La ensenada de Bolonia, la perla del Estrecho, es una joya natural que hay que preservar, para el disfrute de las futuras generaciones
Baelo o Bolonia, la perla del Estrecho |
Por fin, llegaron las vacaciones deseadas, los días de ocio, de andar en chanclas y ropa cómoda. Tiempo de relajo, de buen comer y beber con familiares y amigos, de rumor de olas y de baños en el mar, ese mar por el que llegan las pateras con su carga humana desde el continente africano. Muchos esperan encontrar trabajo, libertad y vivir con dignidad. Otros muchos morirán en el intento o verán morir a los más débiles cuando avistaban la tierra prometida. Desde aquí maldigo a quienes trafican con seres humanos que, desesperados o engañados, se juegan la vida a una sola carta.
Para este verano permitidme que os recomiende visitar el Parque Natural del Estrecho y la costa de Cádiz, desde Algeciras hasta Sanlúcar de Barrameda, pasando por Tarifa, Zahara de los Atunes, Barbate, Vejer, Conil, Chiclana, San Fernando, Cádiz, Puerto de Santa María, Rota, Chipiona, pero me detendré en un lugar para mí predilecto: Bolonia.
El Parque Natural del Estrecho, creado en 2003 con 18.910 has, domina el espacio marítimo-terrestre desde la ensenada de Getares (Algeciras), donde quedan restos de la antigua factoría ballenera, hasta el Cabo de Gracia, en Tarifa. El Parque natural bañado por el Mediterráneo y el Atlántico, es Reserva de la Biosfera. El Estrecho es lugar de paso para aves migratorias y especies marinas, como delfines, calderones, orcas, y en ocasiones ballenas. Dentro del Parque, Punta Paloma, Valdevaqueros y la playa de los Lances, lugares de ensueño para los amantes del surf y sus variantes. Siguiendo hacia el norte, la gran duna de Bolonia. En numerosas ocasiones he subido y bajado esa duna para contemplar desde lo alto, la vecina costa africana. Una experiencia única, bajar cansado de la duna y darte un baño en las frescas aguas de la ensenada de Bolonia, una joya natural que hay que preservar, para el disfrute de las futuras generaciones.
En la ensenada de Bolonia, la perla del Estrecho, protegida por dunas y pinares se asentaron los romanos hace más de dos mil años. Baelo Claudia se remonta al siglo II a.C. Desde Baelo se comerciaba con Tánger, al otro lado del Estrecho. Baelo alcanzó su época de esplendor o apogeo (no álgido, como se dice ahora sin ton ni son, y erróneamente, aunque lo admita la Real Academia), entre los siglos I a.C, y el II d.C. A partir de la segunda mitad del siglo II, tras un maremoto se inició su decadencia. Baelo era famosa por su puerto y almadraba, y hoy podemos ver las instalaciones donde se conservaba y salazonaba el atún, del que obtenían el famoso garum. En el siglo III, las invasiones norteafricanas y de las hordas germánicas acabaron con el auge de Baelo. Hoy el viajero que visita el yacimiento arqueológico contempla su trazado urbano, con dos vías principales: el decumanus máximus de Este a Oeste y el cardo maximus de norte a sur. Se conserva bien el foro o gran plaza, la Curia, y los restos de cuatro templos -uno dedicado a la diosa Isis- y el Capitolio, donde se levantaban los templos dedicados a Minerva, Júpiter y Juno. Y el teatro, con capacidad para 2.000 personas. He visitado numerosas veces este enclave arqueológico, donde admiras la arquitectura desenterrada del olvido del tiempo e imaginas la vida en aquella ciudad, con sus tiendas, tabernas, mercado, termas, y las calles empedradas, por donde transitaban personas, y carruajes de tiro. A l yacimiento se accede por el centro de recepción de visitantes, un cubículo diseñado por Guillermo Vázquez Consuegra que concita más criticas que alabanzas por su ruptura con el entorno paisajístico. En su interior, el museo conserva numerosas piezas y esculturas. Este agosto, del 4 al 28, se ofrecen diferentes representaciones en el teatro romano; y en el museo, hasta el 30 de octubre una exposición La filosofía del paseante, del artista roteño Román Lokati, organizada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
La playa de Bolonia es una de las más bellas de Andalucía y de España; bañarse en esas aguas es todo un privilegio que nos conceden los dioses, y si después del baño, comes en alguno de los chiringuitos de la zona (tengo debilidad por el de Oliva o el de Los Jerezanos), la felicidad está asegurada al degustar pescados y mariscos que extraídos con esfuerzo, nunca bien pagado, por los trabajadores de la mar, llegan hasta la mesa para hacer las delicias del visitante que acude a Baelo o Bolonia, la perla del Estrecho, en busca de sensaciones milenarias que ahondan en las raíces de la historia y cultura andaluzas.
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