientos y preocupaciones como lo que de verdad son. Los temores no son reales. Por fin estoy llegando a un punto en el que soy mucho más consciente de estos pensamientos creados por la ansiedad y soy capaz de reconocerlos como tales antes de reaccionar. Una llamada perdida o un mensaje sin respuesta pueden deberse a una jornada de trabajo muy ocupada. O quizás solo quiera cenar con algún familiar o amigo sin incluirme a mí, y no pasa nada.
Ojalá esos mensajes y llamadas fueran las únicas formas de comunicación digital de las que preocuparse en la actualidad, pero no es así. Y, por desgracia, Instagram no es precisamente ideal para las personas que sufren ansiedad. Un "me gusta" en la última publicación de alguien o un nuevo seguidor pueden convertirse en mi mente en mucho más de lo que es en realidad (especialmente si tu pareja no ha sido muy de fiar en otros sentidos).
Para los que sufrimos ansiedad, dejar de seguir a un ex no es una bobada, es una necesidad por el bien de nuestra salud mental.
Ahora me he dado cuenta de algo que a otras personas les puede parecer obvio. A veces simplemente quieres darle a "me gusta" a la foto de un cachorro y no significa nada más que eso. Sin embargo, especialmente tras una ruptura, he aprendido a pasar un tiempo sin redes sociales para no torturarme a mí misma con pensamientos falsos. Para los que sufrimos ansiedad, dejar de seguir a un ex no es una bobada, es una necesidad por el bien de nuestra salud mental.
Pero la ansiedad me provoca algo que detesto por encima de todas las cosas: me hace preguntarme si me merezco estar en una relación sana. No me pasa muy a menudo, pero cuando sucede puede ejercer una fuerte influencia sobre mis pensamientos. Tras una pelea o una ruptura, la ansiedad le abre la puerta de mi mente a los pensamientos odiosos y autodestructivos. Me fuerzan a pensar dos veces por qué ha querido estar conmigo esta persona, o por qué querría cualquier otra persona estar conmigo.
No me malinterpretéis, tengo mucha seguridad en mí misma, pero en ocasiones la ansiedad se lleva consigo mis mejores pensamientos mientras se mueve entre peligrosas inseguridades. El diálogo interno positivo y el cuidado personal me han ayudado mucho recientemente, aunque es más sencillo decirlo que hacerlo. También puede ser muy útil decirle en voz alta estos pensamientos negativos a un amigo o familiar que pueda asegurarme que no son ciertos, que merezco una relación y que no voy a quedarme sola para siempre con 16 gatos (que tampoco me parece una situación tan terrible).
Mi ansiedad no es mala en todos los aspectos. Por ejemplo, creo que me convierte en una pareja atenta. Como estoy siempre pensando (y, al contrario de las creencias populares, los pensamientos provocados por la ansiedad no siempre giran en torno a mí), creo que la ansiedad me ha convertido en una persona más considerada. Me hace preocuparme profundamente por otras personas y amar sin reservas. Podéis estar seguros de que jamás le sería infiel o traicionaría a una persona a la que amo (la ansiedad no me lo permitiría).
Mi ansiedad no es mala en todos los aspectos. Por ejemplo, creo que me convierte en una pareja atenta.
Como he atravesado mis propios baches, siento un intenso deseo de ayudar a otras personas a superar lo que sea que estén pasando. Estoy constantemente preguntándome cómo puedo mejorar la vida de otras personas, ya sea preparando su comida favorita o simplemente dejando que se desahoguen sobre su jefe.
Por cierto, la ansiedad también me hace ser muy buena escuchando. Cuando tienes un montón de pensamientos rondándote la mente (en todo puñetero momento), puede ser reparador simplemente escuchar a otra persona. Sea sobre un desacuerdo con los compañeros de trabajo o sobre su relación con su padre, estoy siempre dispuesta a escuchar. Creo que me encanta aprender de las demás personas por el mismo motivo por el que voy a las clases del gimnasio: es un descanso para mí salir de mi propia mente y centrarme por completo en lo que dice otra persona.
Con el tiempo, he aprendido a aceptar que mi ansiedad es parte de mí y siempre lo será. Y a la gente le parecerá bien o no. He estado con gente que ha "tragado" con esa parte de mí y también he estado con gente que no. En el pasado, nunca les explicaba completamente a mis novios que tengo ansiedad. Sin embargo, ahora que la entiendo mejor que nunca —y que, en general, se está hablando más que nunca de la salud mental—, me siento cómoda hablando de ello de forma abierta con las nuevas personas con las que salgo.
Ahora que por fin he aceptado que la ansiedad es una parte perpetua de mi vida (aunque la puedo controlar), confío en que la persona con la que estoy destinada a estar la aceptará y la entenderá también, y hasta la valorará, para bien y para mal.
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