Tarifazo |
Lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir" (el lector debe saber que es fake "Lejos de nosotros la funesta manía de pensar" atribuida a Ramón Dou), no obstante, debemos analizar el reciente tarifazo, eso sí, sin halago bajuno a Fernando VII, quiero decir a Pedro VII el humilde -que es como pasará a la historia.
Un nuevo máximo histórico se produjo el miércoles, con 113,99 euros/MWh. La complejidad del mercado eléctrico y del propio recibo que ha cargado sobre el mismo el carbón, parón nuclear, las renovables -que irán al Fondo Nacional para la Sostenibilidad del Sistema Eléctrico (FNSSE)-, déficit de tarifa, fraude eléctrico, el bono social etc., no tienen parangón. La subida afecta en principio a la tarifa regulada PVPC (Precio Voluntario para el Pequeño Consumidor), pero no afecta al mercado libre (se paga una cantidad fija pero obviamente más elevada).
En el mercado regulado hay horas valle: las más baratas; horas llano: de presuntamente precio moderado; horas punta en las que se nos conmina a consumir menos electricidad protegiendo a las distribuidoras de hacer inversiones. El peso del sistema recae sobre los hombros de los pequeños consumidores. Pero hay más factores. De traca es que en el mercado eléctrico se retribuya la patata a precio de platino (el kilovatio hora se retribuye por la energía más cara que es la producida por centrales de ciclo combinado que usan gas). En el pool eléctrico, el precio lo marca la última unidad que es necesaria para producir. La hidráulica y el gas son las fuentes que determinan el precio de muchas horas del día. El otro factor es el precio del CO2. El precio se ha duplicado en un año. Antes de la pandemia del Covid-19 rondaba los 20 euros, pero ha llegado a los 60 euros por tonelada de CO2. Es un factor decidido que lo impone el objetivo de descarbonización para 2050.
La verdad es que el sistema es criticable por dos razones. En primer término, porque se asienta sobre un axioma falso. El Gobierno parte de la presunta libertad para consumir. Yo pondría a los ministros en un ático de Córdoba o Sevilla para que experimentaran la irresponsabilidad de consumir electricidad a cualquier hora porque los edificios se recalientan al punto que no sueltan el calor. O que se lo digan a una tintorería que plancha cuando tiene que planchar y no cuando se le ocurre al Gobierno. La presunta libertad choca con el ordenamiento. Durante la noche, el límite permitido se sitúa entre los 30 y 35 dBA. Según la OCU el nivel de ruido durante el lavado se sitúa entre 46-57 dBA. En cuanto al centrifugado entre los 58-70,5 dBA. Lo más patético es que no estamos en un país en el que haya inspección. Una vez más los poderes públicos avocan a los ciudadanos a conseguir la paz al costoso precio del enfrentamiento con nuestros vecinos. ¿Dónde está la presunta libertad?
El segundo axioma enfermo es que el Gobierno en un país democrático no está para decirle al ciudadano cómo tiene que vivir. La principal misión de este Gobierno parece ser decirnos cómo hemos de vivir ("osusvaisaenterar") y cómo hemos de pensar (ley de desmemoria). El Gobierno pretende decirnos cuándo debemos poner la lavadora, aunque para ello eso haya que saltarse las ordenanzas. Esa suerte de despotismo ilustrado pone en cuarentena los coches de combustión que los propios gobiernos incentivaban hasta hace dos días (los diésel) demonizando tecnologías y ciudadanos. Cuidado amigos: el sabio Gobierno algún día caerá en la cuenta de lo contaminante de las baterías y los tratará como apestados. Esta apología de lo eléctrico es además hipócrita y elitista. Ciertamente, un ciudadano pobre de clase media o media baja no se puede permitir un Tesla ni placas solares sin dinero para la inversión ni chalet donde ponerlas. En Francia ha sido una de las razones del nacimiento de los chalecos amarillos.
El tarifazo es una ignominia porque es una manifestación más de un Gobierno déspota y sin empatía que vive al margen de la realidad, pero pretende modificar comportamientos sociales a golpe de BOE. No aprobando normas, sino dándonos con sus voluminosos tomos en nuestras cabezas o creando realidades paralelas al margen de la economía. El Gobierno orina contra el viento: no es sostenible el sistema de pensiones como tampoco lo es la subida salarial del sector público en el año del colapso por pandemia o que cada vez haya menos empleo en el sector privado -que es el que sostiene TODO- y que se haya incrementado la oferta de empleo público en un bingbang alocado
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